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Reportaje:

Ramoncín, un mito vallecano del "punk" español

Ramoncín se ha convertido, en el plazo de algunas semanas, en el fenómeno musical más importante de nuestro país. Al margen de sus evidentes relaciones con el punk, el caso de Ramoncín es el de una lucha feroz por el éxito. Lo diferente en él es que mientras afirma sus deseos de pasta, no está dispuesto a hacer concesiones para lograrla. Su audiencia se compone tanto de jóvenes parados suburbianos como de parte de la intelligentsia madrileña. Sobre este fenómeno informa José Manuel Costa.

Ramoncín es un chaval de veintidós años. El gran fenómeno del punk español, contemplado de cerca, pierde por completo su apariencia atroz y se transforma en un joven suburbiano delgado, de pelo corto (está haciendo la mili) y expresión y actitud enérgicas. Su entorno ha sido casi siempre el barrio, Vallecas o Argüelles, depende de donde soplara el aire. Y, sin embargo, el personaje ha conseguido acaparar una atención indiscriminada en el curso de las últimas semanas.Ramoncín comenzó hace un par de años a interesarse por la música. Sus primeros devaneos fueron con el muy acústico y californiano David Crosby (voz de armonía en Byrds y Crosby Stills & Nash). Poco después leyó un anuncio en una revista especializada que pedía «un cantante bestia para un grupo de rock enrollado». Ramoncín acudió en plan estrella y se produjo de forma instantánea lo que él llamó la «unión de dos fuerzas». Se había formado Ramoncín y WC? Esta historia, casi cuento, coincide en el tiempo con la eclosión definitiva del punk. Es aproximadamente abril o mayo de 1977, y en Estados Unidos e Inglaterra se han gestado un público y unos músicos jóvenes, cuyo mayor carácter diferencial respecto de las últimas modas musicales son una violencia exacerbada, la falta más absoluta de virtuosismo y posturas más que contraculturales, anticulturales.

Dos públicos para un cantante

La mayoría de los grupos que surgen en estás condiciones desaparecen al cabo de unos meses, y sus comienzos son casi idénticos. El segundo recital de Ramoncín y WC? se desarrolló en un colegio de Vallecas. Allí, ante un público que debía rondar los doce años de media, Ramoncín cantó, gritó, rompió dos micrófonos a patadas (uno de ellos llegó a clavarse en el techo) y cuando su equipo acabó de destrozarse por completo espetó a la poca audiencia que todavía quedaba: «Iros a tomar por culo, ¿qué queréis por cinco duros?»A todo esto, el público, que a la vuelta de unos pocos meses habría de elevar a este hombre a la categoría de mito, ya se encontraba preparado. Los jóvenes de Vallecas (casi niños de doce o trece años) deambulan por el barrio y cerca de la avenida de la Paz sin nada que hacer y con el porro en la boca. Hablando con ellos se saca la conclusión de que con tal de no aburrirse, se encuentran tan dispuestos a romper lunas a ladrillazos como a pasearse por Princesa en plan de razzia. Esa gente estaba esperando algo, mejor dicho alguien con quien identificarse y a través del cual superar su muermo.

Por su parte, la intelectualidad madrileña que ha seguido el rock desde hace años, no tenía nada nuevo que llevarse a la boca. Se hacía evidente por las primeras noticias que llegaban de Londres o de Nueva York, que sólo el punk o new wave (el reggae ha sido y es producto jamaicano) ofrecían algo interesante y susceptible de ser generado en España. El punk no tiene filosofía o ideología explícitas, pero sus esquemas de comportamiento son tan sugerentes que no pueden dejar impávidos a personas que sigan mínimamente los fenómenos que se producen en nuestra sociedad.

Las relaciones públicas

Ramoncín, mientras tanto, comenzó a fomentar las relaciones públicas. Lo primero que algunos críticos conocimos de él (ya antes de ese segundo concierto) fueron unas letras llenas de fuerza y unos títulos que las reflejaban a la perfección. Eran los embriones literarios de Marica de terciopelo, El rey del pollo frito (referida a los que desde detrás de una mesa le exprimen el jugo a él y a otros muchos), Noche de cinco horas (el contacto más morboso con la prostitución), Ponte las gafas (donde refleja el caos de la vida ciudadana), Pinchazo de ciudad (desde mi punto de vista la canción más punk de todo su repertorio) o Paga tu hombre (que él interpreta como un avance más en la liberación de la mujer). Después vinieron más conciertos (incluido uno en un colegio que degeneró en pelea sobre el escenario) y las declaraciones.Lo que algunas personas vimos en Ramoncín fue una personalidad fuera de lo normal que podía sacudir un poco el lánguido mundillo musical de nuestro país. De esta forma se transcribieron declaraciones en las que afirmaba que le habían ofrecido 750.000 pesetas por grabar, pero que él estaba dispuesto a aceptar mejores ofertas. En aquellos momentos apenas había actuado siete veces y las ofertas se encontraban más en su imaginación que en la prosaica realidad de los hechos.

"Rock de Vallecas"

Sin embargo, eran palabras provocativas y nuevas y desde entonces no ha dejado de decirlas. Según declaraba a EL PAÍS: «Yo soy violento, pero lo mío en el escenario es una alternativa a la violencia. No me gusta la sangre porque mancha y todo eso.» Ramoncín no sabe si es punk: « Mira, para ser punk hay que dejarse el pelo largo, haber tomado muchos ácidos, caerte del guindo y cortarte el pelo. Eso es lo que han hecho los ingleses, ¿no? Pero como en España no ha pasado nada de eso, pues lo que, hacemos es rock de Vallecas.» En cuanto a los problemas sociales y laborales: «Cada vez que sales a la calle, ya estás jodido. En el curro te dan ganas de partirle la cara al jefe, y en cuanto a la política, paso de ella, porque sea el partido que sea nos van a putear igual.»En estas condiciones llegamos a su fichaje por la multinacional EMI y a su primer recital en el centro de Madrid. El teatro Barceló se encontraba abarrotado y sus alrededores registraban una presencia de fuerza pública que se correspondía con los cientos de personas que se quedaron sin entrada.

Dentro, un Ramoncín vestido de negro, la cara pintada con una cicatriz comenzó a lanzar sus gritos. Las luces, catastróficas, ayudaron de forma involuntaria a acentuar el caos de la actuación.

Falta de participación del público

La música del Ramoncín es rock y, sin embargo, resulta escasa o nulamente bailable. Dentro de este tipo de música este hecho es un defecto que impide a la gente participar. Así, un público atronado por el volumen de un sonido que cualitativamente no era gran cosa, tuvo que aguantar sentado cerca de una hora de recital en el que Ramoncín dio un repaso a todas las canciones antes mencionadas y a alguna nueva. Ramoncín no es un gran cantante (apenas lleva un par de meses viviendo de la música) y su presencia en escena, aunque es la más impresionante que hayamos visto últimamente, puede llegar a cansar si no se acompaña por la participación del público.A la salida se había cubierto una etapa: la del lanzamiento de un cantante que se ha convertido en mito a fuerza de proponérselo. A partir de ahora, sólo interrogaciones. Sin embargo, Ramoncín, con todos sus efectos y virtudes, no es un invento, es sólo un chaval que lucha por salir de la aplastante mediocridad de la urbe con un puñado de letras a las que poner música.

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