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Reportaje:

La vida amorosa del joven Bertolt Brecht

Bertoft Brecht hubiera cumplido ayer 81 años. Nació el 10 de febrero de 1898 en Augsburg (Alemania). Murió en Berlín en 1956. Fue uno de los escritores más importantes de este siglo, perseguido primero por Hitler en su propio país y luego por McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas. Su actividad literaria y política oscureció su vida personal, de la que apenas se ha descrito esa figura suya de sacerdote arrepentido y un tanto irónico. En este breve perfil se trazan algunos de los rasgos de la vida amorosa del joven Brecht.

Bertolt Brecht, el dramaturgo alemán cuya irresistible ascensión a la fama se debe a su claro compromiso político, fue también un ser enamorado, ferviente devoto de las mujeres a las que cortejó. Tenía, dijo un crítico italiano, «una pasión voraz por las mujeres». No importaba la edad, era indiferente la extracción social de la que procedieran. Brecht podía sentirse atraído por «una quinceañera ya madura» o por una viuda que tuviera el doble de años que él.La época en la que la pasión amorosa de Bertolt Brecht era más intensa fue, como parece obvio, la de su juventud. En efecto, en los diarios que dejó, correspondientes a sus veinte años, se refleja un enamoramiento perpetuo, que el dramaturgo-alterna con el trabajo «para olvidarse del trabajo».

Personalidad oculta

Estos diarios no son suficientemente conocidos, en primer término, porque esta otra personalidad de Bertolt Brecht ha permanecido cuidadosamente oculta tras la otra: la del Brecht militante, que revolucionó el lenguaje teatral y creó una nueva estética del compromiso político.Ahora renace el interés por reconocer que Brecht también fue joven, amoroso y humano. Hace dos años el crítico Klaus Volker publicó un estudio en el que se analiza esa relación de Bertolt Brecht con las mujeres. Recientemente se publicaron, por otra parte, los diarios en los que el joven Brecht narra sus diversas pasiones, cuando aún tenía poco más de veinte años y todavía no había alcanzado su primer éxito teatral. La versión inglesa de tales diarios ha sido publicada en forma reducida por el periódico británico The Guardian, de donde se recogen los extractos brechtianos que publicamos en esta información.

La primera mujer de Brecht fue Marianne Zoff, con quien se casó cuando él tenía veinticuatro años, pocos meses después de que fuera estrenada su primera obra. Su relación con Mar, como él la llamaba, era la frecuente en un enamorado al que ciega la pasión: «Mar ha estado una semana conmigo en Possenhoffen. Ella es como el mar, siempre cambiando cuando varía la luz, imperturbable y fuerte. Las noches han sido translúcidas, como el ámbar. El agua nos bañaba y contemplaba cómo se unían nuestros cuerpos. Las sombras se han difuminado. La amo. Está más bella que nunca: éste ha sido el momento más hermoso del verano. »

Más adelante, en la misma reflexión, el rebelde Brecht afila las plumas de su machismo: «La amo, pero ella no es inteligente. Y más tarde o más temprano me obliga a rebelarme», para explicar que sólo anota en su diario las cosas malas que le ocurren con Mar. Sin embargo, «su dulzura y la gracia que informa cualquier gesto que ella hace, su extraordinaria resonancia, no aparecen aquí». El joven Brecht justifica así su rudeza, pero días antes había explicado cuál era su criterio acerca de las mujeres: «Las mujeres nunca alcanzan a ver más allá de la cama... Se cambian su ropa interior, pero no rectifican sus errores.»

La relación que Brecht estableció con Mar fue constantemente contradictoria y siempre apasionada. Su presencia podía darle la fortaleza del mar o proporcionarle «un ataque de soledad» que le hacía aparecer como un anciano al que le temblara todo el cuerpo. Brecht se convertía, en el amor y con motivo de la ausencia del amor, en un personaje melacolérico, como él mismo se definía.

Admiración por el cuerpo femenino

En esta primera época de su vida, tales sentimientos se confundían en Brecht con la admiraración ilimitada por el cuerpo femenino, que debía ser, según él, la primordial fuente de inspiración de un creador. La presencia de un cuerpo, por otra parte, era capaz de levantarle un horizonte sin tragedia: «Hoy la mujer que está más cerca de mi corazón habla malayo. El agua cae de mis ojos y éstos contemplan un nuevo fetiche. Qué simple es todo, qué suavemente se desliza uno por el camino, de qué manera todas las oscuras necesidades del cuerpo se superan y quedan como simples espasmos.» Una felicidad que en cualquier momento él trunca con sus celos. «Los celos -decía- son el único elemento que impide que el amor sea aburrido.» El joven Brecht amó a otras muchas mujeres. Con unas fue estable, con otras vivió una pasión fugaz. Con todas su aproximación al amor fue igualmente voraz y contradictoria.

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