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Los españoles en las plataformas petrolíferas noruegas desamparados ante las multinacionales

Juan Cruz

Cerca de 1.500 españoles están enrolados en la marina mercante noruega. El número decrece porque este país nórdico ha limitado la emigración y porque la racionalización y la crisis de la marina comercial aconsejan la reducción de las tripulaciones. Los problemas de desempleo a los que se enfrentan estos hombres, que tampoco encontrarían trabajo en España, no son nada si se los compara con los que padecen los quinientos españoles que trabajan en las plataformas petrolíferas del mar del Norte, bajo la jurisdicción noruega. Contratos leoninos preparados por multinacionales del empleo, condiciones de trabajo a destajo que recuerdan las de las épocas más negras de la historia del mundo son las bases para una existencia peligrosa e ingrata cuya única meta es el regreso al pueblo del que proceden.

ENVIADO ESPECIAL«Déjeme en paz. ¿No ven que estoy tocando la flauta?» El marinero gallego siguió desnudo, sobre la cubierta, mirando al vacío, produciendo su música. El oficial noruego le siguió gritando: «¡Vuelva a su camarote!», le dijeron al marinero. Dócilmente, éste caminó hacia su camarote cuando se lo pidió un oficial de mayor rango. Minutos después volvió a aparecer desnudo en cubierta, con un salvavidas al cuello. Se tiró al mar. La alarma y, las actividades normales en caso de naufragio se hicieron dueñas del barco.El barco lo tenía localizado por el sonido de la flauta que el gallego continuaba tocando impertérrito. Una chalupa siguió el sonido hasta que éste se hizo más leve y el marinero desapareció detrás de una nube, con su flauta.

«No lo entendemos. Era algo retraído, pero tenía una buena situación económica. No bebía. Era un buen empleado.» Esta fue la interpretación de los oficiales noruegos que declararon en el atestado con el que se intentó investigar las causas del extraño suceso.

El atestado, que debe tener ya diez años, dicen que está entre los legajos de la embajada española en Noruega. Podría haber otros muchos, menos espectaculares y menos surrealistas, pero tan reales como el que tiene como protagonista al marinero gallego, condenado como miles de españoles a trabajar en barcos forasteros, a volver una vez cada año a su casa -sin que pague su viaje la empresa- y a comer en la mayor parte de los casos en mesas distintas a las que ocupan sus colegas extranjeros de embarcación.

Los marineros españoles que esperan en la Casa del Marino de Oslo a que las oficinas oficiales de colocación les proporcionen un empleo en los barcos ya no son tan numerosos como antes. En la noche en que nos reunimos con ellos había cerca de veinte. El grito con que acogieron esta pregunta (¿Qué hace la Administración española por ustedes?») fue unánime: Nada. Bien considerado, afirman que ante la ausencia de acuerdos entre los dos Gobiernos, poco podría hacer.

En Noruega las autoridades que entrevistamos sobre la situación de los marineros españoles usan el mismo adverbio. Declaran no saber prácticamente nada acerca de la grave situación de los que trabajan en las plataformas petrolíferas, que se ven obligados a cubrir hasta 84 horas semanales de jornada normal. Consideran que los problemas de crisis de empleo que sufren ahora los marineros españoles son simple consecuencia de la reducción de un alto porcentaje de personal como consecuencia de la racionalización de la marina mercante.

Los españoles que se refugian entre las cuatro paredes del caserón del marino, en Oslo, afirman que el descenso afecta casi exclusivamente al emigrante. Las autoridades noruegas, que niegan esa afirmación, declaran también que aquellos barcos que antes tenían cincuenta tripulantes ahora precisan sólo treinta. La espera del puesto de trabajo, en estas circunstancias de restricción, supone para los emigrantes una zozobra tan angustiosa como la que se padece a bordo.

Trabajador «estable y excelente»

Los marineros españoles se quejan de las condiciones en que viven. Los que regresan a los barcos, después de haber permanecido algún tiempo en sus casas, vuelven a ser nuevos a bordo. Las posibilidades de ascenso son limitadísimas. «Cuando nosotros hacemos algo mal en el barco, tras haber realizado bien ciertas tareas seguidas, ese defecto anula todo lo demás. A veces nos da la impresión de que se trata de expulsarnos.» Las autoridades noruegas señalan que el marinero español es «un trabajador estable y excelente».Los que trabajan en las plataformas petrolíferas que se sitúan en las aguas territoriales noruegas también son excelentes y estables. Al día pueden llegar a trabajar doce horas seguidas, sin que las compañías que los contratan consideren ninguna de ellas extraordinarias.

