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Automovilismo: fórmula 1

Hockenheim, un circuito duro pese a las modificaciones

El circuito alemán de Hockenheim, sobre el que se disputo el último gran premio puntuable para el Campeonato del Mundo de Fórmula 1, sufrió recientemente algunas modificaciones en su trazado, encaminadas a aumentar su seguridad. Las dos chicannes con que han sido partidas sus dos grandes rectas obligan a los pilotos a disminuir la velocidad de los coches, lo que aumenta la seguridad, si bien supone un exceso de trabajo para las suspensiones.Hasta este año, el circuito de Hockenheim sólo había sido utilizado una vez para un gran premio de fórmula 1, en 1970. El austríaco Jochen Rindt -fallecido posteriormente- ganó aquella carrera. Después fue considerado como excesivamente peligroso, y a partir de entonces, y hasta el año pasado, se utilizó el circuito de Nurburgring para la disputa del Gran Premio de Alemania. El año pasado Lauda sufrió en Nurburgring un gravísimo accidente que estuvo a punto de costarle la vida, y eso hizo que este circuito quedara también descartado, a petición de la Asociación Internacional de Pilotos de Fórmula 1.

Hockenheim tiene una forma aproximadamente rectangular, con dos rectas de algo más de dos kilómetros cada una. La alta velocidad de los fórmula 1 -trescientos kilómetros por hora- aconsejó la construcción de dos chicannes situadas hacia el centro de estas rectas (Una chicanne es una doble curva a derecha e izquierda, en zigzag). Estos estrechamientos, además de aminorar el riesgo de los pilotos, reducen el esfuerzo continuado de los motores, que habían de girar a más de 10.000 revoluciones de forma prolongada. Pero a pesar de esta sensible mejora en el trazado subsisten los problemas. El riesgo de rotura ha aumentado, ya que la rapidez con que se abordan las chicannes torsiona peligrosamente las estructuras modificando la suspensión y resulta extenuante para las transmisiones. En la carrera del pasado domingo fueron los motores los que pagaron el pato. Sólo ocho coches pasaron la línea de meta, y de ellos los únicos que cantaban claro y sin fatiga eran los dos Ferraris, de Lauda y Reutemann. Hockenheim se cobró, a pesar de todo, el tributo mecánico a sus altas velocidades.

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