Fiesta de toros en la España agrícola
Nos encontramos en el momento cumbre de la temporada, con acumulación de ferias y prácticamente ningún día sin toros. La España agrícola tiene desde siglos engarzadas sus fiestas con el espectáculo taurino y aquéllas, sin éste, carecen de sentido. Cuando las duras faenas del campo rinden en la cosecha se abren días de diversión y los festejos culminan en las corridas.
Los toreros también tenían en estas ferias su cosecha, fruto de la siembra de riesgos y fatigas en la primera parte de la temporada. Eran los tiempos en que la organización del espectáculo taurino se regía por una lógica elemental. Las figuras indiscutibles eran pocas y reafirmaban su condición con el inequívoco argumento de su valor y su donunio del toro. Otros diestros competían para colocarse en las primeras filas, a impulsos de su entrega en las plazas y fechas claves de la temporada. La feria de Sevilla y el abono de Madrid -público entendido y exigente, corridas serias- marcaban la pauta. Las ferias del Norte suponían también un compromiso, aunque de rnertor fuste. Y luego valía aliviarse -un prudente alivio, nada más- en las plazas de las poblaciones campesinas a las que acudía toda la comarca para ver a los más interesantes toreros del momento,Con la política de exclusivas, los más interesantes toreros del moniento son prácticamente los mismos durante años, hagan lo que hagan en Madrid y Sevilla, y muchas las figuras pretendidamente indiscutibles, tengan o no acreditada esta condición. Basta repasar los carteles de las ferias de este año y compararlos con los de temporadas anteriores. No varían prácticamente én nada.
Ha empezado la feria de Bilbao que es, no cabe duda, una de la de más prestigio. Allí sale el toro de trapío y hay una crítica competente y un selecto núdeo de afición vigilantes para que así ocurra. Pero simultáneamente se celebran ferias de categoría y si permanecen en cierto modo apartadas de la atención de los aficionados no es justo, ni lógico, pues merecen atención especial porque ,su peso específico es mayor, toda vez que forman parte de la vida del lugar; el pueblo se vuelca en las corridas y éstas son el acontecimiento ciudadano del año.
Los carteles no desmerecen en absoluto de los que componen los grandes abonos tradicionales y si el público es festivo, fácil para los toreros y apasionado, no quiere decir que la ficlia pueda resolverse de cualquier manera, pues prácticamente toda la plaza es afición pura, entendida en toros ya desde la rusticidad de la especie, y valora perfectamente la entrega de los espadas y sobre todo el juego de las reses.
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