Manifestación de discrepancias en UCD de cara al I Congreso del partido
A seis días de la inauguración del I congreso de Unión de Centro Democrático (UCD), los dirigentes del partido trabajan en la preparación final del mismo, con ayuda de un grupo de profesionales y de un presupuesto cifrado -oficiosamente- en veinte millones de pesetas. Junto a la labor organizativa, el tema de estos días son las pequeñas escaramuzas en torno al asunto más importante, la entrada en la lista oficial del comité ejecutivo. Figurar en ella o quedarse fuera supone, prácticamente, formar parte de la nueva dirección del partido o dar por perdido el deseo de un puesto en la cúspide de UCD.
En general, distintas fuentes centristas piensan que el congreso va a ser una concentración bastante ordenada y tranquila, espectacular hasta cierto punto, y en que la manifestación de algunas tensiones no pondrá en peligro el objetivo trazado por la dirección. A ello ha contribuido la estrategia de una comisión ejecutiva que ha estado siempre muy encima de todos los aspectos, y que trata de conseguir la consolidación institucional del partido en un sentido claramente presidencialista y de fuerte control desde la cima.Durante la jornada de ayer, UCD contestó en forma dura a un planteamiento crítico, hecho de cara al congreso. Estas críticas fueron filtradas hacia los medios informativos en forma de protesta de un grupo de compromisarios, de distintas provincias, por el dirigismo existente en las estructuras jerárquicas del partido, denunciando el plazo de enmiendas a las ponencias -que, según los discrepantes, fue cerrado antes de que dichas ponencias hubieran sido distribuidas-, así como los poderes de la ejecutiva en la formación de comisiones, la capacidad de intervención directa del presidente en las «cuestiones electorales» (lo cual es tanto como decir que cualquier tipo de candidaturas pueden ser fijadas en Madrid), y otros temas.
Esta protesta, que cabe identificar como emanada del sector demócrata-cristiano del antiguo Partido Popular, fue contestada por UCD en el sentido de que la información divulgada se debe a «un reducido grupo de personas, que prefieren mantener en el anonimato su discrepancia política y que no tiene mayor representación en el partido». La ejecutiva centrista asegura que la preparación del congreso se ha desarrollado en forma inequívocamente democrática; indica que no existe lista oficial de candidatos a los órganos de dirección; y afirma que la posibilidad de que surja del congreso una candidatura pactada y negociada «sería precisamente la confirmación más clara de que el congreso habrá servido para integrar y unir más aún a los distintos sectores y personalidades de UCD, por procedimientos legítimos y democráticos». Igualmente, dice que las cuestiones electorales corresponden a los comités provinciales, y «la competencia del presidente se refiere a la decisión y arbitraje en caso de conflictos».
Suárez y el "número dos"
La influencia de tales escaramuzas en el desarrollo del congreso está por ver, y probablemente no será muy grande. Es difícil que pongan en peligro los cometidos fundamentales de los organizadores del congreso, que son refrendar el liderazgo del presidente del partido, Adolfo Suárez, otorgándole el respaldo de los votos, y elegir a las noventa personas que, en dos niveles distintos -comité ejecutivo y consejo político- han de constituir el equipo de Adolfo Suárez en el partido centrista, la cantera de ministrables y, en definitiva, los cuadros que permitan dar la réplica a los existentes en los Partidos Socialista y Comunista.Partido de muy reciente creación, formado al calor de Adolfo Suárez, UCD se presenta como una formación política sin parangón con los grandes partidos de otros países de Europa, generalmente cristalizados en torno a familias ideológicas -democracia cristiana, liberalismo, centrismo giscardiano, conservadurismo británico-; UCD surge en España a partir de núcleos políticos de corte clásico, débiles por sí mismos, y ha tratado de pegarse al terreno de las clases media, en base a la tesis de que este amplio sector sociológico no responde, en su comportamiento político, a la división antes citada.
En este sentido, los problemas de tendencias parecen haberse suavizado, pero no han desaparecido. Persiste el deseo de una mejor colocación de líderes y segundas filas, a veces con apoyos entre sectores que recuerdan la anterior división, y otras, simplemente, basadas en el distinto peso del número de afiliados por provincias; así como diferencias en la forma de consolidar UCD, es decir, si conviene hacer un partido más o menos monolítico, donde todo esté controlado, o bien un partido en que las discrepancias permitan demostrar la existencia de «vida democrática interna».
Por otra parte, la persona del secretario general -número dos de UCD- no será elegida por el congreso, sino designada posteriormente a propuesta del presidente, lo que deja la lucha por la participación en la dirección exclusivamente en el nivel de la comisión ejecutiva.
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