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Salvan la vida de un niño que permaneció cuarenta minutos bajo el agua

Cuando Manuel González ingresó en la Clínica Puerta de Hierro estaba clínicamente muerto. Técnicamente hablando ofrecía un cuadro de «parada cardíaca cardiorrespiratoria por inmersión prolongada en agua dulce asociada con hipotermia accidental». Los médicos que le atendieron se plantearon entonces averiguar cuánto tiempo había estado sumergido en agua. «Lo demás era anécdotico», explican ellos. Y lo averiguaron al fin a través de conversaciones con familiares, bomberos y policía: el niño había estado bajo el agua fría de la zanja un tiempo estimado entre los treinta o cuarenta minutos.A eso del mediodía Manuel González Angel, cinco años de edad, jugaba con un hermano algo mayor, seis años, en torno a su domicilio en Peñachica. «Hay una constructora -dice su madre- que levanta zanjas por todas partes. El niño estaba jugando, resbaló y cayó en una de ella que tiene una profundidad aproximada de tres metros y medio de los que unos dos metros y medio estaban llenos de agua. Su hermano ante el hecho, vino y me dijo "rnamá, mamá, corre mucho que el niño se está ahogando". Bajé corriendo y no veía a nadie, sólo la zanja, sabiendo que estaba mi hijo allá dentro.»

«Cada minuto que pasaba -prosigue su madre- aumentaba mi sufrimiento. Pedí socorro, empecé a llorar y a gritar. Bajé a una obra que había cerca y subieron unos obreros conmigo. Uno se metió en el agua pero no le pudo coger. El agua estaba muy sucia y no sabía bucear. Se metió hasta la altura de la barbilla. Entonces llamamos a los bomberos. Vinieron al cabo de cinco minutos y el primero que se metió en la zanja dio con el niño. Le llevaron en un coche patrulla de la policía a la Clínica Puerta de Hierro.»

El niño ahora se recupera totalmente sin haber sufrido lesión irreparable alguna en su cerebro por falta de riego sanguíneo, como habría sido de suponer. ¿Causas? Los médicos no quieren hablar de hechos extraordinarios, milagrosos o genialidad terapéutica alguna. En el Servicio de Anestesia y Recuperación, donde ya han logrado cuatro éxitos de este tipo, la salvación de cuatro niños ahogados, considera los hechos científicamente explicables, aunque sorprendentes y similares a otras curaciones comunicadas en revistas intemacionales de casos parecidos en Noruega, Suecia, Finlandia...

«Tras su ingreso en la clínica -nos explican-, se iniciaron las maniobras de reanimación con intubación endotraquel, ventilación con oxígeno, masaje cardíaco y administración de fármacos cardioactivos, consiguiéndose actividad cardíaca al cabo de unos diez minutos. La exploración neurológica en ese momento mostraba ausencia de reflejos del tronco cerebral y electroencefalograma plano.» Aunque la muerte clínica era, por consiguiente, un hecho, el niño no presentaba alteraciones pulmonares como habría sido de esperar ni hemólisis -ruptura de los hematíes del torrente sanguineo-, frecuente en los casos de ahogamiento.

En estos casos se puede producir parada cardíaca y pocos minutos después, al cabo de unos tres o cinco minutos, un daño irreparable en el cerebro por falta de riego sanguíneo. ¿Cómo no sucedió todo ello en este caso? El niño experimentó, a la vez que la inmersión en el agua, un enfriamiento similar al que se provoca artificialmente ante ciertas intervenciones quirúrgicas e ingresó en la clínica a veintitrés grados centígrados. La hipotermia -descenso de la temperatura corporal- protege el cerebro del referido daño irreparable. Pero también en torno a este aspecto todo es enigmático. Porque, según explican los especialistas, «para enfríar a un niño de esa edad hasta veintitrés grados se necesitaría una hora. Nosotros, cuando hacemos hipotermias, necesitamos muchos minutos». La incógnita, pues, es explicar cómo resistió el cerebro, desde la parada cardíaca.

Según los médicos, cabe pensar que «en vez de ahogarse, inhalando agua, se suspendió la respiración». De hecho, a veces se ha producido el fallecimiento de campeones de pesca submarina al provocarse por la falta de respiración una parada respiratoria y posteriormente una parada cardíaca. «El niño debió experimentar la parada cardíaca y un alto y rápido nivel de hipotermia que protegió su cerebro del daño que habría ocasionado la falta de riego. Pero ¿cómo pudo suceder todo ello? «Los niños parece que tienen una resistencia superior», es la única respuesta de unos científicos que se muestran sorprendidos, aunque no maravillados. De hecho, en la Clínica Puerta de Hierro existe un excelente sistema de prevención ante paradas cardíacas. Mediante timbres especiales de llamada desde la habitación y un sistema de comunicadores que lleva cada especialista y auxiliar en su bolsillo, antes de los tres minutos transcurridos desde el paro cardíaco se asiste al afectado. Ayer mismo, de tres paradas cardíacas producidas, dos fueron superadas con éxito. «Nos llena de satisfacción salvar una vida -aseguran las personas responsables, que en ningún momento quieren hacer público su nombre-, pero salvar la vida de un niño es mucho más satisfactorio aún.»

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