Crece la contestación en el interior del Partido Comunista francés
La contestación en el interior del Partido Comunista francés (PCF), adquiere proporciones apreciables tras el fracaso de la oposición de izquierdas en los recientes comicios legislativos. La dirección del partido, la estrategia practicada durante los últimos seis meses -considerada como el elemento determinante de la ruptura de «la unión de la izquierda» y de la derrota electoral- son criticados abiertamente. Desde el exterior, el comportamiento del PCF es considerado por algunos analistas como índice de un posible abandono de la línea democrática que adoptó en el XXII Congreso hace dos años.
Días pasados, las células del PCF, del distrito número cinco de París, celebraron una asamblea general en la que estudiaron la situación política poselectoral. Cuando el secretario de sección leyó el informe, apoyándose en las tesis elaboradas por la dirección del partido («giro a la derecha de los socialistas», «el PCF no es responsable en medida alguna de la derrota»), los presentes se carcajearon unánimemente y el orador acabó también contagiado por la hilaridad. En la referida reunión, el historiador comunista Jean Ellenstein, considerado como el «cerebro» del eurocomunismo, criticó severamente el informe que había presentado el Buró Político del PCF tras el resultado de las elecciones. El hecho referido es un testimonio revelador del amplio debate que se está realizando en el interior del PCF. Día tras día no sólo los intelectuales del partido, sino los cuadros y representantes de la base, faltos de plataformas en la prensa comunista, se expresan públicamente según sus posibilidades.Reproches
A través de esta contestación se evidencia que los militantes, sorprendidos cuando la dirección decidió suspender la actualización del Programa Común en septiembre último, quisieron creer que se trataba realmente de domesticar a los socialistas para curarlos de su « enfermedad » socialdemócrata. Pero el comportamiento posterior de la dirección y, sobre todo, la firma del documento de «unión» realizado tras la primera vuelta de las legislativas, ha vuelto a confundir a una fracción de la base de la que no se conoce su amplitud, pero que se sospecha importante.
«Este acuerdo electoral, repiten todos los críticos, no clarificaba ninguno de los puntos esenciales en los que el partido había fundamentado la ruptura del 22 de septiembre: ¿por qué, entonces, no haber firmado la actualización del programa en aquella época?»
A la dirección se le reprocha, igualmente, el tono, el lenguaje y los métodos empleados durante la campaña electoral: el «obrerismo y el miserabilismo» del discurso comunista, subrayan los militantes de base e intelectuales, pertenecen a sociedades subdesarrolladas y no tienen nada que ver con la trayectoria democrática iniciada con el XXII Congreso.
El secretario general, Georges Marcháis, que a lo largo de los seis meses de batalla contra el PS desarrolló los temas de que «los comunistas somos los únicos representantes de los obreros», «los ricos ganan mucho y veinte millones de franceses están al borde de la indigencia», es la diana preferida de la contestación.
La dirección, a la expectativa
La dirección, por ahora, parece mantenerse a la expectativa. Ayer, por primera vez, en el órgano nacional del partido, L'Humanité, estimó que la contestación era consecuencia de «una campaña contra el partido». Aunque los últimos días se ha evocado la posibilidad de sanciones espectaculares contra algunos dirigentes regionales o intelectuales que se han manifestado en la prensa no comunista, por ahora no se ha concretado nada en este sentido.
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