El festival de peluquería que no tuvo lugar
Soy una profesional de la peluquería y estética, una más entre un centenar de compañeros, que reservó y compró una invitación para asistir al festival titulado pomposamente «Gran Taller Profesional en pro del Arte Joven», cuya celebración estaba prevista en Madrid para el 18 de los corrientes, a las diez de la mañana, en el Palacio de Congresos y Exposiciones.Cuál no sería mi sorpresa y la de mis compañeros concurrentes que a la hora citada no habían hecho acto de presencia los promotores del festival. Esperamos un tiempo prudencial en la creencia que se personarían y darían las oportunas explicaciones. No fue así.
Más tarde fuimos informados por uno de los conserjes de dicho centro haber recibido el día 15 de los corrientes una lacónica nota comunicándole que el festival quedaba suspendido definitivamente.
Así las cosas, se formó una comisión representativa para intentar poner una denuncia. Se llamó a la policía, quien nos remitió al Juzgado de Guardia, donde nos dijeron que este tipo de hechos no era de su competencia, y en caso de poner una demanda judicial deberíamos acudir a un abogado, por ser cuestión civil. Idénticas respuestas recibimos en la comisaría de distrito.
Ante los hechos, optamos por una, hacer un escrito con las correspondientes firmas, identificadas con el DN l, tratando así de solucionar el problema por la vía jurídica.
Me siento timada, engañada, y no por lo que se refiere a los gastos efectuados, sino por la falta de consideración y respeto, más aún, menosprecio hacia los profesionales de la peluquería, de unos señores, por ponerles etiqueta, de jugar a hacer negocios y pretender conseguir pingües beneficios a nuestra costa.
Fueron muchos los profesionales desplazados de diversos puntos del país que acudieron a la hipotética gala, atraídos por el reclamo que personificaba el conocido peluquero Daniel Blanco, quien prometía no íbamos a perder el tiempo, según escrito por él firmado.
Después de lo actuado, pienso que los organizadores no tenían la idea de ofrecernos una gala artística, comida incluida, sino más bien la de embolsarse unos sabrosos dividendos, sobre el precio de 3.800 pesetas por invitación. Fallaron sus cálculos, suspendiéndola, y a esperar acontecimientos.
Lo obligado hubiera sido personarse el director del festival y ofrecer las necesarias satisfacciones a los allí asistentes. No cabe duda que todo habría vuelto a los cauces de la normalidad en un marco de buen entendimiento. No ha sido así, los hechos están sin clarificar y las irregularidades abusivas se han producido sin que nadie dé la cara, atentando contra la digna profesión de peluquería.
El causante de tamaño engaño es Jaime Escribano Sánchez, director nacional de ventas de la firma WELLA, quien figura como director del mencionado festival, con sede comercial en la calle de López de Hoyos, 27, Madrid-6.
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