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Tribuna
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Contribución a la verdad

Falange Española de las JONS

Falange Española de las JONS, que, integrada en la coalición Unión Nacional, concurre a las elecciones generales para el Congreso y el Senado, quiere utilizar la tribuna de este periódico, cuyo ofrecimiento mucho agradece, para explicar esquemáticamente al electorado lo que Falange realmente es, y no lo que tendenciosamente se le atribuye.

No lo hace como justificación, o defensa, ni por aquello del excusatio non petita, sino para que el votante, al optar entre los distintos programas que los partidos le ofrecen, sepa lo que realmente, vota y no quede engañado por interpretaciones equivocadas o errores de imputación.

Falange no es totalitaria, los partidos totalitarios tienen como base de su doctrina el Estado, la raza o la clase. La Falange, por el contrario, el respeto a la dignidad, a la independencia y a la libertad del hombre. Y al igual que el socialismo, entiende que el Estado no puede permanecer cruzado de brazos en actitud bobalicona ante los problemas de la nación, mirando quién es el que trepa mejor por la cucaña y se lleva el premio, a veces contra el Estado mismo, que está mirando trepar.

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Recobrar confianza

El Estado, entiende la Falange, tiene algo que hacer y algo en qué creer, y este sentido de la eficacia ejecutiva del Estado es diferente del totalitario, como lo es también del que esté al servicio de grupos, clases o partidos, y no al de toda la comunidad, es decir, que para Falange, el Estado es un instrumento al servicio de la nación.

A la Falange también se la tacha de antidemocrática, y ya el hecho de concurrir a estas elecciones es prueba de que no lo es. La Falange quiere que el pueblo legitime con su consentimiento a los gobernantes. Que participe directa o representativamente en sus tareas, que controle su acción. Lo qué sucede es que la Falange cree que esa representatividad y participación, es más efectiva y lógica a través del voto de los ciudadanos considerados, no sólo como tales, sino en razón de su situación social concreta. No se trata de una representación corporativa, sino directa, personal, democrática y pluralista, y que fue defendida ya hace muchos años por personalidad tan poco sospechosa de totalitaria como don Julián Besteiro.

La Falange no hace de la violencia norma de conducta. El argumento que se emplea siempre para demostrar lo contrario es la frase referente a la dialéctica de los puños y de las pistolas, expresión literaria, de un discurso pronunciado hace 45 años, y que se cita siempre aislada de su total contenido.

En cambio, nunca se recuerda el calificativo de «franciscana» que despectivamente se le dirigió públicamente a la Falange, por la resignación con que soportaba las constantes agresiones y atentados.

A la Falange se le atribuyen actos reprobables, y creando un ambiente de escándalo y de incitación a la represalia, se convierte en responsabilidad colectiva cualquier acción individual, de la que, caso de existir, será responsable el que la haya cometido.

A la Falange se la tacha también de anticultural, contraria a la convivencia y a la reconciliación nacional, con olvido, entre otras cosas, que Falange rescató para la dialéctica de nuestra cultura a Ortega, Unamuno, Marañón Menéndez Pidal, Eugenio d'Ors y tantos otros intelectuales progresistas, sin necesidad, claro es, de olvidar por ello la gloria de Menéndez Pelayo, Vázquez de Mella, Ramiro de Maeztu, etcétera. Y es que la Falange respeta todo lo bueno, noble y valioso que en el campo de la cultura se diga o se haga, sin partidismos ni discriminaciones.

Los falangistas no son unos energúmenos amantes de la aventura y de las soluciones violentas, unos reaccionarios trogloditas, unos inmovilistas anclados en el pasado, sino hombres que viven en la realidad, que comprenden las necesidades y exigencias sociales de nuestro tiempo y que quieren contribuir a su satisfacción mediante el diálogo, la convivencia y la paz social.

La Falange, en definitiva, parte de una base nacional hacia una actitud social y no ha querido nunca una España escindida entre el rencor de los vencidos y el triunfalismo de los vencedores.

Si las anteriores consideraciones han servido en algo para orientar al elector y disipar en él ideas equivocadas al dar su voto, Falange agradecerá doblemente a EL PAIS el ofrecimiento de sus páginas.

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