El fútbol, un negocio ruinoso
El fútbol es una ruina. Todos los clubs de categoría nacional están al borde de la bancarrota. Salvo alguna excepción, todos los presupuestos, acaban en déficit. Los clubs, incluidos los más grandes, están en manos de las entidades crediticias. Ya se quejaba Samitier en sus años mozos de que el fútbol no era un negocio y por eso no lo explotaban los bancos. Los bancos se las ven y se las desean para poder cobrar, que esa es otra. Los vanidosos y los malos administradores, lo han dejado imposible.
El fútbol ha sido en España un invento que ha servido para potenciar la beneficencia. En los años de atrás, en aquellos del pan y fútbol, los espectadores tenían que pagar en taquilla, además de la entrada, aquel famoso emblema de cartón con colorines. Cuando se inventó lo de las quinielas, el fútbol comenzó a servir para algo más que para abortar manifestaciones los primeros de mayo. Las diputaciones provinciales, con sus porcentajes, construyeron residencias para ancianos y la ex Delegación de Deportes hizo millonarios a los deportistas amateurs.Lo de las quinielas sigue funcionando a buen ritmo porque el personal apuesta por el Madrid, el Atlético o el Rayo, aunque luego no vaya a verles jugar. El Madrid debe 250 millones de pesetas y el Atlético tiene deudas similares, en parte porque no ha acabado de pagar el Manzanares. El Rayo anda mendigando para poder pagar a sus jugadores, y el domingo, día de esperanza porque jugaba el Valencia, no ingresó los millones que esperaba. El Rayo de antes, modestito, en segunda, y con Felines y Potele, mientras jugaba en Vallecas tenía una clientela adicta de bota y bocadillo de chorizo. Ahora que está entre los grandes ha perdido poder de convocatoria. Y no es que el personal se haya ido detrás de Ramoncín con la cosa punk, es que, probablemente, a la gente le mola más aspirar a algo desde abajo que sufrir arriba por no perder la categoría.
Dice el presidente de Las Palmas que la gente ya no acude al estadio Insular. Se pregunta Meler para qué ha ampliado Sarriá si no se llena ni el día de la festa major, es decir, cuando le visita el Barça, que es quien da tono a Casa Rabia. A la gente habrá que motivarla de nuevo. El abstencionismo en el fútbol es más preocupante que el de las urnas. En Gijón, que es donde se vive cierta euforia, antes de que decaiga la juerga ya andan pensando en una operación de altos vuelos: promover a Vicente Miera para que sustituya a Kubala.
La vanidad de una serie de presidentes ha posibilitado el aumento desmesurado de los presupuestos. Presidentes y directivos figurones no han dudado en derrochar los dineros de los clubs. Todos quieren ser campeones y para ello no reparan en gastos. Luego, campeón, suele ser siempre el mismo.
Ahora que el Madrid ya ha perdido -que me perdone Rafael Azcona por no pasar por alto el detalle-, a lo mejor se anima la Liga y además de botellazos a los árbitros en los graderíos se ven espectadores. Tuvieron que soltarle una liebre al Madrid para que ganara el Zaragoza. Los que le persiguen se aprestan a correr cual galgos. Pero al Madrid suele salirle todo casi bien cuando más fácil lo tienen los demás. Por ejemplo, el empate del Atlético en casa. Por ejemplo, el empate del Estudiantes con el Juventud y la victoria del Cotonificio sobre el Barcelona. A lo mejor aún no le han dado de baja de la nómina del Gobierno.
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