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Marcha de protesta sobre París de los obreros metalúrgicos

La dramática crisis de la siderúrgica francesa emerge hoy espectacularmente con la «marcha sobre París» que, a iniciativa de la central de tendencia comunista CGT (Confederación General de los Trabajadores), concentrará en la capital de Francia a varias decenas de millares de trabajadores, según estimación de la misma central.

Aunque apoyada por otras centrales sindicales y por los partidos de izquierdas, este acontecimiento desvela con nitidez el despedazamiento político-sindical francés. Desde anoche, automóviles particulares, cinco trenes especiales y 530 autobuses, todos procedentes de las regiones del norte y de Lorena, iniciaron «la marcha» que, a lo largo de la mañana de este viernes, concentrará en la plaza parisiense de la República a varios millares de obreros metalúrgicos. A partir de las tres de la tarde, el cortejo enfilará los grandes bulevares de la capital para confluir en la plaza de la Opera. Paralelamente, en todo el país se producirán paros parciales en diversos sectores industriales, incluido el terciario, para apoyar a los metalúrgicos.

«La marcha sobre París» responde a una iniciativa de la CGT y tiene por objeto modificar sustancialmente la política gubernativa de reestructuración de la industria (la siderurgia, en un 75 %, es del Estado), que prevé la supresión de cerca de 30.000 empleos.

Desde hace varias semanas, los poderes públicos y las centrales sindicales conducen unas negociaciones que «la marcha» pretende influenciar en favor de los obreros.

Al margen de los resultados eventuales de esta manifestación, que el Partido Comunista francés (PCF) y la CGT han preparado minuciosamente, su orquestación durante los últimos días ha proyectado una vez más la luz sobre las divergencias profundas que caracterizan las difíciles relaciones entre los sindicatos y los partidos políticos franceses de izquierdas. Para la CGT (más de dos millones de militantes), organizadora de «la marcha», esta última no tiene más que un objetivo: reclamar otra política del empleo en un sector dramáticamente afectado por la crisis.

La otra gran central sindical francesa, la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), socialista autogestionaría, sólo a regañadientes y a medías se ha enganchado al carro de la CGT, porque estima que la central dirigida por Georges Seguy obedece a los intereses del PCF y que éste aprovecha el descontento de los siderúrgicos para hacer electoralismo, cara a la segunda vuelta de las cantonales del domingo y a las elecciones europeas.

La dirección del Partido Socialista (PS) convocó también oficialmente a sus militantes y simpatizantes «a la marcha», con las mejores intenciones; es decir, para apoyar la concreta reivindicación de los metalúrgicos. Pero, inmedíatamente, el que teóricamente es su sindicato homólogo, la CFDT, protestó vigorosamente por entender que los socialistas realizaban una sospechosa operación político-sindical-electoral.

Un acontecimiento tan relevante, en todo caso, deja claro una vez más que las dos centrales más potentes del país, la CGT y la CFDT, engañosamente amancebadas, como los partidos de izquierda, gracias a las ilusiones que hizo concebir el que fue programa común de la izquierda, continúan analizando de manera diametralmente ópuesta, tanto los objetivos del sindicalismo moderno como los étodos de acción.

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