La "alta política" taurina deja fuera de juego a Paquirri
Paquirri no estará en las ferias de Castellón y Valencia. No es el astro-rey de la torería no vayamos a exagerar pero tampoco ese diestro de interés relativo que han dicho. Lo que ocurre es que el negocio taurino se mueve más que a impulsos artísticos o técnicos, como parecería lógico, a los de su alta política. La alta política sabe que no está el horno de la tiesta para bollería de lujo y que por tanto, los precios de las localidades no pueden sobrepasar ciertos límites sabe también que los presupuestos no pueden dispararse, para que queden los beneficios de siempre y sabe que además de los milionis que pide Paquirri están los millones que piden otros toreros. Juntar, por ejemplo, en un cartel a Paquirri, con sus exigencias. a Manzanares, con las suyas y a Teruel, con las que pueda tener, podría no ser, claro y sustancioso negocio para la empresa. Pero La empresa son los propios exclusivistas de estos toreros: Cámará, por Paquirri. plaza de Madrid, por Manzanares. y Chopera, por Teruel. Los tres tienen el doble negocio de empresarios (porel que les queda un buen dinero) y el de exclusivistas (por el que les queda un dinero que no es manco). De manera que esta cuerda en tensión se tenía que romper -era necesario-, y ha sido, por supuesto. por la parte más débil: Camara.Y aqui, sin más novela, se encierra toda la historia. Paquirri. cuya temporada 1977 fue magnífica, en línea de torero poderoso, pletórico de afición y facultades, y con una trayectoria de superación continua, es un espada al que debía darse apoyo y estímulo para que llenara uno de los muchos huecos que hay en esta época de crisis de toreros. Pero el monopolio que forma el binomio empresarios-exclusivistas, una vez más, no quiere saber nada de románticas aventuras, ni siquiera prevenir el futuro. Y deja a Paquirri fuera dejuego. No irá a Castellón, ni a Valencia, ni presurniblemente a las demás ferias que monta la misma empresa de Madrid, entre ellas San Isidro.
Para demostrar lo injustificado de las aspiraciones económicas de Paquirri, la demagogia empresarial argumenta que si se retirara nadie le iba a echar en falta. Como si, llegado el mismo caso, el público fuera a echar en falta a la inmensa mayoría de las restantes figuras. La demagogia se extiende a acusar al barbateño de que no acepta lidiar corridas duras, cuando no es menor verdad que la mayor parte de los otros exclusivizados tampoco las quiere ni ver. Y, a la postre, varios de éstos ganarán en 1978 el dinero que se niega al triunfador de 1977, el cual, con tan poco arte como sus colegas pero con más redaños y oficio, les pegó un baño a modo en las ferias de Sevilla y de Bilbao.
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