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Treinta minusválidos, expulsados del "Piramidón" por una decisión burocrática

Un número indeterminado de enfermos del aparato locomotor (se cree que su cifra superará la treintena) tendrán que abandonar un tratamiento imprescindible para su recuperación a causa de una absurda decisión burocrática -tal y como la califican los enfermos y los fisioterapeutas que los atienden- proveniente de la dirección del hospital Ramón y Cajal, más conocido como el Piramidón.

Unos diez enfermos que han acudido a EL PAIS y que reúnen una amplia gama de afecciones del aparato locomotor -hemiplejías, paraplejías, etcétera, se han mostrado unánimes en reconocer que la labor del equipo de fisioterapeutas del Ramón y Rajal es excelente, no sólo en su tratamiento puramente médico, sino en el humano. Enfermos que habían sido prácticamente desahuciados en los servicios de rehabilitación de otros hospitales han sido curados en el Ramón y Cajal. Ahora, la dirección del centro ha decidido crear un nuevo servicio de rehabilitación, el de hidroterapia, y para dotarlo de personal han designado a uno de los tres fisioterapeutas que componían el equipo aludido, con lo que éste queda desmembrado, en lugar de ser potenciado, como pedían ellos mismos y los pacientes que atienden.La situación del servicio de neuro es fiel reflejo de algunas contradicciones en que se desarrolla la actividad del Piramidón. Concebido como un hospital de prestigio, en cuya construcción no se reparó en gastos, las críticas que le han llovido estos últimos meses han hecho a sus directivos adoptar una posición de cautela en todo lo que se refiere al aumento de los servicios y que por lógica requiera nuevos desembolsos. La contradicción reside en este caso en que por un lado se apruebe la compra de material de decenas de millones que permanece sin utilizar (el servicio de foniatría permanece cerrado desde hace meses, aunque está perfectamente equipado) y que por otro lado se expulse del centro a treinta enfermos porque la dirección decide que es imposible contratar el trabajo de un fisioterapeuta.

El servicio de rehabilitación consta de seis secciones: neuro, traumatología, parálisis cerebral infantil, electro, respiratorio y ortopedia, más el de nueva creación, hidroterapia.

En el caso que nos ocupa, el servicio de rehabilitación lo lleva el doctor Alcázar, y el equipo lo integran los fisioterapeutas Luis Funes, Francisco Domínguez y Javier García. Su labor, en palabras de los pacientes consultados, es sencillamente inmejorable. Las anécdotas serían incontables, pero todas coinciden en una valoración excelente de su actuación. Son expertos que han desterrado el uso de fármacos, el uso de aparatos mecánicos, y que se preocupan no sólo por la recuperación física sino psicológica de sus pacientes. Hay que tener en cuenta que el servicio de neuro del Ramón y Cajal acoge a algunos de los casos más difíciles de España, y entre sus pacientes se encuentran algunos que han sido objeto de estudios internacionales por su rareza. Enfermos que fueron dados de alta en otros hospitales, porque habían llegado al límite de sus posibilidades de recuperación, fueron atendidos allí con resultados sorprendentes. Se logra una media de curaciones de cuarenta pacientes enfermos al mes. Parapléjicos que han estado durante ocho años -prefieren conservar el anonimato- pagando fisioterapeutas privados, a razón de ochocientas y mil pesetas diarias, y que apenas habían conseguido algo, han logrado mejoras increíbles en poco menos de un año en el Ramón y Cajal.

Hay que valorar, además, el hecho psicológico que supone para los pacientes de este tipo el que ahora se les eche del hospital, simplemente porque no haya personal para tenderles. El mismo doctor Alcázar ha tenido que convencer a algunos de que todo es un error burocrático, y que les reserva la plaza para reingresarlos en cuanto se solucione el problema. En varios casos, de los que tampoco podemos citar los nombres, los pacientes pensaron que lo del error era una excusa para no tener que decirles llanamente que era imposible conseguir su total recuperación, y su desmoralización es muy grave. Como anécdota, podemos citar que la mayoría de los pacientes acudieron al servicio de neuro impregnados de un talante de resignación ante su situación de disminuidos físicos, y que la labor del equipo se orientaba paralelamente a eliminarles esos condicionamientos psicológicos nefastos para su recuperación. En los últimos meses no es extraño observar que los pacientes acudan una hora antes de su turno, simplemente para hablar entre ellos, contar chistes, salir de su aislamiento, en suma, lo que para ellos era impensable unos años antes.

Otro aspecto que hay que valorar, y que normalmente no se hace, es el estético. En la mayoría de los hospitales se intenta que el paciente recupere el uso de las partes de su cuerpo afectadas, piernas, brazos o manos, por ejemplo, pero en su función puramente utilitaria. El equipo del doctor Alcázar procura además que se acostumbren a no incurrir en vicios de posturas que delaten claramente su condición de disminuidos físicos, y se les acostumbra a adoptar posiciones de andar, de colocar los brazos, las manos, etcétera, lo más normales posible, lo que tiene una repercusión favorable en su autoestimación como persona capacitada para desarrollar su vida cotidiana normalmente.

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