La democracia ha de ganarse
La mayoría de los españoles hemos dado prueba de querer establecer en nuestro país un sistema democrático similar al de otros países de Europa occidental. Ahora bien, la democracia no se obtiene con solo participar, mediante el ejercicio del voto, en unas elecciones para elegir a unos representantes en el Parlamento: ni siquiera mediante la elaboración de una nueva Constitución. La democracia, por ser el sistema de gobierno más difícil, ha de ganarse y ello exige el esfuerzo de todos. En España hoy el esfuerzo primordial es la participación de todos los ciudadanos en la tarea de sacar a nuestra economia de su actual postración, ya que sin una economía desarrollada y próspera no es posible la democracia real, y esto es un hecho incontrovertible. El nuevo Gobierno está intentando implantar una serie de medidas, que en las actuales circunstancias son quizá las únicas que pueden, dentro de unos meses, reducir la inflación, base del deterioro del sistema económico español y del creciente desempleo; estas medidas son «habas contadas». Entre ellas, hay dos fundamentales que exigen el sacrificio de los ciudadanos: el aumento de los impuestos para las clases más pudientes y el límite en el incremento de los sueldos para las clases asalariadas. Por ahora, ninguno de los dos afectados parece estar dispuesto a colaborar lo más mínimo con esas medidas, lo cual demuestra que los españoles pensamos que la democracia nos va a venir llovida del cielo. Pues bien, como parece que somos incapaces de desarrollar esa conciencia cívica que es inhe rente a todos los pueblos a los que queremos imitar políticamente, mucho, me temo que nuestra pobre economía seguirá su línea descendente y, con ella, la recién nacida democracia corre el peligro de morir en plena juventud. Creo que el nuevo Gobierno, que honestamente intenta enderezar la economía y propiciar el desarrollo político, necesita todo el apoyo de los españoles y un margen de confianza.
Hora es ya de que los que pueden y tienen, paguen sus impuestos, lo cual, por otra parte, tampoco les va a hacer reducir mucho su nivel de vida, sino sólo un poco sus cuentas bancarias. Y los sindicatos y la clase trabajadora han de pensar que el incremento desenfrenado de salarios y el descenso en la productividad sólo redundarán en su propio perjuicio, porque los costes de las empresas aumentarán y con ellos la inflación y el desempleo.
Si lo que intenta la oposición es hacer caer al Gobierno, podrán comprobar que, una vez en el poder, serán ellos los que tengan que adoptar las medidas impopulares y su prestigio sufrirá en consecuencia.
En las oportunidades que he tenido en los últimos años de volver a España, pude comprobar que se vivía en ambiente de «ciudad alegre y confiada», escondiendo la cabeza como el avestruz ante la crisis económica que, desde 1973, afecta a Europa.
Así es como se ven las cosas desde fuera de España y es ésta una opinión puramente personal.
Secretario de Embajada
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