El Gobierno no cuenta con la diplomacia del balón
La diplomacia mundial es ya cosa de pelotas. Empezaron los chinos con aquello del ping-pong, y los americanos ya les han vendido su zarzaparrilla. Se metió en danza Saporta con el baloncesto, y los chinos nos venden ropa de cama, en seda, que es una cosa tan «camp» como aquello de La noche de boda que cantaba Carmen de Lirio. Henry Kissinger, que ha descubierto en el fútbol una manera de estar en primera línea, se ha dado el pico esta semana con la selección de la URSS en nombré de la Liga profesional americana que preside. En España nos está fallando la diplomacia del balón y de cara a las elecciones nos amenazan con una huelga de futbolistas.
Sería fatal para el 1-M que la España futbolística se declarara en huelga. Si unos árbitros contra los que descargar la ira acumulada durante la semana, no veo al personal en disposición de ir a votar alegremente. Al partido que gobierna no le beneficiaría que sus indecisos se quedaran sin fútbol. Quitarle a la gente partidos con ocho goles, como el que TVE dio el domingo, sería un serio problema. Yo no creo que dos horas de debate trascendental fuera una nota de color. Recuérdese los efectos tan benefactores que han tenido para el país las retransmisiones deportivas en los días clave y se comprenderá la necesidad de no abandonar la filosofía del pan y fútbol.Los futbolistas habían creído llegado su momento. Pensaban los pobres que iban a ser motivo de atención en un Consejo de Ministros y se quedaron con las ganas. Los asesores de los futbolistas han puesto pies en pared. Nos amenazan con la huelga y va a ser cosa de que Marcelino Oreja llame a Moscú para que, desde allí, Juan Antonio Samaranch dicte las medidas oportunas. Samaranch empezó con la diminuta pelota del hockey sobre patines y ahora manda desde la trastienda sobre toda clase de bolas.
La solución también podría estar en manos de Raimundo Saporta, que durante años ha sido el Kissinger de la Casa Blanca madrileña. Saporta ya fue en otros tiempos especialista en templar gaitas, cuando a las selecciones españolas, al menor descuido, les tocaban el Himno de Riego. Saporta, que llevaba en la maleta discos y banderas para evitar errores y confabulaciones judeomasónicas, se ejercitó convenientemente en los ministerios de Castiella y López Bravo. Saporta abrió paso en la operación Pekín y todavía hoy desde la Federación de Baloncesto arregla el tema de Israel. Al Maccabi siempre le toca jugar contra el Madrid, con lo que, entre canasta y canasta, mantenemos nuestra tradicional amistad con los países árabes.
El Consejo de Ministros se desentendió la pasada semana de los futbolistas. Antes, las cosas del balón se tomaban más en serio y Camilo Alonso Vega y Pepe Solís se peleaban por los partidos con la URSS. Ahora, a los ministros se les olvida rellenar la quiniela para asegurar su futuro y nos pegan el susto de la suspensión de la Liga.
Como en todo, el que los ministros no tomen en consideración a los jugadores de fútbol tiene hasta aplaudidores; quienes defienden a los clubs para que no pierdan sus derechos de pernada. Los jugadores quieren llegar a un acuerdo digno sobre el injusto tema del derecho de retención y quieren contar con una ordenanza laboral que regule su actividad de una manera coherente. Los defensores de los clubs han insistido siempre sobre las especiales peculiaridades de los contratos de los futbolistas, pero han olvidado siempre -quizá deliberadamente- que más peculiares son, sin duda, los contratos de los actores y los toreros.
Los jugadores de fútbol tienen casi toda la razón en los temas básicos. En lo que respecta a la Seguridad Social y a la cotización a Hacienda, al tiempo que tienen algo que ganar, también tienen algo que perder, pero ser ciudadanos de pleno derecho tiene, evidentemente, ventajas e inconvenientes que hay que aceptar. La intransigencia de los dirigentes deportivos de este país es la que ha traído esta situación de tensión. La ordenanza que se pretende está encaminada a defender, sobre todo, a los desvalidos, a los profesionales enrolados en las galeras del fútbol profesional. A aquellos a quienes los clubs dejan de pagar en cuanto el presidente «rumboso» abandona la nave, porque ha adquirido popularidad.
Falla el tacto. Nos faltan diplomáticos en la esfera deportiva. En el único sitio en el que todo se hace sin dar voces es en el Madrid, aun cuando se haga el ridículo en temas como el de Camacho. La directiva del Madrid ha dejado en mal lugar a su médico López Quiles y, encima, casi ha despreciado al doctor Cabot, que sigue arreglando entuertos de otros sin darse publicidad. Por exceso de celo, la Casa Blanca se ha pasado en este tema. Y el tema Camacho era tan importante como complacer al Banco Popular.
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