Hay calidad en el toreo de Niño de Aranjuez
El comisario Mantecón, según sus propias manifestaciones, utiliza dos cronómetros para medir las faenas de muleta. Por lo que hemos podido comprobar, uno de ellos debe ser del comisario Santa Olalla, que no utiliza ninguno. Pues que se lo devuelva, porque le hace falta. El reloj grandote y comunitario de la plaza no lo ve o no lo mira.Ayer le envió a Luis Miguel Ruiz un aviso con minuto y medio de retraso, y al Niño de Aranjuez no le envió ninguno, a pesar de que su faena de muleta pasaba de los trece minutos, es decir, tiempo más que sobrado para que hubiesen sonado dos. El señor Santa Olalla dirá que a ver qué importancia tiene esto del minuto de más o minuto de menos. Y le podríamos contestar que lo importante no es el minuteado, sino el reglamento, que él está obligado a cumplir primero que nadie y con más esmero que todos.
Plaza de Las Ventas
Cinco novillos de Maribáñez y uno (el cuarto) de Sotillo Gutiérrez. Aquéllos, desiguales, aunque correctos de presentación, astifinos; con un impresionante veleto -el quinto- de pintones como agujas; todos mansos con problemas los dos primeros, manejables los demás. El de Sotillo, serio, manso y peligroso.Luis Miguel Ruiz: Estocada baja (aviso, con minuto y medio de retraso) y descabello (división, y protestas cuando intenta darla vuelta al ruedo) Cogido en el cuarto. Niño de Aran juez: Media trasera (palmas y pitos, y saludos). Espadazo al aire, das pinchazos y bajonazo (aplausos y saludos). Cuatro pinchazos, estocada trasera tendida y dos des cabellos. El presidente le perdonó dos avisos (vuelta al ruedo). Lorenzo González de Marbella, debutante: Pinchazo, estocada que asoma y descabello (silencio). Media dessprendida (silencio). Presidió muy mal el comisario Santa Olalla. Ruiz fue asistido en la enfermería de contusión abdominal y puntazo corrido. Pronóstico reservado.
Y ya puestos en este plan de quitar importancia a las cosas, al final no sería importante nada, salvo lo que se le ocurriera al presidente. No sería importante ni el cambio de tercio. Ayer pudo comprobarse, una vez más, que es fundamental; tanto que de su error al pasar a banderillas sin suficiente castigo, al cuarto de la tarde -el de Sotillo- se derivó que la res llegara a la muleta con el mal estilo que mamó, colándose, y encima muy entera. A la segunda embestida ya achuchaba de mala manera al torero y a la tercera le pegó un pitonazo seco, que le mandó a la enfermería. Mil apuros pasó el Niño de Aranjuez para liquidar a este novillo malo y crudo.
Pero el Niño de Aranjuez tuvo su desquite en el siguiente, que aunque manso, dentro de esa colección de mansos que fue toda la novillada, resultó nobilísimo, y pudo cuajar un trasteo exquisito, que llegó a tener ribetes de faena grande. Su único defecto -muy propio de novillero, por otra parte- fue no encontrar siempre la distancia adecuada. A veces ahogaba la embestida y tenía que rectificar o se veía obligado a rematar por alto. Pero cuando encontró la distancia, desde los trincherazos del preludio hasta los ayudados a dos manos, molinetes y adornos, del apoteosis final, cuajó un muleteo de muy altas calidades, con derechazos y naturales de temple y hondura; pases de pecho largos, perfectamente dibujada la trayectoria, de hombro a hombro; suerte cargada siempre; buen gusto en la ejecución de todas las suertes. Matar, en cambio, lo hizo con rnuchos alivios y al estilo tabernario, aunque amparado por un presidente que le tiene prestado el peluco a su colega Mantecón.
Asimismo por cuestión de distancias y terrenos se dejó ir Luis Miguel Ruiz un novillo aprovechable, como resultó el primero. El sitio apropiado para la faena era en los medios, cerca del cinco, y allí sacó dos tandas aseadas de derechazos. Luego se fue a toriles, donde todo salió embarullado y el novillo empezó a gazapear y a tirar gañafones. Intentó cuadrar en los medios, en el nueve y no lo consiguió. La estocada tuvo que ser más que a volapié, a supersónico-pie.
El segundo, escarbón, gazapón y sin fijeza, pudo más que el Niño de Aranjuez, a quien debemos disculpar que no acertara a dominarle. Los otros dos, tercero y sexto, resultaron manejables, pero como si no: faltó torero. El debutante, Lorenzo González (disco de oro, su homónimo), también llamado Lorenzo del Olmo cuando toreó en Valdemorillo a primeros de año, no sabe coger el capote, con el que se lía; banderillea muy mal y no maneja mejor la muleta. El público no se molestó ni en pitarle.
Pero se quedó con la copla del Niño de Aranjuez, que hace un toreo caro y que, en varias ocasiones, puso la plaza boca abajo.
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