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Subvenciones para la prensa independiente

El caso es que un furioso temporal asola la prensa española y nadie se escandaliza cuando oye decir que de aquí a un año van a desaparecer más de la mitad de las publicaciones que se editan en estos momentos. Ni se escandaliza ni va a derramar una lágrima. Mucho menos desde esas Cortes que votan y autorizan miles de millones para empresas (RTVE entre otras), cuyos servicios a la causa de la democracia, pasados y futuros, o de la dignidad de sus empleados y obreros, a la vista está. Y uno, en su ingenuidad, no tiene por menos que recordar que bastantes, muchos de esos diputados están en su escaño, se supone que además de por sus propios méritos, por esa prensa que puede ahora desaparecer víctima del pedrisco de la inflación y de una competencia, absolutamente desleal, por parte de ese Estado del cual ahora la Oposición forma ya parte.Pero no se trata de pasar la factura por "los servicios prestados". Mala cosa sería eso. Se trata solamente de pedir coherencia a los políticos. Entonces, en un momento como éste, no se entiende bien por qué surgen proyectos de ley como hongos y todavía a nadie en el Parlamento se le haya ocurrido pensar que si la prensa independiente es un servicio público debería tener tratamiento como tal y que es el que tiene en los países democráticos occidentales. Y no es, desde luego, un problema de subvenciones, sino de reconocimiento de una misión insustituible en una democracia y de arbitrar los medios para que pueda ejercerla. A mí que me expliquen por qué los partidos políticos de izquierda que intentan corregir en la Constitución el tema de la economía de mercado porque les parece, con razón, que es bendecir in secula seculorum el sistema capitalista, dejan a la prensa sujeta únicamente a los vaivenes de la oferta y la demanda. Una demanda de consumo, además, teledirigida, y nunca mejor dicho, por los mass media en poder, uso y abuso del propio Estado, primer competidor además en un terreno tan difícil como es el publicitario. O cómo un producto rígido puede subsistir con un ritmo de inflación que, en este sector, puede ser superior al 35%. O por qué es un peligro para la consolidación de la democracia el que los perversos capitalistas puedan comprar a go-go periódicos estatales y no lo es que se apoderen, si quieren, de los que hasta ahora eran independientes. Claro que a lo mejor el problema está en el número de obreros contratados (...).

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