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La distribución de votos en la asamblea del fútbol favorece a los grandes

La Asamblea General es el cuerpo deliberante y de alto gobierno de la Federación Española de Fútbol. A ella compete realizar la función legislativa. Su influencia es decisiva. Las decisiones se suelen adoptar por votación de los asambleístas. El tema siempre conflictivo es la distribución de los votos, que favorece demasiado a los clubs «grandes». Son asambleístas los miembros de la junta directiva -veintidós en total-, un representante de los jugadores profesionales, otro de los árbitros y otro de los entrenadores; dieciocho clubs de Primera, veinte de Segunda, cuarenta de Segunda «B» y 120 de Tercera.

La representación parecerá perfecta en cuanto a cantidad, pero es incompleta por lo que se refiere a la calidad de los votos. Hace tiempo que se viene propugnando desde varios estamentos, sobre todo por lo que respecta a los clubs, la igualdad numérica de los votos para todos los asam bleístas. Mientras a los equipos de Primera División les corresponden diez votos, a los de Segunda, ocho, a los de Segunda «B», tres, y a los de tercera, uno. La diferencia es clara y se acentúa con el privilegio de aquellos clubs que han obtenido títulos de Liga y Copa, que les presuponen un máximo de votos adicionales de veinticinco.Por otra parte, las federaciones regionales, con una problemática futbolística bastante diferente a la de los clubs, cuentan con el 36% del total de los votos de la a.samblea. Las federaciones regionales están representadas en la asamblea por sus presidentes. Su cargo es presumible esté afectado e influido por los clubs más poderosos, que suelen ser, lógicamente, los de Primera Division. Por tanto, es fácilmente deducible la inclinación de las federaciones regionales.

Se llegó a acordar, para superar en parte esa diferencia de cantidad de votos de los asambleístas, que fuesen los integrantes de sus categorías los que votasen aquellos temas afines. Los de Primera División votarían temas relacionados con esta categoría; los de Segunda, los suyos, y así sucesivamente. Pero ese acuerdo no consta por escrito en ningún artículo de los estatutos y reglamentos de la Federación Española.

La modificación de la distribución de los votos debería realizarse en el transcurso de una Asamblea General. Tal modificación no se llegaría a aprobar, pues lo impediría la actual distribución de los v otos. Se trata de un círculo vicioso, «o la pescadilla que se inuerde la cola». Su solución debería partir de un acuerdo superior, impuesto unilateralmente.

El fútbol español, por tanto, a nivel legislativo, no es democrático. Las decisiones no pueden ser imparciales y justas cuando existe diferencia del número de votos en los asambleístas. Los datos son estos:

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