_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El núcleo del debate energético

Director de HifrensaEra de esperar -según exponíamos en el artículo publicado ayer- que la introducción de la tecnología nuclear como medio de producción de energía no causaría preocupaciones en el futuro, salvo que en sus primeros años demostrase ser origen de accidentes que fuesen causa de inquietud. Pero no en otro caso. Porque, insistimos, es siempre cuando un avance tecnológico no es todavía familiar, que sufre un rechazo irracional, casi diríamos biológico; pero no después. La aviación, por ejemplo, causó un número considerable de víctimas en sus comienzos, lo que influyó en su aceptación. Hoy día, sin embargo, nos fiamos de las estadísticas que nos dicen que es uno de los medios de transporte más seguros, y cuando ocurre una catástrofe como la de Los Rodeos, no por ello dejamos de utilizar el avión, ni a nadie se le ocurre decir que hay que renunciar al avión y cerrar todos los aeropuertos.

Sin embargo, con la energía nuclear las cosas han ido al revés. De las objeciones que al principio surgían solamente en discusiones técnicas se ha pasado, veinte años después, a una oposición violenta y radicalizada por parte de sectores importantes de la población. Y lo más sorprendente es que ello tiene lugar cuando han transcurrido veintidós años desde la inauguración de Calder Hall, sin que desde entonces se haya producido un solo accidente nuclear mortal en una central, a pesar del elevado número que funcionan actualmente. Por lo que se ve que la reacción del público frente a la energía nuclear es una reacción irracional, algo así como frente a los ovnis o al vudú. Porque cuando se discute sobre el riesgo se aducen argumentos teóricos mientras no se dispone de experiencia práctica. Pero hablar de la peligrosidad de la minería discurriendo horas enteras sobre la inflamabilidad del grisú o los posibles derrumbamientos, cuando se dispone de estadísticas ciertas, es algo irracional. Podría el mejor técnico del mundo discurrir con todos los argumentos físicos y químicos sobre la teoría de que una lámpara de minero en presencia de emanaciones de grisú debe forzosamente causar una explosión que si la experiencia en las minas e miles de lámparas indican lo contrario, para cualquier persona medianamente lógica ha de preponderar la experiencia. El caso nuclear es aún más sorprendente, porque los técnicos afirman lo que la experiencia confirma, y, sin embargo, ello no sirve a contrarrestar las manifestaciones de los adalides de la oposición. Probablemente no ha habido en la historia del progreso industrial una industria nueva que se haya comportado tan excelentemente como la nuclear.

Escasez de energía

Probablemente, también, ninguna,otra ha hecho su aparición en un momento más oportuno para solucionar un grave problema, como es, en este caso, el de la escasez de energía. Y, sin embargo, la repulsa en algunos casos llega a tomar el carácter de una cuestión de amor propio. No se habla Más que de capitalismo, multinacionales, centralismo de las decisiones, y no se analiza el problema desde su visión lógica de problema técnico.

Por ello todo es obstaculizar, por los medios que se a, el desarrollo de e las implantaciones nucleares, incluso a costa del dinero de los ciudadanos, los que cada vez les saldrá más cara la energía. Así, esta tecnología que tan bien ha resistido la prueba de la experiencia de su aplicación, ha sido la primera que ha habido In enester de una nueva ley física aplicable a la reglamentación burocrática que a ella concierne. Es la famosa ley de Murphy,que dice simplemente: «Lo que pueda ir mal, irá mal.» Esta ley ha llegado a ser la más conocida en los ambientes nucleares hasta hace poco, que ha quedado en desuso al ser desplazada por el comentario de O'Toole, que, a su vez, dice: «Murphy era un opümísta.» Es triste, pero es así' De nada contarán más de doscientas centrales nucleares produciendo energía con una regularidad ejemplar, limpias, creando puestos de trabajo interesantes y bien remunerados, Los grupos de oposición continuarán sin atender a lo que la experiencia enseña y seguirán pidiendo la paralización de las obras, como si actualmente se pudiese permitir este país, ni ningún otro, el despilfarrar millones que se necesitan para otras atenciones. Porque la detención de las centrales comenzadas, siquiera sea temporalmente, supone un despilfarro.

¿Qué decisiones y por quién?