Las compañías también contravienen las convenciones internacionales sobre el trabajo y no permiten que se siga la norma que obliga en esta clase de empleos a conceder quince días de vacaciones por cada mes de trabajo en las plataformas. ¿Por qué aceptan ustedes estas condiciones? «Porque en España no hay trabajo.» ¿Y por qué vienen aquí sin tenerlo aquellos que están parados? «Porque no hay garantía alguna de que nos llamen las compañías si no estamos todo el día por sus oficinas mendigándoles este empleo.» Cuando lo consiguen, su salario como tubero, por ejemplo, será inferior al que percibe un norteamericano por igual concepto.

Los noruegos nos miran asombrados cuando les contamos, por ejemplo, que en los contratos de quienes trabajan en las plataformas petrolíferas se especifica que en aquellos casos de litigio o de accidente son las leyes panameñas -bajo cuya bandera se amparan tales plataformas atlánticas, situadas en la jurisdicción noruega- las que deciden sobre los derechos de los trabajadores. «Sabemos que hay muchas irregularidades -concede el subsecretario de Estado del Ministerio de Petróleo y Energía, Trygve Tamburstuen- No sabíamos que afectara a los españoles. Todas las compañías que transgreden las normas de seguridad y laborales impuestas por el Gobierno noruego están siendo investigadas. Brown and Root, una de las compañías de las que ustedes me hablan, está ahora bajo esa investigación.»

Picaresca multinacional

El presidente del Partido Laborista, Reiulf Fteen, muestra la misma alarma. «Me dejan ustedes atónito», dice el líder del grupo que está ahora en el poder. «Las compañías multinacionales que no respetan nuestras leyes nos causan muchos problemas, pero es política de nuestro partido hacerles la vida dificil para que las cumplan o para que, en todo caso, vayan abandonando nuestra plataforma continental.»Tanto el presidente del Partido Laborista como las autoridades de la Marina Mercante y el subsecretario que ya hemos citado repiten algo que los marineros escuchan con paciencia cuando les contamos la respuesta: «Deben sindicarse y acudir a las oficinas oficiales noruegas cuando sepan que se les trata mal en alguna de estas empresas multinacionales.»

Los 1.100 (otras estimaciones señalan 1.500) marineros españoles enrolados en barcos mercantes noruegos no tienen problemas sindicales. «La mayor parte de los quinientos que trabajamos en las plataformas nos encontramos despedidos por cualquier motivo si entramos en la organización sindical noruega.» Para evitar complicaciones de este género, un buen número de marineros españoles han acudido a la Unión General de Trabajadores de España, que tanto en el mar del Norte noruego como en la parcela de los escoceses ha tenido diversas intervenciones de asesoramiento sindical. No es suficiente.

Como apunta Reiulf Fteen, la picaresca multinacional es increíble. «Ya les digo. Nos causan muchos problemas esas compañías de contratación. Además, resulta difícil controlarlas porque cuando se sanciona a una, ésta se disuelve y sus responsables pasan a formar otra que comienza a funcionar legalmente hasta que se les descubre de nuevo llevando a cabo prácticas ilegales.»

Se aprovechan de personal desesperado, asiáticos, turcos, griegos, españoles, tunecinos, «que , dice el señor Fteen, llega a Noruega con visas turísticas o que son contratados y transportados directamente a las plataformas sin que nosotros tengamos conocimiento de lo que sucede. Eso facilita la explotación de la que ustedes nos hablan».

No hay una oficina laboral española en Noruega. Los acuerdos de las autoridades españolas con las noruegas en materia laboral no cubren el espectro que estos marineros creen necesario para contar en Noruega con iguales derechos que los que tendrían de vivir en España. Algunos de los entrevistados en Oslo creen que la Casa del Marino, que es una buena realización oficial española, debería complementarse con estos asesoramientos laborales que precisan los marineros para canalizar la reivindicación de sus derechos

La esperanza real de estos hombres es volver a su tierra. La soledad es intensa. No son ellos sino los propios noruegos los que afirman que existe una discriminación humana que les afecta en los barcos y que parece tener su origen en las dificultades del lenguaje. Otras frustraciones -familiares, de trabajo, de falta de estímulos para ascender en la consideración profesional- contribuyen. a crear situaciones de lejanía mental y física que desembocan en historias menos llamativas, pero tan trágicas como la que protagonizó el marinero gallego, hundido en el mar con su flauta y con su desespero.

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