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El Sevilla también puso en evidencia al Atlético

Los equipos de Madrid siguen de suerte. Si el Real la tuvo -y mucha- contra el Athletic de Bilbao en la pasada jornada de Liga, el Atlético no puede quejarse de la disfrutada el domingo. Al igual que logró el empate el «sonado» día de la Real Sociedad, con la habilidad salvadora de Rubén Cano, otra genialidad suya le permitió mantener un punto. Los dos ya hubiese sido otro milagro El cuadro rojiblanco demostró bien a las claras que si venció en Vallécas la pasada semana fue sólo porque el Rayo está a un nivel bajísimo. Pero el Sevilla de anteayer sí tuvo hechuras, con movilidad y apoyo en sus hombres, y mereció incluso el triunfo Además, al revés que el Athletic contra el Madrid, ocasiones sobradas tuvo para ello. El Atlético fue -lógicamente no iba a cambiar por llegar Luis, pues, los mimbres son los mismos- una auténtica pena.Lo más triste de un equipo que aspiraba al máximo en esta Liga es que su impotencia tiene malísimas soluciones. Cuando de los doce hombres que saltaron al terreno en la agradable tarde dominical únicamente uno funciona realmente bien, Rubén Cano, y sólo puede salvarse la lucha acertada de Marcelino, el panorama se presenta desalentador. Podríamos descontar también a Navarro, que pareció un continuo «fusilable» a la menor oportunidad, situación evidentemente incomodísima. Pero resultó realmente grave que sólo se vieran detalles individuales de Ruiz o Rubio, con sus limitaciones lógicas aún, y que fuese necesario recurrir a los kilómetros inútiles de Guzmán y Ayála para encontrar «destaca dos» en un teórico aspirante al título. Marcial, que volvió al cen tro del campo, se perdió toda la primera parte y fue un error de Luis sustituirle, pero no por él, sino por la entrada de Aguilar. Viendo fallar balón tras balón a estejugador no cabe más remedio que volver a preguntar al equipo técnico rojiblanco -incluido Luis -por qué prescindió de Benegas, por ejemplo, y se quedó con él. Como Leal es una sombra lamentable de lo que era la temporada pasada, y de Guznián no merece la pena insistir sobre sus limitaciones, resulta que la marcha de Marcial llevó a Ayala al centro del campo. Y hete aquí que con «cerebros» así el Atlético encaró la segunda parte. Si la primera fue mala, la segunda, peor, sólo que más rápida: un correcalles. Unicarnente a Rubén Cano puede agradecerle el Atlético el haber evitado la derrota.

El Sevilla, pese a encajar tan pronto el gol de Ruiz -en acierto suyo, pero fruto de un fallo del portero sevillista-, supo reaccionar porque también tuvo más calidad. Para empezar, basado en una defensa pagajosa y segura ante los temidos intentos atléticos -Rubio, el único «extremito» pudo mandar fácilmente en el centro del campo. Blanco se impuso. sobre Leal, Rubio frente a Guzmán -¡qué diferencia de calidad!-, Juan Carlos sobre Marcial, y hasta Yiyi, de mediocampista libre, los ayudó, sin que Marcelino, su teórico par, hiciera de las suyas, lo que hubiese sido de desear. Carriega acertó en poblar más su zona media, quizá porque cuenta con dos hombres peligrosos como Scotta y Bertoni -éste sólo a cuentagotas- y se debía imaginar, con toda razón además, que bastarían para incordiar a la débil defensa atlética. Para colmo Luis le ayudó al dedicar a Eusebio para marcar al rubio de los argentinos. Scotta no sólo marcó el gol, sino que sembró el pánico en las tres faltas que sacó y en varías ocasiones más en que desbordó por velocidad fácilmente a Eusebio. Menos mal que su única arma sólo es el remate, sin ninguna exquisitez técnica más.

Con todo ello al Sevilla le fue suficiente marcar bien al rival y desmarcarse con movilidad y apoyo en ataque. Al final rondó incluso el gol de la victoria. Frente a un Atlético sin orden nuevamente y que al prescindir de Marcial (mal anteriormente, eso es verdad) perdió al único organizador, no es extrano quejugara cómodamente -sin buena vigilancia- y sólo tuviese una jugada contraria afortun aldae individual. Carriega, para que no se le escapara ni un salo detalle, sacó a Rivas por San José, marcador de Ayala, cuando éste bajó a la inedia al entrar el nulo Aguilar delante, como cartucho inútil de Luis cuando quizá hubiese sido mejor -ya ni se sabe- recurrir al eterno Alberto. Rivas se puso de libre y Alvarez suplíó a Gerolami -que pasó con Aguilar- en el difícil marcaje de Rubén Cano. Ayala se emparejó así con Juan Carlos. Fue otro detalle del que el Sevilla nunca perdió su orden táctico ni se encerró en su defensa. Ni siquiera tras el segundo gol atlético a poco de iniciarse la segunda parte. Cuando se lesionó Scotta con un tirón salió Montero, otro hombre de punta. Tal vez fuese también que el Sevilla tiene banquillo y el perdido Atlético, con Aguilar y sin Alberto, ni eso.

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