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En Madrid se sigue sin ver fútbol

En Madrid se sigue sin ver fútbol. Lo del domingo en el Manzanares, el supuesto encuentro Atlético de Madrid-Rácing de Santander, fue un simulacro, otro ejemplo lamentable -aumentado, si cabe- del más puro desastre balompédico. Semana tras semana, los dos equipos que llevan el nombre de la capital están empeñados en una lucha abierta para ver quién lo hace peor. Sólo la visita de algún verdadero equipo con fútbol en sus botas y en su cabeza -el Spórting, por ejemplo- puede salvar los desastres. Pero si el visitante de tumo es tan rematadamente malo como lo fue en esta ocasión el Rácing, el espectáculo puede alcanzar -y así sucedió- simas de ridículo. El Atlético ganó por 3-0, pero sus dos últimos goles los obtuvo casi en el descuento, tras pasar, increíblemente, unas pequeñas angustias ante un rival que sólo al final tiró a puerta tres veces.El Rácing, con bajas para acabar de estropearlo, confirmó cumplidamente su posición en la tabla. Sólo cuando entró Juan Carlos en el centro del campo, por el lesionado delantero Víctor, el equipo montañés engarzó algo de juego. De todas formas, su nulidad cara al marco atlético fue total, mientras estuvo en ella Reina. Después, al lesionarse el guardamenta titular, Pacheco, encima de estar frío, pasó por los únicos momentos de apuro.

Pues bien, ante este flojo contrario, el Atlético dio otra exhibición de mal jugar. Si al principio el tándem Leal-Rubio funcionó algo por la izquierda, todo quedó en fuegos de artificios sin ninguna entidad. Una pared de ambos, a los catorce minutos, la desvió Damas a córner; una jugada típica del centrocampista, con pase a Alberto y centro de éste, la desperdició Rubén Cano, nada afortunado. Y nada más. El colmo del juego absurdo que se estaba viendo -con un Santander inexistente, aún sin Juan Carlos- vino en el minuto veinticinco con el gol anulado a Rubio. Fue un error arbitral, pero Rubio, Para pasar a Leivinha, tuvo que beneficiarse de un rebote de carambola.

El Atlético dominaba, porque en el centro del campo Leal, Marcial y Alberto se imponían sin problemas a Barrero, Sergio y Portu. El marcaje en ambos equipos fue claramente por pares y desde el comienzo Marcelino, Eusebio y Ayala -confirmado y bien confirmado como lateral izquierdo, pues sólo vale actualmente para estar ahí «escondido»- vigilaron a Mir, Quique y Víctor. Enfrente, Diaz, Geñupi y Junco se dedicaron a Rubio, Leivinha y Cano. Como ni siquiera el Atlético tuvo cohesión y los fallos en el pase se sucedieron, el partido no pudo ser peor.

Con la entrada de Juan Carlos el Rácing pasó de un 4-3-3 a un 4-4-2 más precavido aún y hasta el descanso el ex barcelonista se emparejó con Marcial, al que dio trabajo suficiente para seguirle. Ayala se encargó entonces de Sergio. La poca ambición montañesa, al conformarse claramente con el empate inicial y sólo jugar con la anticipación necesaria para mantener controludo el dominio atlético, hizo que el partido siguiera igual de mal. Luego, de otro fallo de Rubén, que disparé alto -al estilo de Brujas, en el último minuto-, no hubo más ocasiones. El Rácing ni siquiera tiró a puerta. El Atlético, en su impotencia una vez más, sólo había repetido centros de Marcelino y Alberto, para nada.

El gol, sin embargo, aunque fuera de sorpresa, nunca fruto de un juego ligado, con cierto nivel seguido de calidad, se veía venir por la superioridad local. Nada más iniciarse el segundo tiempo, otro gran jugada de Leal casi la remató Marcial de tacón a dos metros de la línea. Al marcharse Barrero y entrar Quinito, Yosu, el entrenador santanderino, colocó a Juan Carlos sobre Leal y a Sergio con Marcial. No es que cumplieran precisamente bien sus hombres, pues justo de una jugada de los dos rojiblancos llegó el primer tanto. Premió al mejor, pero más bien cabría decir al menos malo. El partido era lamentable, y el propio Leivinha iba a desperdiciar dos disparos más, con el Atlético más tranquilo -encima- y el Rácing -increíblemente- ni siquiera con prisa pese a ir perdiendo.

De cualquier manera, como el fútbol sigue siendo un juego y la lógica no suele resultar su aliada, utilizó también el desastroso partido del domingo para engañar al personal. A fin de no perder la costumbre, el Atlético ofreció sus minutos de angustia e incluso el gol anulado -con justicia, eso sí- al Rácing en el minuto 43. Naturalmente, nadie se podía imaginar que del 1-0 se iba a pasar, con apuros incluidos, a un 3-0 rotundo. Desde luego, la entrada de Herencia por Alberto -tras un continuo infortunio en el pase de éste- no solucionó nada. Sólo se colocó en la izquierda, marcado por Juan Carlos y Leal, pasó a la derecha, con Portu. Sucedió simplemente, que el Rácing descuidó los marcajes. Tuvo tan pocas fuerzas, que como en esos momentos finales tiró tres veces a puerta, «se descuidó». Lo triste es que el Atlético, ante un enemigo tan pobre, estuvo a su infima altura. El 3-0 fue una anécdota. El fútbol sigue de espaldas a Madrid.

Ahora, queda la esperanza de que el próximo Madrid-Rayo nos devuelva el espectáculo. ¿Será posible? Las perspectivas siguen sin ser halagüeñas. Los blancos, con el Barça cada vez más cerca, viven en un continuo quiero y no puedo; los vallecanos, únicos animadores últimamente, parecen también en trance de desinflarse. El Atlético, mientras tanto, que ha hecho sus malos méritos para ello, deberá intentar dejar sus negativos en Alicante ante un Hércules «desesperado».

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