Problema técnico, pura y simplemente, el de la tecnología nuclear. Lo que no quiere decir que lo sea el de la construcción de las centrales nucleares. De aquí nuestra pregunta: ¿Qué decisiones hay que tomar? ¿Quiénes han de tomar estas decisiones? Porque, a mientender, hay claramente una decisión de Gobierno que corresponde discutir a los políticos, y hay otras que corresponde tratar a los técnicos. Mezclar ambas no nos conducirá a nada bueno.

La primera düisión, de tipo absolutamente político, es el mó,delo de sociedad en la que queremos vivir. Aún diría más: el modelo de sociedad en'que creemos que. les gustaría vivir a nuestros descendientes. Que ya es buena pregunta.Porque hay un problema grave e inmediato, y es que si todos los políticos llegasen por consenso a determinar que la sociedad del futuro ha de ser un retour a la nature, como quería Rousseau, lo cierto es que de inmediato ello es imposible. Por ahora no cabe sino hacer unas previsiones de consumo de energía basándose en la experiencia que ya se tiene de nuestro país y los más sim flares al nuestro y, haciendo uso de la estructura existente, ver cómo habrá que completarla para atender a la demanda. Aquí cabe hacer todos los supuestos de crecimiento que se quiera y será, naturalmente, un buen motivo de polémica en el Congreso y de contínuos reproches a los planes gubernamentales. Porque, como la mayor parte de los temas económicos, los puntos de vista serán totalmente dispares. No sé quién decía que, ni aun poniendo a todos los economistas codo con codo se conseguiría que se pusiesen de acuerdo sobre algo. Por tanto, en cuanto el Gobierno haga un supuesto de crecimiento económico está claro que alguien de la oposición afirmará que es un disparate. Sin que con ello trate de hacer política, pues podrían los papeles estar cambiados entre los diferentes partidos y el resultado serría el mismo. Pero, sea como sea, hay qu llegar a la determinación de un tasa de crecimiento y en función de ella prever las necesidades d energía en los años a venir.

A partir de aquí, y teniendo cuenta la estructura de suministro energéticos con la que contamos que -buena o mala- es la que el no cabe partir de otra, habrá que considerar las aportaciones que pueden obtener de las diversas fuentes de energía actualmente disponibles o que lo vayan a estar en breve. Y aquí sólo pueden contar dos factores, que son: las posibilidades de aplicación de cada una de estas fuentes y el coste a que saldrá el kilovatio-hora. Que, bien pensado, no son dos factores, sin uno, porque el primero va implícito en el segundo. Este es un problema para los técnicos, y cua quiera que lo sea conoce que la solución pasa, ineludiblemente, por la energía nuclear. Salvo que -esta es otra decisión política- nos quiera aceptar la energía nuclear. Dado el estado de oposición irracional que se da en algunos sectores, es claro que la aceptación o no de la energía nuclear es decisión política. Porque técnicamente la decisión es clara y -diríamos- hay consenso. Salvo que se dé categoría de experto nuclear a todo el que habla con aplomo sobre el tema aunque sea para hacer afirmaciones sin sentido. Esta decisión política sí es importante, porque debe cerrar el camino a la obstaculización onerosa a que antes me he referido. 0 se acepta la energía nuclear o no se acepta. Si -com me temo- se acepta con reserva ya que el ser humano tiende siem pre a cubrirse, como los apostante en el frontón, se podrá aprobar u cierto número de instalaciones nu cleares. Las cuales deberán insta larse de acuerdo con criterio técnicos, porque desde el momen en que se aprueben serán nueva mente los expertos los que, tenien do en cuenta todos los parámetr que intervienen, hagan la selecció más apropiada. Sin permitir en tonces presiones improcedente Esto, a mi entender, debe queda perfectamente claro, pues tras el debate político, los emplazamien tos deben ser los requeridos por demandas del consumo. Serí absurdo, por ejemplo, que un central destinada a alimentar un región con una alta demanda de energía -y que, disponga de cm plazamientos apropiados desde e pumo de vista técnico, como es, e general, el caso- se instale en otr región distinta por presiones populares.

Expertos para decisiones técnicas

Puesto que las decisiones polítcas se habrán tomado según la normas democráticas de la discusión y el voto, las decisiones técnicas solamente deben discutir desde un punto de vista técnico por los expertos reunidos alrededor de una mesa, y sin algaradas populares. El que los expertos oficiales que participen dependan de la Administración central o de los ente autónomos es problema político intrascendente, siempre qu reúnan dos únicas condiciones: se sinceros y expertos. De esta manera se conseguir separar los campos de decisión, lo que ha de aportar grandes ventaja a la economía hacional, que bien las necesita.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_