_
_
_
_

"De nada sirven los pactos sin la colaboración de todos los ciudadanos"

« Buenas noches, señoras y señores: Vengo a hablarles en momentos de especial preocupación para todos, para ustedes y para el Gobierno. Y al hacerlo sólo pretendo explicar cuáles son las acciones y orientaciones de mi Gobierno, y cuáles deben ser, a nuestro juicio, los compromisos de nuestra sociedad en nuestro tiempo.Sé con cuánta preocupación vivimos todos los españoles las dificultades económicas.

Estamos viviendo una situación económica difícil incluso grave. Pero desde luego no insoluble. Y, en todo caso, pienso que hoy se ofrecen mayores grados de optimismo de los que vivimos hace solamente unas semanas.

Jamás consideré, y así lo he dicho muchas veces, que las cosas resultarían fáciles a partir de las elecciones generales. Con la mayor claridad advertí el 13 de junio que las elecciones no iban a resolver por sí mismas los problemas, aunque fueran el primer paso para lograrlo.

En efecto, las elecciones han sido el punto de partida para iniciar un diálogo de interlocutores representativos.

Esta etapa se ha caracterizado y se caracteriza por el contrasentido de que una situación plenamente democrática en lo político carece, en cambio, de un contexto general y de unas normas legales democráticas. Nos correspondió gobernar el país en un sistema parlamentario sin tradición parlamentaria reciente.

El ejercicio de las nuevas libertades hizo que los problemas se agolparan en nuestras mesas como nuevos, aunque muchos tuvieran su origen en épocas anteriores. Ante tales circunstancias resultaba evidente que un Gobierno que quisiera enfrentarse a la realidad con sentido práctico y nacional tenía que conjugar la firmeza de sus decisiones con el equilibrio y la prudencia.

Y los aspectos más acuciantes de nuestra vida colectiva sólo podían ser enfocados desde la perspectiva del diálogo. Desde esta perspectiva fue posible avanzar en el camino de la reconciliación nacional.

También desde esa perspectiva de diálogo, que me sigue pareciendo la fórmula más útil y conveniente de garantizar la convivencia de España, hemos podido llegar a importantes acuerdos a partir de los cuales será más estable la normalidad democrática de nuestro país y será más fácil contribuir a la consolidación de organizaciones empresariales y de sindicatos responsables y fuertes.

Hoy creo poder hacer ante ustedes, sin falsas ilusiones, una rotunda afirmación de fe en nuestro futuro y transmitirles la seguridad de que nuestro proceso político es irreversible y de que las nuevas formas y modos de convivencia política que estamos creando entre todos nacen con vocación de permanencia y están asentadas en los firmes cimientos del consenso colectivo y de la concordia nacional.

Pero si esto es así en el campo político, no ocurre lo mismo en nuestra economía. Se ha dicho con frecuencia que la situación económica es grave. Y se ha dicho con verdad. No hace falta contemplar la elocuente frialdad de las cifras y las estadísticas para comprobarlo.

En España, la posibilidad de soluciones se vio retrasada por la coincidencia con un proceso de cambio político que limitaba las expectativas y los márgenes de maniobra. Porque, si este tipo de medidas debe ser negociado con todos los sectores de, nuestra sociedad, ¿quiénes iban a ser antes de ahora los protagonistas de acuerdos que afectan a toda la comunidad, con muy distintas ideologías e intereses?

Precios, salarios, dinero, deudas

Existen básicamente cuatro variables sobre las que podemos y vamos a actuar para que la economía nacional y, por tanto, la de cada familia española, se sitúe en niveles de normalidad, seguridad y bienestar.

Primero, hay que evitar y vamos a evitarlo que suban los precios de una manera disparatada.

Segundo, es imposible que no suban los precios si el alza de los salarios y de las rentas fuese superior a lo que permite la situación general de nuestra economía.

Tercero, también es imposible que no suban los precios si no se disciplina y reduce el crecimiento de la cantidad de dinero y del crédito.

Y cuarto, hay que evitar y vamos a evitarlo, que España deba a otros países o a organismos internacionales más de lo que nos deben a nosotros o de lo que podamos devolver sin excesivas tensiones y dificultades. Para ello hay que exportar más y hay que reducir las importaciones, lo que hacía inevitable actuar, como se hizo, sobre el valor y la cotización real de la peseta en relación con las otras monedas.

Pues bien, a la vista de estos hechos, el Gobierno y los partidos políticos nos hemos propuesto los siguientes compromisos que vamos a cumplir:

- Hacer que la cantidad total de dinero no crezca en 1978 más de un 17 %, porque si no se disciplina el crecimiento del dinero y el crédito, la inflación no disminuirá.

- Lograr que los salarios no crezcan más de un 22 % en su masa global, pero con un horizonte muy claro: conseguir que crezcan más los salarios más bajos.

