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River y Atlético vuelven a enfrentarse en la final del Carranza

El Valencia fracasó en la semifinal del Carranza ante el River Plate, que le superó en todos los terrenos. Sólo la suerte y el patriotismo arbitral le permitieron llegar hasta las tandas de lanzamientos desde el punto de penalti, donde se estrelló ante ese extraordinario meta que es Fillol. Bonhof, mal en el primer tiempo y discreto en el segundo, decepcionó de forma especial.Lo más curioso del encuentro fue que la superioridad del River no fue únicamente técnica, sino también táctica. Se asentó en el campo con un orden y una claridad de ideas muy superior a las del Valencia, y como a ello unió una exquisita calidad técnica. su dominio fue absoluto. Con Beto Alonso como eje central del juego de ataque, Merlo como hombre duro de contención, Pasarella y Perfumo seguros y tranquilos en el centro de la defensa y Luque y Ortiz hábiles arriba, el River se asentó en el campo con carácter y empaque de gran equipo. El resto de los hombres colaboraban bien con las acciones de éstos, y los peones del Valencia se movían desorientados, sin lugar, burlados por la habilidad técnica del contrario.

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No le sirvió de nada al Valencia la fuerza física. Ni siquiera para intimidar a los rivales con los excesos en algunas entradas, que Sánchez Arminio pasaba sistemáticamente por alto. Las carreras de los valencianistas de un lado para otro terminaban en nada por el aplomo y la colocación de los contrarios. Kempes jugó esta vez en punta, con Diarte, y en la media Bonhof naufragaba hasta el punto de ofrecer la imagen de un jugador corriente, de un batallador sin especial talento.

A poco de pasar el cuarto de hora de juego, una aventurada colada de Carrete por su banda tuvo contrarréplica en una escapada de Ortiz, que le pilló a contrapié, y por ahí vino el primer gol del partido. El Valencia, a partir de entonces pretendió ser más prudente Y guardó mejor su área. Fillol tuvo un primer tiempo tranquilo gracias a eso. El River dominó plenamente el juego y si no hizo sufrir mucho a Pereira fue porque nunca sumó muchos elementos al ataque: no obstante, antes del descanso había conseguido otro gol, gracias a una nueva colada del habilísimo Ortiz, que fue derribado en el área por Cabral.

En el segundo tiempo Solsona entró en la media y con él cambiaron las cosas. El Valencia fue durante veinte minutos un equipo digno de su rival; Bonhof se entonó y Kempes y Diarte comenzaron a entrar en juego con frecuencia. A los doce minutos de la continuación, un penalti servía para que el Valencia acortara distancias y para premiar su buena reacción. Pero Solsona se diluyó a los veinte minutos de estar sobre el campo, y con él se hundió el Valencia, que mereció encajar más goles. La suerte le salvó de ello y el árbitro le concedió, ya con la hora casi encima, un gol en fuera de juego que suponía el empate. La justicia, no obstante, se restableció en las series de penalties.

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