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Tribuna:Ante el debate constitucional
Tribuna
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El bipartidismo es inevitable en España

Catedrático de Derecho Político

El día 5 de enero, en el programa televisivo Cara a cara, Tierno Galván y Fernández de la Mora mantuvieron un diálogo sin enfrentamientos ideológicos. Fue un diálogo o casi un monólogo matizado con detalles irrelevantes más en la forma que en el fondo. El centro del diálogo entre estos dos políticos fue el de la democracia pluralista. Ambos políticos se pronunciaron a favor del bipartidismo frente al pluripartidismo como la fórmula mejor para el buen funcionamiento de la democracia. El líder de AP defendió totalmente el bipartidismo, manifestando que el factor decisivo para que se instaure es la previa existencia de una ley electoral con escrutinio uninominal simple -al modo inglés-; Tierno Galván, aun siendo partidario del bipartidismo, matizó que, en las actuales condiciones de España, «sin una experienciádemocrática y con pluralidad de intereses, debe darse paso a la posibilidad de otros partidos».

Los partidos y la democracia

La autorización legal y funcionamiento de los partidos políticos en España planteó y se plantea de cuando en cuando -como el día 5 de los corrientes- la vieja problemática sobre la conveniencia de un sistema bipartidista o multipartidista, para la mejor marcha de la democracia pluralista. Pero esta «vieja polémica», planteada, a veces, desde una perspectiva más teórica que real, ha cobrado -o está cobrando- en nuestro país un carácter peculiar; es decir, existen, por obra y gracia de una defectuosísima ley electoral (que reguló las elecciones del 15 de junio de 1977 y que no es el momento de comentar), dos grandes «partidos» (la UCD y el PSOE) que, además de haber prácticamente marginado a los pequeños partidos (ahí tenemos el caso de los grupos parlamentarios), están transidos de una profunda crisis.

Hay una pretensión, bastante difusa, de que las fuerzas políticas que deben jugar en el marco de la democracia se sitúen más cerca del sistema electoral mayoritario, anglosajón, tendente a favorecer mayorías parlamentarias estables, que del sistema proporcional que lleva normalmente -se suele afirmar- a una fragmentación excesiva de las fuerzas políticas, y, por tanto, a una casi cierta inestabilidad ministerial. Hasta tal punto esta pretensión está cobrando cuerpo en España que no sólo es que el proyecto gubernamental -que analizaremos en otra ocasión- para las elecciones municipales está orientado a establecer un bipartidismo, sino que el propio secretario del PSOE, en una entrevista publicada en EL PAÍS (15-1-78), dice lo siguiente: «En 1977 se produjo el hecho fundamental para la transición: las elecciones generales del 15 de junio. El pueblo expresó su voluntad soberana, voluntad inequívoca de cambio democrático, concentrando sus opciones en dos alternativas básicas, completadas por algunas más de carácter secundario.» Y más adelante afirmaba: «Fue también evidente que el pueblo no deseaba mantener la multiplicidad de siglas que poblaban el panorama político en la primavera del 77, y, por el contrario, se orientó hacia lo que podíamos considerar un bipartidismo imperfecto, clarificador y eficaz. Los últimos sondeos de opinion confirman esta comente. Y hasta los señores Tierno Galván y Fernández de la Mora han llegado a hacer un indirecto canto al bipartidismo en su reciente debate televisado.»

Consideramos un disparate -que puede tener consecuencias funestas- el intento de introducir en el país el sistema bipartidista, pues, como muy bien observa Carrillo, «los que piensan en un sistema bipartidista e ni España no tienen en cuenta para nada la realidad. Nuestras estructuras económicas y sociales se parecen más a las de Italia y a las de Francia que a las de Alemania Federal o Gran Bretaña. En España ese ideal sistema bipartidista me parece una pura especulación propagandística. Aquí habrá que gobernar con política de alianzas, tanto a nivel del Estado como a nivel municipal y autonómico». (EL PAÍS, 22-1-78.)

