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Implicaciones políticas en la elección del nuevo Papa

En medio de fuertes medidas de seguridad -unos 5.000 policías, guardias de honor y agentes antiterroristas-, unas 100.000 personas presenciaron ayer el traslado de los restos mortales del papa Pablo VI desde la residencia de Castelgandolfo a la basílica de San Pedro, donde recibirán sepultura el próximo sábado. Mientras tanto, con la llegada de los cardenales que elegirán el nuevo Papa, se ponen en marcha las implicaciones políticas y la clásica diplomacia romano-vaticana. El próximo Papa -los comentarios apuntan hacia los cardenales Benelli, Pironio y Koenig- tendrá que enfrentarse al tema de la colaboración entre católicos y comunistas, y a los grupos conservadores y católicos progresistas. Desde Roma informan Luis Reyes, enviado especial de EL PAIS, y nuestro corresponsal Juan Arias.

Los restos mortales del papa Pablo VI abadonaron la capilla ardiente de la residencia veraniega de Castengaldolfo a las 6 de la tarde de ayer. A la salida de Castelgandolfo, en el lugar llarriado Cancello del Moro, ha recibido el homenaje de la Corporación municipal del pueblo donde tradicionalmente veranean los pontífices romanos.Aunque, en principio, se habló de trasladar el féretro en helicóptero, usado siempre en vida de Pablo VI para ir y venir de Castengandolfo, ha sido una comitiva automovilística la que ha trasladado, a marcha lenta, los veinte kilómetros que lo separaban de Roma en medio de un despliegue policial sin precedentes, como si temieran que las Brigadas Rojas intentaran secuestrar el cadáver.

A las siete de la tarde, el cortejo fúnebre llegó a la basílica de San Juan de Letrán. donde esperaba el regente, cardenal Villot. acompañado de su comisión auxiliar de tres cardenales, y las autoridades civiles. Después de una plegaria, el cortejo ha reemprendido la marcha atravesando la ciudad de Roma hasta el Estado del Vaticano. en cuya plaza de San Pedro finalizó. En el límite de los territorios italiano y vaticano le han rendido honores militares las tropas de la República.

Finalmente, los restos de Pablo VI han sido introducidos en la basílica de San Pedro, donde los esperaba el Colegio Cardenalicio y el Capítulo Vaticano, y han sido depositados en el interior del templo. que ha quedado cerrado para los fieles hasta hoy por la mañana.

Sin embargo el público ya no podrá verle el rostro al Papa muerto. puesto que permanecerá cubierto en el tiempo de exposición que falta hasta el entierro.

Elección y política

«Sólo los ingenuos pueden pensal que la elección de un Papa sea tan distinta de las demás elecciones humanas. hasta el punto que no hava lugar para la política.» Lo dijo aver el religioso sociólogo americano Andrew Greely. Y basta vivir estos días en Roma para comprobar que es verdad. A todos apasiona esta imagen arcaica del cónclave con los cardenales encerrados sin poder leer periódicos pero por todas partes se mueven, abierta o subterraneamente, las fuerzas políticas para influir en la elección del nuevo Papa que por lo menos en Italia tendrá que vérselas con la difícil cuestión de la colaboración no sólo social. sino también política. entre católicos y comunistas. Basta leer los periódicos estos días para darse cuenta cómo con el elogio o la crítica de ciertos aspectos del pontificado de Pablo VI se mandan mensajes que indican las preferencias de las diversas fuerzas políticas. Se ve. por ejemplo. quiénes desean aún un italiano y quienes preferirían un extranjero: quienes exaltan la figura de un nuevo Papa «místico y franciscano»v las diversas luchas de liberación que los cristianos están Hevando a cabo contra la opresión capitalista y contra ciertos colonialismos intolerables.

Se insiste mucho en la prensa que esta vez la voz de la base se debe sentir mucho más fuerte que en otras cónclaves, porque por primera vez el Concillo Vaticano II dio la mayoría de edad al laicado católico, por primera vez se sabe muy claro que la Iglesia es el «pueblo de Dios» y río los obispos o los cardenales.

