Público torista, pero menos
En la feria de Bilbao, que terminó el domingo y se compuso de nueve corridas, ha salido el toro. Tal afirmación no es descubrir ningún Mediterráneo, por supuesto, pero debemos dejar constancia de que, una vez más, se ha cumplido la tradición del toro-toro en esta feria, que con la de San Isidro, la de San Fermín y la de Sevilla, completa el calendario fundamental de la temporada.Ahora bien: ¿por qué sale el toro en Bilbao?, ¿quién lo exige? Cuando un villagodio cinqueño hundía el pitón en el pecho de Frascuelo, con la precisión y la fiereza que son propios de las reses con edad, en la negruzca arena de Vista Alegre, quedaba ratificado, una vez más, el respeto que el toro impone y se acrecentaba el mérito de los toreros que habían de participar en los restantes festejos. Y el toro salió en las tardes sucesivas, pero con excepciones. Mas cuanto estas excepciones se produjeron, no hubo en los tendidos ni una sola protesta. a nadie pareció importar que hubiera disminuido el trapío de forma tan ostensible, y para beneficio de las figuras, precisamente, lo que pone en entredicho las supuestas exigencias de la afición bilbaína o, cuando menos, la importancia, en número, de esa afición. La pregunta es: ¿No será un tópico eso de que Bilbao exige el toro? ¿No seremos los críticos quienes forzamos a una severidad que es artificial? Pues no resulta lógico que quienes vivieron el dramatismo de aquellas terribles cornadas del villagodio, -o que quienes estuvieron presentes en la angustiosa lidia, de otro villagodio, de impresionantes corpachón y armamento, el cual no dejaba acercarse a El Puno ni a las cuadrillas -todo el sentido puesto en arrancarse sobre seguro, al bulto-, aceptaran la terciada corrida de Buendía y hasta se entusiasmaran con las mediocridades -y nada más que mediocridades- que acertaron a hacerle las figuras.
Y lo mismo podría decirse de esos toritos, muy chicos, de Atanasio Fernández, que se repartieron Manzanares y Niño de la Capea. En ningún caso hubo protestas. No hay en Bilbao, siquiera, esos reductos de afición, al estilo del palco 55 en Valencia o de la andanada ocho en Madrid, que lleven la voz cantante y hagan de fuerza de contención, para evitar el fraude. De cualquier forma -y en otro orden de cosas- el público bilbaíno ha respondido a la tradición de sus Corridas Generales, y la plaza registró todos los días muy buenas entradas, a pesar de que la mayor parte de ellos llovió y había desapacible ambiente de otoño crudo, con frío y viento, además.
Los toreros merecen capítulo aparte. Paquirri fue el triunfador de la feria. En la corrida de Atanasio hizo una gran faena, una de las mejores que haya visto el coso bilbaíno en los últimos años. El barbateño demostró estar en el mejor momento de su carrera. De la actuación de los diestros en Vista Alegre nos ocuparemos en el próximo comentario.
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