El sistema bipartidista y de pluralismo político moderado

El hecho de que el bipartidismo sea funcional en el marco del sistema político anglosajón, cuyas ventajas son evidentes, no debe inducirnos a trasplantarlo a otras realidades sociopolíticas totalmente distintas, como es, por ejemplo, la española

En un plano «abstracto» cabría afirmar, con Giovanni Sartori, que el two party system es la solución política más segura para el recto funcionamiento de la democracia y de una de sus instituciones clave: la oposición. Pero en una plano «concreto» el bipartidismo puede acarrear funestas consecuencias, como veremos a continuación.

La condición indispensable para que pueda trasplantarse el sistema bipartidista británico, verbigracia, a otros países es la previa existencia de una cultura política homogénea y secularizada o, como dice Tierno, en el citado programa televisivo, el bipartidismo debe ser el resultado de la educación política de los ciudadanos.... de una previa revolución cultural; y además se exige fundamentalmente la también previa existencia de una estratificación social relativamente nivelada. Este modelo bipartidista o de pocos partidos no radicalizados exige, como ya hemos indicado, la previa sociedad igualitaria o al menos en donde no existan diferencias sociales radicales. Con estos modelos de sistemas de partidos se beneficia a la democracia parlamentaria en tres puntos: 1) estabilidad ministerial; 2) estimula una posible -casi segura- rotación, y, por tanto, renovación en el poder, y 3) ofrece una alternativa ministerial al cuerpo electoral. El modelo bipartidista o pluralismo político moderado empuja a los partidos para una función de «agregación e integración», dificultando, por tanto, la ideologización de las posiciones e impidiendo la «bipolarización» rígida del sistema. En estas circunstancias puede tener éxito un proceso realista y pragmático de cambio ordenado, es decir, de cambio gradual sin peligros de desequilibrios para la balanza del régimen en cuestión.

Lo que es funcional. para un país puede ser disgregador en otro

Pero la bondad de un «modelo de oposición» no debe ser tratada abstractamente. El problema radica en si es viable o no tal «tipo de oposición», en el seno de un régimen, teniendo en cuenta su infraestructura económico-social, Un determinado «modelo de oposición» democrática, por ejemplo el británico, puede ser funcional para la buena marcha de la vida política de Inglaterra, y, por el contrario, ser disfuncional, disgregador en otros países que no reúnan los supuestos para que el modelo británico -basado en el two party system- pueda ser trasplantado.

Por eso, creemos conveniente detenernos en el análisis -aunque breve- de las graves consecuencia que podrían derivarse en España de una falsa imitación -faltando los supuestos sine qua non- del modelo bipartidista.

Resultaría superficial afirmar -y así lo hizo Fernández de la Mora el día 5 de enero- que la razón de ser del bipartidismo se encuentra en el sistema electoral, Razones históricas y, fundamentalmente, socioeconómicas, junto a las técnico-electorales, confluyen, presentes todos estos factores, a la hora de querer imitar aquella fórmula bipartidista por parte de los países latinos.

La historia política de Francia, Italia y la de España -concretamente, la de la II República- tiene un común denominador: inestabilidad política por falta de suficiente madurez cívica, por el multipartidismo vigente, trasunto -entre otras causas- del desequilibrado desarrollo económico y de la existente estratificación social...