El cardenal Benelli. arzobispo de Florencia, uno de los más papables, declaró ayer que es cierto que fue necesaria toda la paciencia y la gran comprensión y capacidad de diálogo de Pablo VI para evitar, después del Concilio, un nuevo cisma en la Iglesia. Se trataba de aquella parte de la Iglesia que había aceptado a regañadientes el Concilio y que no compartía la actuación, según ellos traidora a la tradición, realizada y promovida por el papa Montini.

Pero el próximo Papa tendrá que enfrentarse con otro grupo no menos delicado: los católicos progresistas, que van desde los cristianos para el socialismo, los defensores de la «teología de la liberación», a los nuevos Intelectuales ecuménicos, alas nuevas comunidades de la vida religiosa creadas fuera de la institución. Todos estos grupos no piensan en crear una nueva Iglesia, porque se sienten plenamente dentro de «esta Igleslia de Cristo» y aceptan al Papa como obispo de Roma que mantiene la unidad de todos los cristianos. Pablo Vi con esta iglesia «paralela» fue crítico pero no lo condenó.

Los cardenales de la curia que más criticaron las aperturas de Pablo VI y su debilidad en condenar «ciertos extremismos doctrinales» son Oddi, Felici y el capitoste romano del Opus Dei, Pletro Palazzini. A éstos se añade el anciano Ottaviani, que no votará porque tiene-más de ochenta años, pero que será activo en sus conversaciones con los cardenales. Este es el grupo más unido de la curia, el más conservador. Tiene la fuerza suficiente para elegir uno de sus hombres, pero tiene buenas amistades, tanto con algunos italianos, como el cardenal Siri, de Génova, y Luciani, de Venecia, como los alemanes Volk y Hoeffner, los cuales a su vez mantienen buenas relaciones con algunos cardenales de América Latina y de Polonia, a los cuales han ayudado económicamente. Según el diario de Milán Il Giorno, «la organizacién laica española del Opus Dei es una de las que más apoya a la corriente de derechas de la curia». Uno de los cardenales simpatizantes con el Opus Dei es, según este diario, el polaco Woytila.

La fuerza del grupo conservador

La crisis ideológica mundial da una cierta fuerza a este grupo conservador y «dogmáti co», que desea presentar a la Iglesia como una «roca» ante las aventuras doctrinales de todo tipo. Por su parte, el cardenal Benelli, que fue el mayor colaborador y amigo de Pablo VI, es, sin duda, como afirma toda la prensa, el candidato que podría recoger más votos entre los moderadores de centro. Lo votarían muchos cardenales del Tercer Mundo que reconocen a Benelli una capacidad de trabajo increíble, una honradez indiscutible, un gran espíritu religioso y un carácter amable y firme al mismo tiempo. Pero en Italia difícilmente lo presentan como candidato quienes desean fomentar un acuerdo entre católicos y comunistas, porque en esto Benelli es intransigente.

Como posible candidato de América Latina se habla en Roma de Pironio, considerado progresista, capaz de mantener un diálogo serio con los movimientos más abiertos sin ser un revolucionario.

Pero quizá nunca como esta vez en Italia se habla de la posibilidad de la elección de un Papa no italiano. El cardenal Koenig, arzobispo de Viena, que ha sido el primero en renunciar al nombramiento antes de ser elegido (algunos dicen maliciosamente que es para demostrar que posee mucha humildad) anunció ayer que sería favorable a la elección de un africano o de un asiático.

Entre los candidatos extranjeros la prensa italiana recuerda que existen dos españoles de gran prestigio internacional, abiertamente a favor de la línea del Concilio y que han demostrado gran capacidad de diálogo con la base en sus respectivas diócesis: se trata de Vicente Enrique Tarancón y de Narciso Jubany Arnáu, de los cuales indican incluso la edad como «justa».

Entre los extranjeros, una de las Ifíguras más «papables», es el holandés Willebrands, de 69 años. Fue durante el Concilio uno de los mayores paladines de la acción ecuménica.

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