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Tribuna
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De la confidencialidad al secreto

La calle del Conde de Xiquena, donde tiene su despacho el socialista Gregorio Peces-Barba, ha sido uno de los principales escenarios donde los representantes de los partidos políticos -con exclusión de Alianza Popular- y el Gobierno han pactado, en secreto, la Constitución. Allí se reunieron PSOE y UCD para decidir que Peces-Barba firmaba el anteproyecto constitucional, después de su espectacular retirada de la ponencia. Y allí han venido entrevistándose después, no solo para garantizar el consenso, sino para hacer planes cara al futuro.Estas reuniones, negadas por sus protagonistas una y otra vez, pudieron comprobarse físicamente en la noche del viernes por redactores de EL PAÍS, tras paciente espera en la calle. A las dos de la madrugada, y aparentando un tono entre alegre y sorprendido «¡Hombre, vosotros por aquí!»-, el vicepresidente segundo del Gobierno, el portavoz del grupo parlamentario de UCD, el secretario del Grupo parlamentario Socialista y otros destacados representantes del pueblo español, salieron de su escondite con la Constitución prácticamente pactada. Un poco más de suerte por su parte, y las reuniones secretas habrían conseguido pasar inadvertidas...

Lo más curioso de todo este asunto es que alguno de los asistentes al despacho del señor Peces-Barba se apresuró a declarar ayer que tales reuniones no han tenido, en realidad, especial importancia, porque se han celebrado muchas. Pues menos mal que nos hemos enterado. La original democracia española va así de la confidencialidad que presidió los trabajos de la ponencia constitucional, al secreto actual; veremos qué se les ocurre para cuando haya Constitución. Pero la imaginación de los conductores del tránsito a la democracia ha quedado, desde luego, ampliamente demostrada.

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