La muerte del Papa: una prueba
«(...) La presencia del cardenal Luciani a la cabeza de la Iglesia ha sido demasiado breve para que se pueda esbozar siquiera un balance. Dos cosas se pueden afirmar al evocar la memoria de Juan Pablo I. La primera es que su sonrisa, a la vez humilde y, radiante, había hecho mucho para asegurarle, de un día al otro, una popularidad universal. La segunda, de consecuencias más graves, es que su elección, en algunos días de escrutinio y con una mayoría aplastante, traducía una aspiración a la unanimidad en el seno del sacro colegio y ponía un término a las especulaciones sobre las pretendidas rivalidades entre cardenales progresistas y cardenales conservadores. (...)» 1 octubre
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