Balance y reflexión
Allá por octubre del año pasado escribía yo un artículo en EL PAIS en el que decía, con escasa originalidad, que eran los votos de los ciudadanos, y no los «ruidos» de las minorías que intentaban ocupar la calle, los que debían desempeñar el papel de protagonistas. Y que todo proceder revolucionario no traía, en España, otra cosa que una reacción de signo inverso mucho más fuerte y mucho más duradera.Conforta, al cabo de unos meses, comprobar cómo aquellas tentaciones fueron desechadas por casi todos, y cómo, finalmente, fueron ' los votos los que hablaron. El extremismo violento de ambos signos está, hoy por hoy, fracasado políticamente. Ha sido un triunfo del pueblo español. Y un triunfo logrado en una situación difícil, la salida de una dictadura: casi un «milagro español». Gracias a la audacia, a la imaginación, al realismo del Gobierno, de sus oponentes, del español medio.
Esto es, antes que nada, lo importante. Pero precisamente por lo nuevo, casi sin precedentes, del fenómeno, va a resultar apasionante para los observadores de la política y los historiadores el interpretar el detalle. En brevísimo tiempo, disponiendo de una preparación y una información limitadas, el cuerpo electoral ha da do su preferencia a cuatro formaciones y muy en primer término a dos de ellas: el Centro Democrático y el PSOE (prescindiendo aquí de los casos de Cataluña y el País Vasco, que habría que tratar aparte).
Ha sido una decisión, en líneas generales, segura y uniforme: eso quiere decir que había claves, señales que alcanzaban al pueblo, pese a la frecuente uniformidad en programas y palabras. Y que había un encuadramiento previo que estaba esperando esas señales y las captaba cuando llegaban.
Sería presuntuoso por parte de cualquiera, intentar explicar todo esto. Pero me gustaría avanzar algunas opiniones sobre el porqué de la preferencia por el Centro y el PSOE frente a otras formaciones más o menos próximas.
Es claro que todo cuerpo electoral busca una simplificación, seleccionando rasgos de clasificación dentro de un panorama complejo de por sí. Y que, en este caso, ciertas tácticas políticas tendían a hacer uniforme y confuso.
Se podrían proponer algunos de los criterios que han intervenido en esa selección:
1. Deseo mayoritario de cambio. Ha operado contra AP, ligada de varias maneras al antiguo régimen, pero también contra los socialistas históricos y en otros casos más. Se han buscado partidos nuevos o renovados y jefes nuevos. Poco ha contado la antigüedad de los méritos aperturísticos o de los democráticos y de oposición; menos la «experiencia» y los grados universitarios y otros. Han sido preferidos los «hombres nuevos» que decían los romanos: un Adolfo Suárez y Un Felipe González, entre otros, los son en cierto modo.
2. Problemas de «altavoz». Son en los que primero se piensa: diferencia de medios económicos ,y otros), tiempo de que se ha dispuesto para la propaganda, presencia antigua o reciente, favorecida o deformada en los medios de comunicación social. Hay que decir que el «altavoz» es necesario, pero insuficiente: esto ha quedado muy claro. A veces es hasta contraproducente.
3. Problemas de «lenguaje». El lenguaje hace llegar al interlocutor, al pueblo en este caso; es un sistema de signos que han de ser válidos y vigentes y que incluye no sólo palabras, sino también el gesto y la actitud, la indumentaria, etcétera. Gracias a la megafonía; la radio, los posters, la RTVE, se ha vuelto al contacto directo con el pueblo, como en las democracias directas de la antigüedad. El político ha de ser orador, artista del estilo, actor: y todo con una actualidad de «lenguaje» que se hace difícil para muchos. Adolfo Suárez y Felipe González, con cosas comunes y otras muy diferentes, son, sin duda, los triunfadores a este respecto. Son dos creadores del nuevo estilo político, «artífices de persuasión», como proponía Georgias, el creador de la oratoria ateniense. Claro está, el nuevo estilo concuerda con la idea del cambio y es el mejor «altavoz».
