Sobre la A. C. N. de P.
Suscribo su editorial del día 26 pidiéndole al Espíritu Santo (soy creyente y procuro llevar a la práctica mi fe) que la Iglesia se tome en serio lo de hacer realidad el Reino de Dios, sin otra arma que la «debilidad del Evangelio». Sin embargo, comprendo que la prudencia, virtud humana de gobernantes, pueda aconsejar a los obispos el no regalar posiciones ni despreciar apoyos externos para la trasmisión de la fe. Por ello al escuchar al padre Martín Patiño entonar el requiem por un cierto poder de mi Santa Iglesia Romana me viene el temor (quizá también por fiarme solamente de mi prudenciahumana) de que enterrado este poder nazca otro, ya que la historia de España nos tiene acostumbrados a que el poder eclesiástico renazca como un «fénix demasiado frecuente ».Como quiera que sea, puede que haya llegado el momento de que, en bien de todos, se haga una his toria seria, crítica y profunda de la ideología, sucesivas alineaciones políticas y conexiones socio económicas de la Asociación Católica de Propagandistas, te niendo en cuenta la auténtica li bertad de opción política de sus miembros y el que las obras creadas por la A. C.N. de P. han sobrepasado muchas veces en importancia y po der a su propia matriz, compuesta fundamentalmente de personas piadosas de las que el padre Benzo se cuida espiritualmente desde ha ce cinco años. Al fin y al cabo en una democracia los ciudadanos te . nemos derecho a conocer a nues tros gobernantes. Termino uniéndome a los deseos del padre Benzo, de que nuestra Iglesia y sus parcelas se disocien de ¡os poderes temporales y coincido con él fervientemente en la necesidad de las críticas a las desviaciones reales de la autenticidad evangélica.
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