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Las prostitutas italianas piden un sindicato, seguros sociales y un lugar adecuado para trabajar

Las prostitutas italianas están decididas a defender su trabajo como una profesión más y, por tanto, con los mismos derechos laborales y ciudadanos. De esta forma se ha organizado el movimiento de las mujeres que actúan en la autopista de la Valassina, con objeto de neutralizar las facilidades y privilegios de sus compañeras urbanas. Los abogados de las prostitutas han denunciado esta situación de proletariado. Desde Roma informa Juan Arias.

Se llama Movimiento de la Valassina, que es el nombre de la autopista que une Monza con el lago Como en el norte de Italia. Las promotoras de este movimiento son el grupo de prostitutas que trabajan en aquellos parajes. ¿Qué piden estas trabajadoras, que no paran ni de día ni de noche? Según ellas. nada de particular: lo que se les da a todos los demás ciudadanos: un sindicato que las proteja, los seguros sociales, un jardín de infancia para los hijos y «un puesto donde podamos ejercitar nuestra profesión». Estas frecuentadoras de las autopistas se quejan porque dicen que en las ciudades sus compañeras privilegiadas, muchas veces esposas de famosos personajes, pueden actuar sin ser molestadas por la policía en lujosos apartamentos con todo el confort y la tranquilidad de espíritu. Y por supuesto ganan mucho más: un mínimo de 100.000 liras la prestación, «mientras algunas de las nuestras, las menos jóvenes, se tienen que contentar con 5.000 liras». Este movimiento de mujeres públicas insiste mucho sobre los peligros que les incumben. Las organizadoras de esta batalla sindical han confesado que en los últimos días una de sus compañeras había sido estrangulada por un sádico y otra apaleada.Los abogados que las defienden, Edoardo Fumagalli y Giuseppe Boba, dicen que también en este campo existe un «verdadero proletariado». En un escrito a estos abogados. las prostitutas de Lecco se quejan de cómo son tratadas por la fuerza pública: «Nos intimidan continuamente. nos conducen a la dirección de policía, nos pegan, nos cargan en las camionetas amenazándonos con ponernos las esposas.» En un libro-documento publicado por el periodista Ugo Paterno, con el título Sin carnet de conducir, se recoge un testimonio impresionante de una prostituta que cuenta en qué modo se ve obligada a prostituirse ante algunos policías para poder continuar trabajando.

Cada día estas mujeres de calle cuentan historias que los hombres, dice un famoso escritor italiano, «no quieren escuchar». Hablan de personas muy conocidas que vienen «y no hacen nada». Lo único que desean es hablar y alguna caricia, porque afirman que «con sus mujeres hace más de veinte años que no hablan ni se tocan».

Otras afirman que se trata de un trabajo social: «Con nosotras -dice una de estas prostitutas de Lecco- vienen los jorobados, los depravados, los mutilados, todos aquellos hombres a los que ninguna otra mujer acepta. Nosotras somos el secante de muchas violencias.» Y otra, con mucho sentido del humor, dice que los fuegos que hacen en las autopistas en los días de niebla no son sólo para calentarse, sino también para que los automovilistas «vean mejor y eviten accidentes».

Muchas tienen puestas sus esperanzas en la amnistía que está a punto de ser aprobada, porque uno de los problemas de estas mujeres es que una vez que han sido descubiertas pierden el trabajo y la posibilidad de volver a rehacer su vida. Una ha contado que en un colegio le hacen pagar el doble por su niño. Es un chantaje que les hacen. Alguna vez ha protestado y le han respondido que si no está de acuerdo que se lleve a su niño, y que si intenta denunciarles «la descubren».

En Italia, con la ley del 20 de febrero de 1958, fueron abolidas las casas de tolerancia. Se llama ley Merlín por el nombre de la senadora que presentó su propuesta. La justificación para abolir las casas fue que «el registro a que tenían que someterse las mujeres y los controles médicos iban contra la dignidad humana». Actualmente la prostitución en sí misma no es un delito. Lo es sólo la explotación de la prostitución.

Lo cierto es que esta ley no hizo desaparecer este trabajo, que es «el más antiguo del mundo». En Italia ha aumentado mucho el número de prostitutas en estos últimos años. Sólo en Roma la policía calcula que son más de 10.000. Y sobre todo están aumentando preocupantemente las enfermedades venéreas.

Las prostitutas de Leccó han declarado que si no se les escucha empezarán en seguida la lucha: ocuparán las iglesias como hicieron un día sus compañeras francesas quizá acogiéndose a la frase evangélica que «las prostitutas os adelantarán en el reino de los cielos». Claro que Italia es más peligrosa, porque aquí el clero no es muy conciliador con este tipo de trabajo, sobre todo si empieza a hacer ruido. Porque lo importante, según la táctica romana, es que las cosas «se hacen pero no se dicen». En el programa entra la convocatoria de un congreso nacional del gremio «para tratar nuestros problemas», han dicho las batalladoras mujeres de las autopistas. En verdad se trata de un problema que no es sólo de ellas, sino de toda la sociedad. Cerrar los ojos probablemente no servirá para nada. Un diario de derechas escribió ayer en primera página, con mucha sorna, que es justo que estas mujeres pidan un sindicato. Lo difícil, escribe este periódico, es saber si se trata de trabajadores que usan la inteligencia o las manos. Para los reaccionarios el sexo fue siempre ambiguo. Esto ya se sabe.

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