Ya habría llegado
Leo la noticia de que unos viajeros de la British Airways se negaron a bajar de un avión porque habían llegado a Londres con quince horas de retraso.Conozco una historia mucho más movida, que someto a su consideración por si constituyera un récord.
El viernes 22 de junio, el vuelo IB 551, de Londres a Madrid, tenía que despegar a las ocho de la tarde. Una avería del avión (un flamante DC-10) obligó a una demora indefinida.
En la espera, los viajeros recibieron la posibilidad de tomar un refresco barato, algo que no excediera de media libra. Consolados con ese refrigerio, soportaron las noticias:
a) De que el avión no podía salir esa noche.
b) Que no había otro avión (lo cual resulta explicable).
c) Que no había hotel disponible (esto ocurre en las mejores familias).
d) Que en vista de lo cual los viajeros tendrían que dormir en el aeropuerto, es decir, en el suelo (situación ordinaria, sin duda).
e) Y que, además, tendrían que dormir en ayunas, pues no se les iba a dar cena alguna (es bueno no abusar de las grasas). Para estimular a los viajeros en su lucha contra el frío, a las tres de la mañana se les proporcionó una manta (completamente gratis).
Doce horas después de la hora prevista para la salida, los doscientos viajeros recibieron un desayuno en regla, ofreciendo con su aspecto ojeroso, barbudo y desaliñado, una. imagen patética en su deambular en masa por la terminal II del aeropuerto de Heathrow.
Hasta las once a. m. del sábado 23, no se les. convocó. Cuando, tras otro largo recorrido seguido de viaje en autobús llegaron al pie del enorme DC-10, la tripulación no había llegado todavía. Los viajeros se quedaron en la gran escalera, como si fueran a hacerse una foto, porque en.ausencia de los tripulantes, no podían entrar en el aparato. Al cabo de veinte minutos vieron llegar a las azafatas y demás personal, que fue acogido con una «ovación» cargada de mala idea y de algunas toneladas de ironía.
Un vuelo feliz les dejó en Barajas, sin que -como temían- les pegara nadie al bajar del avión. Los comentarios que se escuchaban. en varios idiomas daban mucha pena a cualquier español capaz de comprenderlos, y animaban a retirar esa idea de poner el honorífico título de Real, a la Compañía Iberia. Más bien se sugerían otros adjetivos y epítetos entre los cualesdestacaba el de «sorprendente Iberia». Un chistoso de Madrid. jugaba con aquello de «Con Iberia ya habría llegado».
Nadie quemó las oficinas de la compañía. Nadie hizo una sentada. Nadie protestó. Quizá porque, tras el tratamiento de dormir. en el enmoquetado suelo de Londres, estaban traumatizados.
Pero ahora que han pasado los días, ¿no es hermoso reclamar un récord de dieciocho horas de retraso, con aditamento de ayuno y abstinencia de cama?
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