Un español, mejor cazador del mundo 1977
Un gallego de 47 años y afincado en Sevilla, Valentín de Madariaga ha sido reconocido internacionalmente como el mejor cazador del mundo. Ha ganado el Premio Weatherby, que se otorga anualmente en Los Angeles, y que constituye en el mundo cinegético un verdadero Premio Nobel o un Oscar. Valentín de Madariaga ha cazado en todos los continentes, matado 1.350 animales de caza mayor y ha sido el primer cazador no americano que ha conseguido todas las especies de Estados Unidos.
Valentín de Madariaga es un hombre alto, delgado, pero no exento de fortaleza. Con un rifle entre las manos seria capaz de supervivir en una selva africana: «Conozco a los animales. A los cazadores se les desarrolla un sentido. Se puede captar la presencia de un animal sin verlo ni olerlo.» No por esto presume de un sexto sentido porque sabe que estas percepciones extrasensoriales se desarrollan por el simple hecho de estar en contacto con la naturaleza. Es un hombre que ha estado al borde de la muerte con un elefante como enemigo. A simple vista parecería un cazador aventurero y matador, pero tiene una filosofía que le define como defensor de la naturaleza y de los animales. Precisamente por esta virtudes ha recibido el Premio Weatherby.Como trofeo de caza mayor se considera todo a que que tiene una dimensión medible. En el mundo hay 235 especies de animales que se consideran trofeos. Valentín de Madariaga tiene 210. «Me faltan animales de lugares que generalmente están cerrados hoy día, como son, en Africa, norte del Tchad Angola y Uganda, y en Asia, toda la linde de Siberia, China y Pakistán.»
La caza, tradición de los reyes españoles
Los españoles son, después de los norteamericanos, los hombres que más practican en el mundo el safari. Valentín de Madariaga explica esto porque, el español es particularmente muy cazador: «Somos un pueblo guerrero, y la caza, tradición de nuestros reyes.» Pasa cincuenta días al año fuera de España, cazando allí donde le falte una especie o donde pueda mejorar el trofeo de otra.La enorme pasión por la naturaleza y la caza la heredó Valentín de Madariaga de su padre: «Empecé con la escopeta de aire comprimido; después, la perdiz, y a los diecisiete años me hice montero. Mi primer safari fue en el Tchad. Tardé años en volver a Africa. Cambié desde entonces constantemente de lugar, buscando nuevos sitios y preferiblemente la montaña... Austria, India, Kashmir, Hungría, Alaska, Irán, Australia ... »
Es doctor ingeniero industrial y en su despacho madrileño, adonde acude todas las semanas, un mapamundi cubre una pared entera. Sentado frente a él, saborea lances pasados, lances peligrosos los que la muerte acechó: «En el Congo perseguimos en una ocasión un elefante por la floresta, yendo por el túnel que había marcado. Dos elefantes salieron huyendo, pero el grande se quedó allí. Los negros comenzaron a gritar: Emsomakua ("El elefante está ahí"); vino derecho hacia mí y lo maté a tres metros de distancia con un tiro en la frente. Fue un milagro.»
Valentín de Madariaga tiene catalogado al elefante, junto con el búfalo, como el animal más peligroso, «aunque lo más impresionante es el león herido». También ha visto peligro en las montañas: «Con los animales hay peligro si uno se equivoca; en las montañas hay que extremar la prudencia pues la afición conduce a veces a unas situaciones límites.»
Ahora sale a cazar menos que antes. De las especies españolas sólo le falta por matar el lince y el oso, puesto que están protegidos Los ha tenido en el punto de mira de su rifle y no los ha disparado. Esto entra dentro de la ideología que mantiene Valentín de Madariaga porque no mata por matar, aunque defiende la teoría de que los cazadores son necesarios para la conservación de la Naturaleza. Mantiene que si los animales de caza no se controlan, se multiplican y extienden a otros terrenos que el hombre necesita para sus cultivos; los furtivos los cazarán. Si estos animales se guardan y no pueden extenderse, degeneran tanto por falta de alimentación como por no eliminar a los débiles, además de degenerar también la flora: «En la isla de Kayon Daghi, del lago Rezayet, en Irán, se soltaron carneros de Armenia, que se multiplicaron de tal manera que llegaron a disminuir sus trofeos respecto a los que existían fuera de la isla con una densidad natural.» También existe el caso contrario si la fauna no se guarda, ya que desaparece: «En Kenya, país modelo de caza en Africa durante años, se ha prohibido la actividad cinegética; es posible que cuando se vuelva a abrir queden muchísimos menos animales que cuando se cazaba antes.»
Valentín de Madariaga defiende, pues, el derecho a la caza, cuya socialización sería un peligro: «Según este planteamiento, todos tienen derecho a cazar. Donde así se ha hecho hoy no caza nadie, como en Portugal, Italia y Grecia. La caza se debe concebir como una explotación complementaria de la tierra. El cazador de trofeo debe pagar por ella. Cuanto más se pague, más caza habrá. En el sur de Africa se han repoblado de caza fincas antiguas de ganado por ser así más rentables. De cualquier manera, en ciertos países africanos la imagen de la caza se liga a la del colonialismo, y es lamentable que por esto se cierren a la caza país tras país donde esta actividad era una importante entrada de divisas que no se sustituirá por nada. »
Conociendo a Valentín de Madariaga se ve claramente que no se trata del cazador matador. Sus principios, su manera de entender la caza, le hacen seleccionar las futuras piezas a cazar de manera tal que no daña la fauna. Por eso le ha sido entregado el Premio Weatherby. Todo empezó cuando Mac Elroy, cazador norteamericano, vino a España a cazar la cabra. Vio la colección de Valentín de Madariaga, que posee en su casa de Sevilla, y a su regreso a Estados Unidos le propuso para el premio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.