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Clarificación del panorama sindical

En tres meses escasos se ha clarificado en buena medida el confuso panorama sindical heredado de franquismo. Las elecciones sindicales, convocadas tarde y mal por el Gobierno, con un decreto provisional lleno de lagunas y exclusiones, se han generalizado y hoy, aún a falta de que se celebren las elecciones en las dos mayores empresas del país (Renfe y Telefónica), pueden darse prácticamente por terminadas. Los resultados, más allá de los porcentajes concretos obtenidos por esta o aquella sigla, son un éxito en cuanto a participación de los trabajadores y en cuanto al número de empresas que han acudido a las urnas.Las elecciones, por otra parte han demostrado -ahí están lo inamovible de las relaciones semanales de resultados- quién es quién en el sindicalismo, más allá de las campanas publicitarias, de las movilizaciones oportunistas, o de los oscuros deseos de determinadas fuerzas políticas o económicas. El sindicalismo amarillo, propiciado por muchos y negado por todos, ha sido el gran derrotado en estos comicios. La patronal ya conoce quién son y quienes van a ser sus interlocutores válidos para la negociación colectiva y las relaciones laborales. Las fuerzas políticas también deben saberlo.

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Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores, a la postre vencedoras en estos comicios en que han conseguido el 70% de los representantes, consiguieron esta victoria hace meses. La materializaron en el momento que abandonaron sus querellas bizantinas sobre listas abiertas o listas cerradas, sus mutuos ataques en cuanto a la dependencia directa o no de determinados partidos políticos y en cuanto a su funcionamiento democrático interno. Todas estas pugnas justificaban en buena medida la política sindical confusa e indecisa del Gabinete, que hoy llamaba a esta central y mañana a aquella, sin empacho alguno, poniendo en duda el respaldo que había detrás de cada sigla y poniendo sobre la mesa de diálogo, nunca de negociación, las limitaciones al crecimiento de las rentas salariales, el destino del patrimonio sindical o el futuro de la negociación colectiva, según conviniera. Las disputas de las centrales, esgrimidas oportunamente por la Administración, evitaban cualquier acuerdo y las decisiones o no se tomaban o se tomaban unilateralmente por el Gobierno, mientas que el elefante de papel del verticalismo subsistía con sus jurados y enlaces en múltiples empresas en conflicto o con la negociación o revisión del convenio en puertas.

Hay que reconocer, sin embargo, que el proceso electoral desbordó en el tiempo los acuerdos tomados por CCOO y UGT, que en sus previsiones -anunciadas en rueda de prensa por los secretarios generales de ambas organizaciones- daban por Finalizado el proceso en la primera quincena de febrero.

A lo largo del proceso, todas las centrales y de forma muy destacada la UGT, sobre todo en los primeros tiempos, desplegaron una campaña propagandística en los medios de comunicación (prensa y radio) mientras afirmaban que estas elecciones no eran las legislativas y que la propaganda había que hacerla en los centros de trabajo. Ciertamente, al margen de la contradicción, los resultados de las elecciones sindicales han demostrado su naturaleza distinta de las legislativas. La UGT, que pensó por un momento ser la primera central del país a la sombra de la aceptación obtenida por el PSOE, el partido hermano, en las elecciones legislativas del 15 de junio, ha conseguido muy buenos resultados, pero se ha visto sobrepasada por CCOO. Los votos obtenidos por esta central en estos comicios tampoco se corresponden con los que en las legislativas obtuvo el PCE, partido en el que militan muchos de los militantes de CCOO y que recomendó a sus afiliados que votaran a esta central. Se han dado, en suma, diferenciaciones a la hora de votar en unas u otras elecciones, pesando tal vez más la honradez y el activismo del compañero en estos comicios que su ideología política. Muchos votantes del PSOE en junio, probablemente han dado hoy su sufragio a Comisiones Obreras.

El derrumbamiento de algunos sindicatos nacionalistas, a excepción de ELA-STV que ha confirmado una gran fuerza en Euskadi, y el papel casi testimonial que otorgan los resultados a otras centrales de ámbito estatal, son también extremos a destacar en estas elecciones, junto a la supervivencia de la Unión Sindical Obrera tras la reciente crisis y escisión.

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