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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Europa, ante el gran desafío

Contemplando en sus auténticas dimensiones la situación y las perspectivas de Europa como realidad política, no podemos dejar de pensar en la definición que George Woodstock acaba de dar en su reciente texto Who killed the British Empire? (¿Quién ha matado al imperio británico?), al último enfrentamiento de Europa con el mundo. La aventura de Suez, capitaneada por Eden y Mollet. «Una mascarada imperial» la llama Woodstock.La evocación de las posibilidades de los hombres europeos, hecha a raíz de la reciente muerte de Eden, posibilidades de tristes resultados, nos mueven a buscar las virtualidades de una nueva Europa en otro terreno que no sea este de la política. Nos referimos al terreno de una auténtica recuperación de la Conciencia europea. Europa ha sido víctima de grandes desafíos. Lo ha sido y sigue siéndolo. Los testimonios son múltiples en este sentido y acaso el más sugestivo se nos antoja el que nos ofrecía en la última parte de su fecunda vida un gran filósofo. Nos referimos a Martin Heidegger. La característica del gran desafío ante el cual Europa se ha ido encontrando, la filosofía la captó en toda su hondura. Todo ello puesto de manifiesto con inigualable plasticidad en los términos de la Kehre heideggeriana: «Así toda pura y simple puesta en orden del mundo tal como es representado él en la historia universal cuando ésta permanece en una fase historizante, se queda sin guardia y sin suelo. Cazar pura y simplemente el futuro para prever y calcular su perfil -lo que significa simplemente velar un presente apenas pensado- esto no es sino permanecer en la óptica de la representación y de sus técnicas de cálculo. Todos estos intentos que proyectan lo reaI existente en el modomorfológico y sicológico, en términos de decadencia perdida, de fatalidad y catástrofe, de declino, no son otra cosaque conductas técnicas. Esto es operar con el despliegue de los sínto mas, cuyo nombre se puede multiplicar al infinito, sin dejar de variar o renovarse. Estos «análisis de la situación» no se dan cuenta de que no hacen sino trabajar en el sentido y según el modo de parcelación técnica, entregando así a la conciencia tecnicizante la representación de un acontecido, «representación que se efectúa según el modo técnico, es pura mente historizante, y así le corresponde». La incapacidad de salirse de la representación historizante de la historia hace imposible, por un lado, la captación esencial del destino del ser del hombre, y por otra parte , la captación misma de la esencia verdadera de la técnica.

Ya no se trata del desafío inexorable de la prospectiva, ni del año 2000. Se trata del desafío que una vez más la razón debe formular a su vez al absoluto. Un desafío que resuelve sus graves dilemas y alternativas en un plano de la conciencia y en los términos de la reflexión. En el espíritu de este nuevo y singular desafío existen, por primera vez en la experiencia espiritual de Europa y Occidente, dos dominios irreconciliables o por lo menos hasta ahora no conciliados, entre el universo de la técnica y el universo del hombre. A través de un nuevo desafío del absoluto, el hombre está obliga do a buscar esta reconciliación, no por vía de la prospectiva, sino por vía de la serenidad y la reflexión.

En el espíritu de este desafío, Heidegger da una vuelta completa a la idea de Marx en torno al papel del filósofo. Para todo pensamiento auténtico, interpretar al mundo significa al mismo tiempo transformarlo. La teoría determina la praxis, ésta es la relación .entre estas dos hermanas, nacidas, según Heidegger, de padre y madre desconocidos. Pero la novedad misma de nuestro tiempo estriba en que la «teoría» ha abandonado la «ámbición ontológica» que tenía en la concepción griega, para traducirse en algo que sirve para fijar los elementos necesarios de una experiencia. Praxis, transformación, producción, búsqueda de la raíz del hombre en el hombre mismo, estas son las respuestas que el hombre de cara al año 2000 brinda a los desafíós, que encuentra. La producción lleva a la autoproducción, y esta autoproducción del hombre, nos dice Heidegger en una de sus últimas reflexiones, produce el peligro de la autodestrucción. Es una conciencia del hombre que piensa su propio-destino en estos términos de producción o autoproducción, una conciencia pensada sobre el modelo de la producción, la que de hecho significa el abandono de la primacía de la conciencia, que impide que el hombre esté dispuesto a enfrentarse con el gran desafío. Esta conciencia ha hecho que se alcancen en un tiempo como el nuestro las posiciones extremas del nihilismo.