- Asegurar que las alzas de precios no superen los límites tolerables, que para 1978 han de estar en ese mismo tope del 22 %. Para lograr este objetivo habrá que conseguir una desaceleración, es decir, una reducción en el ritmo de crecimiento mensual de los precios durante todo el año 1978, de forma que ese ritmo de crecimiento sea al final del año la mitad del de los últimos meses de 1977.

- Garantizar que la política fiscal haga pagar más a quien más tiene y recibir más del Estado a los que tienen menos.

- Introducir toda una serie de modificaciones en nuestros comportamientos, de manera que el sistema económico sea mas eficiente, más justo y más progresivo.

- Conseguir que exportemos más y que limitemos las importaciones a los mínimos necesarios para no frenar la producción.

- Si todo esto se cumple -y es seguro que se cumplirá- habremos conseguido frenar la inflación, equilibrar nuestro comercio con los demás países y, en definitiva, sanear nuestra economía y reformar sus estructuras.

Invertir: necesidad ineludible

Pero hace falta mucho más, señoras y señores. Hace falta, aunque no sea más que para paliar ese gran cáncer social que es el paro, invertir y crear nuevos puestos de trabajo. El Estado va a dar ejemplo, aumentando los gastos de inversión y limitando el crecimiento de sus gastos de consumo. Pero la labor del Estado sería ineficaz sin la colaboración de todos los ciudadanos.

Ustedes se preguntarán cómo han de prestar esta colaboración. La respuesta es muy sencilla: para relanzar las inversiones, entre otras medidas, es absolutamente imprescindible aumentar el ahorro. No existe -quiero que quede perfectamente claro- otra fórmula mágica. Los españoles, todos los españoles, tenemos que ahorrar más.

Sobre la base de una estabilidad asegurada y de un equilibrio económico real, es esencial para el futuro de nuestra economía promover y reactivar las inversiones canalizándolas hacia los sectores más productivos y hacia aquellas actividades capaces de generar un mayor número de puestos de trabajo.

Ahora bien, este planteamiento tan sencillo, aparentemente elemental, debe tener un motor básico que lo anime: un renovado espíritu de trabajo por parte de todas las clases sociales.

Porque, señoras y señores, seamos sinceros: tenemos que trabajar más. España no puede permitirse el lujo de seguir perdiendo decenas de millones de horas de trabajo al año. España no puede permitirse el lujo de seguir teniendo una de las productividades más bajas de Europa.

De nada servirán pactos y acuerdos, por muchos votos que hayan tenido detrás los firmantes, si el conjunto de los ciudadanos, hombres y mujeres, todos nosotros, no ponemos la parte que nos corresponde en la recuperación de la economía, con un consumo adaptado a las posibilidades de cada uno; con un estricto cumplimiento de las funciones públicas; con un pago puntual e íntegro de los impuestos; con una clara conciencia de nuestra responsabilidad, evitando gastos superfluos y reduciendo el uso de la energía a lo imprescindible.

Si hablo así, señoras y señores, es porque estoy seguro de que lo podemos conseguir. Porque el acuerdo de la Moncloa permitirá que sean corregidos los comportamientos viciosos de nuestra economía. Porque vamos a convertir la austeridad en protagonista de nuestra vida en los, próximos meses. Pero vamos a ser austeros todos.

Como he dicho antes, la situación económica es grave; pero no es insoluble. Es difícil, pero es superable si se parte de la colaboración y el esfuerzo de todos y si se llega por esa vía a un auténtico clima de solidaridad social, desde el que toda empresa común será factible.

Llamada a la solidaridad

He citado la palabra «solidaridad». Antes de escribirla he reflexionado mucho sobre ella. Supone un gran compromiso ap elar a su significado. ¿Podremos utilizarla cuando nuestra historia demuestra que sólo se consiguió a través de instrumentos de autoridad? ¿Podemos utilizarla cuando centenares de normas se quedaron sin cumplimiento, porque les faltó el apoyo social? ¿Es lícito que apelemos a ella cuando, sin ningún tipo de demagogia, muchos de nuestros males se basanjustamente en la más absoluta ausencia de solidaridad?

Mi respuesta es que sí; que podemos apelar a la solidaridad, porque esta palabra y esta llamada no vienen, en esta ocasion, solas. Vienen acompanadas de unas reformas profundas que hasta ahora siempre faltaron cuando a los ciudadanos se les pidió algún sacrificio y alguna renuncia. Y lo que es tanto o más importante: vienen secundadas por todas las fuerzas representativas de la izquierda, de la derecha y del centro.

Les pido, señoras y señores, la comprensión y el sacrificio. Pero tengan la aboluta seguridad de que el Gobierno está decidido a que ese sacrificio sea repartido equitativamente.

Señoras y senores:

Es bien sabido que la forma española de contruir una democracia asombró al mundo. También existe expectación por la forma española de iniciar la solución de la crisis económica. Pero no sólo de esos testimonios podemos vivir, sino de nuestra propia capacidad para consolidar lo que con tanto esfuerzo y renuncia hemos logrado crear entre todos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_