Olof Palme: "Combatir el paro, principal tarea de los socialistas"
Los peligros que conlleva la idea de la inevitabilidad del paro obrero, y la debilidad de la democracia, así como una denuncia del terrorismo como arma contrarrevolucionaria -que atemoriza a los ciudadanos hasta el punto de que éstos acepten métodos coercitivos que en situación normal no aceptarían-, constituyen los principales aspectos de la conferencia pronunciada ayer en Madrid por Olof Palme, ex primer ministro de Suecia y actual presidente del Partido Socialdemócrata de su país, en un acto con motivo del centenario del PSOE.
El señor Palme -que fue presentado por Felipe González como «el hombre más odiado por todos los dictadores de la tierra»- dedicó su conferencia a explicar cómo resolvieron los socialistas de su país distintos problemas, a lo largo de su experiencia de gobierno, además de valorar las posibles soluciones a otras cuestiones de la hora actual.En este sentido, destacó que «en 1932 se encontraban sin trabajo no menos del 31% de todos los miembros de las organizaciones sindicales. La elección general de ese año dio como resultado una arrolladora victoria electoral para los socialdemócratas. Así se inició un período de gobierno obrero socialista que duró sin interrupciones más de cuarenta años en Suecia».
Destacó después que «el derecho al trabajo y la humanización de la vida laboral han sido durante décadas la obsesión de los socialistas suecos», y agregó: «Yo considero el logro del pleno empleo como una de las conquistas económicas y sociales más grandes de la época de la postguerra.»
«Pero en la difícil situación que estamos viviendo se comienza a extender la idea, cuya intensidad va creciendo, que sostiene la inevitabilidad de un paro de magnitud considerable, y que el paro no es tan peligroso, sino que lleva consigo ciertas ventajas, que el individuo, de todas maneras, recibe la ayuda del Estado, etcétera. Eso refleja una apatía ideológica que puede ser catastrófica, tanto para la vitalidad de las naciones como para las esperanzas de un brillante futuro del individuo.»
Dijo después que «año tras año quedan sin trabajo de quince a veinte millones de personas en los países industrial izados; vemos amenazantes signos de crecimiento de una permanente subclase de aquellos que están especialmente expuestos a ello -las mujeres, los de baja escolaridad, los inmigrantes, los minusválidos e incapacitados de todo tipo-; ellos carecen en muchos casos de fuerzas y de organizaciones propias para poder proteger sus intereses en un mercado de trabajo difícil y que tiende a reducirse».
Habló después de la intensa discusión que está llevándose a cabo sobre las debilidades de la democracia y los diversos peligros que la amenazan, y dijo que «la crisis no debe llevar a la pasividad y a la resignación. La crisis del capitalismo debe ser enfrentada con poderosas medidas para contrarrestarla, en un espíritu de solidaridad y responsabilidad común. Por ello, las medidas acerca del empleo y la justicia social ocupan un lugar tan central en nuestros respectivos programas».
Olof Palme -que pronunció su conferencia en castellano- dedicó una parte de su intervención al problema del terror como modo de lucha en Europa occidental. «Estos terroristas se autodenominan revolucionarios, pero en sus entrañas son contrárrevolucionarios. Utilizan el terror con la esperanza de aumentar la violencia en la sociedad. La única función política que ejercen estos terroristas es la de fortalecer las fuerzas reaccionarias y represivas de la sociedad.»
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