El pluripartidismo exarcebado o multipartidismo es un factor de desintegración, al no permitir mayorías parlamentarias ni Gobiernos estables. En los países en vías de desarrollo y en aquellos que no han alcanzado la «debida nivelación social» -es el caso de Francia, en parte tan sólo, e Italia y España-, la implantación de dos únicos partidos o la forzada instauración de un pluralismo político moderado puede tener consecuencias perniciosas o catastróficas. En efecto, el bipartidismo tan sólo es viable cuando los partidos, con posibilidad de obtener mayorías parlamentarias, mantienen análoga concepción en torno a cómo debe organizarse la sociedad y a cómo debe ejercerse el poder del Estado, lo que sucede en las democracias anglosajonas. En Inglaterra, la diferencia de programas entre laboristas y conservadores es de grado. En Estados Unidos hay que hacer un gran esfuerzo para diferenciar a los demócratas de los republicanos. Si entre los partidos no existen unos mismos valores que constituyan un común denominador, el partido en la oposición romperá tarde o temprano el juego democrático para situarse en «oposición al régimen»; es decir, se convertirá en oposición disfuncional y disgregadora. Cuando la separación entre las clases es muy acentuada -como es el caso de Italia y el español- porque las diferencias económicas y sociales, entre ellas, es muy acusada, será natural que los partidos, al reflejar esta estratificación, sean defensores de programas políticos antitéticos.

La ley Electoral: factor decisivo y condicionante del número de partidos

El hecho de que el sistema de dos o pocos partidos no sea un producto de exportación no debe llevar al extremo opuesto de defender el multipartidismo o pluralismo político extremo, como diría Sartori. Se impone encontrar una vía media, el pluripartidismo moderado, o hallar una nueva forma de organización política con un número limitado de partidos.

Y aquí es donde cobra importancia y relieve una ley electoral, pues ella puede, en parte, ser un factor decisivo y condicionante en orden al número de partidos. Según sea el «quorum» de votos exigidos para que un candidato ocupe un escaño parlamentario, así serán las posibilidades existenciales de lospartidos. Si la cuota de votos exigibles es muy alta, media o baja, el número de partidos irá decreciendo.

Por razones sociológicas -y teniendo en cuenta la realidad española- opinamos que es inviable el sistema de dos partidos, como parece que se pretende, pero no, y en un futuro no lejano, el pluralismo político moderado. Hay que pensar en lafunción condicionante que los pequeños partidos pueden cumplir en el seno de una democracia pluralista, con una estratificación social no lo suficiente nivelada -como es el caso de las latinas-, que permita, en su día, si es que puede interesar, la implantación de un sistema análogo al bipartidismo británico o al de pocos partidos. El papel que los pequeños partidos pueden desplegar en el marco de las democracias pluralistas y más aún en el de las recién nacidas, como la española, es importantísimo.

Los partidos minoritarios pueden servir como hipotecas que pesarán sobre los grandes partidos en los Gobiernos de los que formen parte, obligándoles a hacer una política menos condicionada por los intereses de las clases ofuerzas sociales que apoyen a los grandes partidos de masas.

Importancia de los pequeños partidos

La función que han llevado a cabo, en este sentido, los pequeños partidos europeos. ha sido de primera importancia, pues al impulsar una política más abierta, los programas de gobierno de los grandespartidos han tenido que ser más amplios. De este modo se ha ido logrando paulatinaménte una mayor democracia económica y social, y estableciéndose las bases de una mayor nivelación de las clases, con el consiguiente acercamiento de los partidos extremos. Y quizá así es como se está haciendo posible establecer si no el bipartidismo sí al menos dando lugar al paso del multipartidismo o pluralismo político extremo a un pluralismo político moderado y éste tan sólo será alcanzable cuando se realice previamente un progreso económico y socialy la necesaria nivelación de las clases. Si el partido más fuerte es de la derecha, un pequeño partido no de derechas, pero tampoco de extrema izquierda, puede impulsarle a una política social más avanzada. En el caso de ser aquél de la izquierda, corresponderá a las fuerzas más cercanas imponerle moderación.

En conclusión: los pequeños partidos, especialmente los alejados de los extremos, resultan más necesarios en los países en vías de desarrollo para evitar el predominio de alguno de los extremos, lo que llevaría a tensiones excesivas que harían difícil la continuidad necesaria para llejar a la sociedad del bienestar para todos, a la sociedad igualitaria.

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