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Optimismo de los fabricantes de automóviles en el Salón de París

«El Seat 127, cuatro puertas, una exclusiva que SEAT exporta incluso a Francia, y que ha tenido un éxito considerable, esperamos que también llamé la atención en este Salón del Automóvil de París. Pretendemos estar presentes en un momento en que las firmas europeas, como las americanas, afilan las armas cara a una nueva etapa de la industria automovilística.» Así valoró un responsable la participación de SEAT -que presenta tres modelos 127- en el LXV Salón Automovilístico de París, inaugurado ayer oficialmente, y considerado como uno de los más importantes de Europa. El Salón está bautizado este año como El salón de la resurrección del automóvil, al que concurren mil expositores con 63 marcas diferentes, presentadas en la puerta de Versalles parisiense.

Tras la crisis de los años 74-75 y las dudas de los dos siguientes, esta feria parisiense, en la que participa el gotha del automóvil, ha sido saludada como una fiesta. La situación, estiman todos los interesados, no puede ser más floreciente. Los récords de venta alcanzados hasta que surgió la crisis del petróleo en 1973 han sido recuperados y, en varios casos, desbordados. Los aumentos, sin fin, del precio de la gasolina, la multiplicación creciente de las dificultades administrativas, el paro, la inflación, no han servido para nada. Los «sociólogos» del parque automovilístico de los países industrializados se equivocaron todos al profetizar hace tres años el final del «fenómeno del auto». En Estados Unidos, tres empresas producen diez millones de unidades por año, las cuatro firmas japonesas lanzan al mercado ocho millones y Europa construye también diez millones

Proceso de concentración

Sin embargo, la euforia del salón parisiense, por lo que respecta al porvenir del auto, se matiza con la preocupación común de las grandes firmas europeas americanas y japonesas, todas ellas confrontadas en una lucha a muerte para ganar la batalla del futuro, teniendo en cuenta las modificaciones profundas que sufre la llamada «civilización del automóvil», sometida a las mis mas reglas que los demás sectores de la sociedad. En primer lugar se señala como elemento determinante del futuro más o menos inmediato, la saturación del parque automovilístico. Estados Unidos, con un coche por cada 1,5 habitantes, ha agotado el mercado Europa aún no ha alcanzado el límite fatídico, pero ya cuenta con un coche por cada 3,5 habitantes. Japón también se aproxima a la saturación. Actualmente, en estas regiones del mundo, se venden cerca de diez millones de vehículos y, en consecuencia, la tasa de crecimiento del mercado no debería superar el 2 ó 3% hasta 1985. Por otra parte, las demás regiones del planeta en vías de desarrollo, que representan el 25% de la demanda mundial, no compensan el recorte de ventas que implica la saturación del mercado industrializado. Es decir, en lo sucesivo, los constructores tendrán que adaptarse a las nuevas exigencias impuestas, en este orden, por la renovación del parque automovilístico. Esto exige competitividad ilimitada y «cualidad», es decir, investigación técnica que satisfaa a los «señoritos» cada día más numerosos del coche. Son los dos objetivos que han desencadenado la guerra entre las firmas. Actualmente existen diecinueve grandes constructores, americanos, japoneses y europeos. Dentro de diez años, se comenta en este Salón de París, probablemente sólo vivirá media docena.La reciente compra de las finales europeas de Chrysler por la firma francesa Peugeot ilustraría la angustia de cada uno de los monstruos del automóvil mundial.

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