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El Atlético jugo su partido más aceptable de los últimos tiempos

El Atlético de Madrid, sin hacer, ni mucho menos, una exhibición, jugó el mejor partido que se ha visto en los últimos tiempos a los equipos madrileños en la capital y ganó holgadamente a un inofensivo Rácing de Santander. Los comienzos del encuentro, sin embargo, pudieron marcar rumbos bien distintos, pues Jiménez, el hombre en teoría más peligroso del equipo montañés, falló tres ocasiones clarísimas de gol en los minutos cinco, siete y ocho. Después, aunque el mismo jugador faltó un penalti, que pudo ser el empate a un gol antes del descanso, el Rácing fue hundiéndose poco a poco entre su mal hacer, pese a presentar un esquema mucho más ofensivo que los equipos visitantes al uso, y el mando rojiblanco, con juego abierto y de apoyo iniciado una vez más -y van...- en el reaparecido veterano Alberto.

El partido no fue como para echar las campanas al vuelo del reencuentro con el buen fútbol, pero sí cabría conformarse con que el tono normal de los domingos fuera al menos ése. Y a decir verdad el principio rojiblanco pareció presagiar la repetición de otras tardes aciagas y hasta incomprensibles para un equipo con sus aspiraciones. La ausencia de Marcial en el centro del campo hacía recaer de nuevo sobre las espaldas aún más veteranas de Alberto la responsabilidad de dirigir un equipo demasiadas veces sin rumbo. Y en los primeros minutos, tanto él como Robi y Bermejo fueron desbordados, respectivamente, por Matilla -al que no seguía en defensa el asturiano-, Geñupi -que después, demasiado atrasado y con fallos en la entrega, sería una de las bases fundamentales del deshinchamiento de su equipo- y Macizo -el más oscuro, pero también el más regular-.

Además, como casi siempre suele ocurrir, a un centro de campo con fisuras sucedió una defensa que falló, incapaz de solucionar lo que no era su función, y más aún cuando en el caso del Santander su esquema se parecía más a un 4-3-3, más ofensivo, que a un 4-4-2. A los cinco minutos falló Eusebio y Jiménez tiró demasiado cruzado, cuando estaba completamente solo; a los siete, gran cabezazo de Marcos -el otro hombre-punta, pues Quique era el que se retrasaba un poco para no olvidarse del todo del 4-4-2— y al fallar también Marcelino en el despeje, el nuevo disparo de Jiménez rozó el poste derecho; a lo ocho, gran pase de Matilla —el olvidado de Alberto— de nuevo a Jiménez, sin nadie a su lado, pero el paraguayo no pudo controlar un fácil balón.

El panorama, pues, parecía otra vez desolador. Sin embargo, primero una jugada clásica de Rubén Cano en solitario —aunque no se aprovechara su centro— y después el asentamiento de Alberto, con el buen apoyo esta vez de Robi, empezaron a cambiar el panorama. El Atlético, aunque sin excesiva rapidez, jugó bien a los espacios libres, por los extremos y con el apoyo entre sus hombres. El Rácing bastante hizo ya con no perder los papeles y colocar a los suyos para impedir la progresión atlética, pues su peligrosidad terminó casi por completo. El casi fue una reacción, no menos solitaria, a los tres minutos de marcar el Atlético el justo primer gol y que terminó en el penalti fallado. Si se piensa en los tres fallos anteriores de Jiménez en los primeros minutos, tampoco estaba claro que Matilla marcara, pero Robi le zancadilleó claramente —tenía que bajar por Alberto, que si organiza para esos trotes ya no está— y dio así la cuarta oportunidad de marcar a Jiménez. Pero el día, por lo visto, no estaba para este jugador, que ha resuelto tantas ocasiones difíciles a su equipo, y permitió, en cambio, lucirse a un modesto Aguinaga. El guardameta debutante, que a continuación desvió magníficamente un centro peligroso y casi al final del partido paró también al desafortunado Jiménez —aunque el árbitro ya había señalado fuera de juego— un enorme tiro desde cerca, demostró que al menos con él no se han equivocado los técnicos rojiblancos. Es un respiro para el equipo, que también ha perdido a Navarro por su menisco.

Los tres goles atléticos fueron, por todo ello, el justo premio a un mayor dominio y un juego si no brillante, al menos ordenado, sin los fallos en la entrega y los embarullamientos continuos de otros días. Después de ver ejemplos tan lamentables, lo del domingo fue un consuelo. Hasta Guzmán salió con moral y dio un gol; el centro del campo no se resintió de los cambios, bien hechos esta vez, pues con Marcial en el campo, aunque perdió dos o tres balones defensivos, subió aún más la entidad del equipo, y la pareja Eusebio-Ruiz, sobre todo este último, no permitió acordarse de Pereira. Sobre todo antes del primer gol y del segundo, el Atlético pudo y debió marcar también, pues ocasiones tuvo para ello. Fue fruto de un juego que se pareció en algo al que se debe exigir a uno de los primeros clasificados de Primera División. Esperemos que no haya sido un espejismo.

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