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Paula hizo el toreo y el público bilbaino no lo creyó

¿Será un sueño? Rafael de Paula, Paulita, con un torazo delante; un torazo a lo mejor cinqueño, a juzgar por sus hechuras, carifosco, no muy claro. Y se para, ¡se para Paulita! Mira, mira, mira como le para. Unos ayudados, sólo apunte, pero ahora, la muleta en la derecha, relajado, las zapatillas firmes en la arena, medio de frente -mira, mira, mira-, adelanta la mano, acude el torazo, carga la suerte, embarca la embestida... ¿Será un sueño?Pero no era un sueño. Rafael de Paula, ayer en Bilbao, ante un toro de impresionante cuajo, hizo una pelea tremenda en varas y aunque le pegaron durísimo se quedó sin suficiente castigo. Estuvo así, como queda dicho: relajado, dispuesto a triunfar, ¡valiente! Y además, interpretaba el toreo con sentimiento, lo ejecutaba en toda su autenticidad. La faena no le salía redonda, por la razón capital de que muchas veces la embestida, se quedaba corta con un serio gañafán como aviso, y otras el toro se le ponía por delante, sin dejarse torear. Pero toda ella ¡esto es lo que realmente importa! estaba en la línea inequivoca del toreo verdadero, sin trampa ni cartón, apuntaba al arte.

Plaza de Bilbao

Quinta corrida de feria. Toros de Carlos Urquijo, bien presentados, serios, con casta. Cumplieron en varas, en general, y salvo tercero y quinto, presentaron problemas en el último tercio.Rafael de Paula: media estocada baja (algunos pitos). Pinchazo bajo y seis descabellos (aviso y bronca). Jose Mari Manzanares: pinchazo y bajonzo descarado (silencio). Estocada, rueda de peones y seis descabellos (silencio). Niño de la Capea: bajonazo (oreja). Al sexto, inválido, le tuvo que matar el puntillero.

Quizá a muchos que no estuvieron ayer en la plaza de Vista Alegreles cueste concebir un Paula así. Y no tendrá la menor importancia, porque al propio público bilbaíno que - se encontraba de testigo presencial también le costaba, y tanto, que muchos ni se enteraron siquiera del mérito del toreo, el cual ejecutaba las suertes según los cánones -nada menos-, aunque en muchas ocasiones no cóncluyeran con limpio remate, sencillamente porque no podía haberlo; ni siquiera tres derechazos y dos naturales ligados, templados y mandones, erguida la figura, pura esencia, tuvieron en la plaza el eco de los olés restallantes. La fama de Paula (ya se sabe qué fama) pesaba más que la evidencia. Y cuando se puso a descabellar le abroncaron como si esa falta de habilidad fuera lo único que había hecho en toda la tarde.

Lo decíamos hace dos días. Para las figuras, todas las amabilidades. Está clarísimo, hasta para legos, que la responsabilidad de la corrida y los dineros no eran de Paula, sino de Manzanares y del Niño de la Capea; estaba clarísimo que para Paula fueron ese torazo dicho y el que abrió plaza, hondo y atacado de carnes, mientras sus compañeros tuvieron cada uno un toro terciado (bien que serio) y otro sin fuerza. Pero estaba clarísimo también que el tópico puede más que todo, y una faena del. Niño de la Capea al nobilísimo tercero, con quites por el procedimiento del zapatillazo, derechazos y naturales violentos, todo el pico que se quiera y más, suscitó delirios y le. valió una oreja; como se perdonó a Manzanares un trasteo desconfiado, con desarme y todo a su primero, que era áspero, y que no encontraba la distancia para embarcar la embestida y lijar los pases y el manejable quinto, al que, para mayor burla encima, le dio tantos golpes de descabello como antes había necesitado Paula, y no se escuchó ni un silbido.

Para acabar de arreglar las cosas, el sexto fue tan inválido que se cayó en plena faena de muleta y hubo que apuntillarle, pues ni aun tirando del rabo se podía incorporar. Cayeron almohadillas, entonces sí, y cientos, pero al Niño de la Capea, exculpado queda, se le despidió con una ovación.

Tuvieron casta los urquijps, todos serios y bien presentados, con las matizaciones ya dichas. Correosos en general, no precisamente dóciles, con problemas. El cuarto se encelé en el caballo, contra el que se revolvía, y le pegaron a placer. Pudo ser un gran toro, pero berreó y desarrolló sentido en el último tercio. También lo tenla el que abrió plaza, aunque Paula porfió, sin resultado, por la derecha. Le porfió, desde luego que sí, pues tenía su tarde loca y legionaria. Y hasta ejecutó el único quite de la tarde: dos verónicas y media de fino trazo. Pero ni eso le agradecieron.

Figuritas, ¡enhorabuena!: lo que vende es la mediocridad.

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