4. Problemas de amplitud del espectro ideológico. Si se quieren muchos votos, hay que ofrecer un espectro ideológico amplio, aunque sea al precio de silencios, ambigüedades y aun de contradicciones; de dominio incl.uso, a veces, de la forma sobre el contenido (la forma es muy importante). Así, del Centro Democrático ha podido decirse (exagerando) que no tiene programa; del PSOE, que oscila entre la demagogia maximalista y la socialdemocracia europea. Esto será problema más adelante para estas agrupaciones: por el momento, ha sido una ventaja frente a otros programas más concretos y cerrados.
5. Problemas de clasificación. No importan tanto las personas, con su biografía e ideas, como el partido en que están clasificadas: hay un núcleo, intuido a través de oposiciones y por medio del lenguaje, que unifica. A su vez, algunos partidos escapan difícilmente a asociaciones y clasificaciones que los hacen minoritarios. Y ello aun en el caso de que esas clasificaciones sean parcialmente injustas o estén ya superadas. Así, Fraga puede decir cosas de validez muy amplia, pero está clasificado en un partido a su vez clasificado con el franquismo; los comunistas pueden producirse en términos democráticos, pero la existencia de los regímenes del Este y los recuerdos históricos les perjudican; otros partidos son asociados a élites intelectuales, a actitudes muy concretas, a nostalgias históricas. Los partidos «de amplio espectro» y con un jefe carismático, «nuevo», están más libres de esas asociaciones, que son limitativas. Un dato optimista: los recuerdos históricos de nuestra guerra civil tienen, hoy día, un poder de clasificación muy limitado.
¿Quiere todo esto decir que el resultado de las elecciones está sútilmente manipulado? No era mi intención proponer esto. Más bien pienso que había dos grandes opciones, mal articuladas ciertamente, que han buscado su expresión en quienes han sabido crearse una imagen que corresponde mejor a esas opciones -acabando, claro está, de articularlas-. Me estoy refiriendo, naturalmente, a las opciones que se han expresado en el Centro Democrático y en el PSOE de manera preferente: los demás casos son en buena medida diferentes.
Ahora bien, todo. esto puede parecer una explicación profesoral, quizá demasiado fácil después de los hechos. Y algún lector podría preguntar, después de ella, qué es lo que puede preverse para el futuro.
Lo único que puede preverse por ahora, pienso, es que esa polarización del electorado y de las Cortes en dos grandes partidos, con otros dos menores a la derecha e izquierda de los mismos (según la definici6ni convencional), va a procurar problemas graves.
El Centro Democrático, con Suárez, no puede gobernar de un modo eficaz, en la práctica, sin acuerdo de un tipo u otro con la izquierda: acuerdo explícito o tácito, amplio o restringido. Ese acuerdo es necesario y urgente, porqué los problemas no admiten espera. Y no hay entre el Centro y el PSOE, apenas, partidos que hagan de almohadilla y permitan un, centro-izquierda limitado. Pero Suárez no puede pagar cualquier precio sin defraudar a su electorado y menos cuando la limitación numérica de AP tiende, por razones de pura simetría y estructura, a colocar al Centro en la derecha, aun contra su voluntad. Pero a su vez sería un terrible error partir al país en dos, izquierda y derecha.
El PSOE, que es el gran triunfador, se verá también en una situación difícil. Tampoco él puede otorgar su colaboración, activa o pasiva, a cualquier precio sin defraudar a su electorado. Y no puede, sin riesgo de que el país y el propio partido se hundan, hacer una oposición implacable, que impida gobernar. De otra parte, tendrá que luchar, igual que Suárez, con los problemas de «amplio espectro», pero que aquí serán, quizá, más graves. Sobre todo, con el de evitar la tentación del radicalismo caballerista, que tan funesto fue un día para el país y, por supuesto, para el partido.
Así y hasta el momento, todo el proceso democrático ha.sido, pese a las excepciones que se sabe y a los precios que ha habido que pagar, algo que hace honor a nuestro país. Y la virtual partición en dos del poder político es explicable. Pero podríamos decir que el éxito del Centro y del PSOE ha sido, si se nos permite la palabra, excesivo para no tener la mayoría; y, por tanto, fuente de problemas. Han dejado disminuidas, de momento al menos, a casi todas las otras fuerzas y se han echado encima casi todas las responsabilidades.
Son problemas para ellos mismos y para todos. Pero quizá me nos graves que los anteriores si siguen operando, y no hay razón para que no sea sí, la imaginación y el realismo.
Catedrático de la Universidad Complutense
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