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Sólo una nueva conciencia europea capaz, de superar las posiciones extremas del nihilimo podrá captar algo esencial que late en el fondo del tiempo presente. Este algo. esencial significa un cambio fundamental en la posición del hombre en el mundo y en sus relaciones con el mundo. Este cambio fundamental de posición y de relaciones no lo puede captar ni la prospectiva, ni la conciencia misma, ni el pensamiento planificador o «calculador», como lo llama Heidegger, al oponerlo al pensamiento meditante. En términos de prospectiva nadie puede prever los progresos dela técnica, la ciencia y la cibernética. Porque en ellas hay unas «fuerzas» que han desbordado la voluntad y el control del hombre, porque ellas no proceden,de él. «Ellas arrastrarán siempre el pensamiento que calcula, pero no podrán hacer lo mismo con el pensamiento que medita, lenta y pacientemente, en la "serenidad", lo más alejado posible de los "asuntos corrientes" y las realizaciones de orden práctico.»

El problema. nos lleva al terreno específico de la conciencia europea. Esta conciencia se sigue expresando en una manera de ser que el carácter planetario de una conciencia tecnológica o cibernética no ha logrado universalizar. Ella se sigue expresando en términos conceptuales, estéticos, metafísicos o «éticos que no han podido penetrar a medida que la tecnología se ha difundido fuera del contexto de la cultura europea. El. pensamiento conceptual, los valores hermenéuticos, los elementos estéticos», permanecen como algo esencial, único e intransferible de la cultura europea, de la conciencia europea como base de una comunidad cultural dinámica. Esta conciencia se centra en lo que más de una vez Heidegger llama «despliegue de la palabra», en un sentido que es radicalmente esencial en la conciencia europea. Despliegue de la palabra es, en este sentido, esencia de la palabra. Das Wesen der Sprache. Algo que nos lleva a la esencia del arte, de la libertad, de la técnica, de la verdad, de la ciencia, de la filosofía. Algo que constituye de por sí un alto desafío. A través de la palabra y su despliegue la conciencia europea en su singularidad y peculiaridad combina dos territorios que le son propios: el territorio metafísico y el territorio poético. La conciencia europea es la comunidad realizada en su plenitud a través de la plenitud de la palabra. Es una conciencia plenaria en la comunidad del diálogo. Un diálogo que el hombre experimenta y realiza desde el amanecer de su existencia,, según los bellos versos de Hölderlin: «Mucho ha experimentado el hombre desde el amanecer. Desde que un diálogo somos y nos entendemos los unos a los otros. »

En efecto, ha sido la palabra hecha realidad y la realidad hecha palabra lo que ha justificado la existencia de una conciencia europea en cuanto comunidad viviente. Esta conciencia de la comunidad ha hecho siempre y hace que Europa sea una realidad en continua gestación. Así. lo fue en sus formas arquetípicas Creta, Atenas, el Imperio Romano; asi, cuando Ana Comnena veía en la presencia de los celtas occidentales una renovada invasión de los bárbaros y en el Bizancio sitiado una cristiandad esencialmente europea. Para Voltaire, la historia se torna interesante, a saber, europea, a, partir del siglo XV, cuando se produce la disolución del imperio de la cristiandad, añorado por Novalis en el alba de la revolución romántica como, imagen ideal de Europa, poética mente transfigurada. «L'Europe change de face», exclama Voltaire, al evocar este momento. «Los turcos ahuyentan las humanidades de Constantinopla; -ellas florecen en Italia; se establecen en Francia; van a pulir Inglaterra, Alemania y el Septentrion. Una nueva religión separa la mitad le Europa de la obediencia al Papa. Un nuevo sistema político se establece. Con la ayuda de la brújula se consigue dar la vuelta a Africa. Y se comercia con China más fácilmente que entre París y Madrid. América es descubierta. Un nuevo mundo es sometido y el nuestro cambia casi por entero. Europa cristiana deviene una especie de república inmensa, don de la balanza de poder es establecida mejor de lo que lo fuera en Grecia. Una correspondencia perpetua se consigue entre todas partes, a pesar de las guerras, que la ambición de los reyes provoca e incluso a pesar de las guerras de, religión, aún más destructoras. Las artes, que hacen la gloria de los Estados, son llevadas a un punto que Grecia y Roma jamás conocieran. He aquí la historia que conviene,que todo el mundo sepa. En ella no hay ni prediccíones quiméricas ni oráculos mentirosos, ni falsos milagros. Todo es verdadero hasta los últimos detalles. Todo nos mira, todo está hecho por nosotros.

Lejos estamos ahora de la imagen plenaria de Europa, admirada por Voltaire. Una Europa que se exalta y defiende a sí misma como entidad económica, está ante un tipo de desafío que deja de ser desafío de lo absoluto. Un grave desafío político se levanta ante ella. Una provocación que en vez de la Europa plenaria de Voltaire encuentra con cierta grave, complacencia de autosatisfacción escéptica a la Europa en crisis, fuertemente denunciada por Valery precisamente por sus pecados políticos.

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