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Tráfico de las cintas magnéticas del censo: por 500 millones, la mitad de los electores

En cuanto se dijo que habría elecciones constituyentes, alguien se dio cuenta de que podría hacer un buen negocio. Los partidos políticos hecesitarían, disponer de unas listas de electores que les permitieran una comunicación con ellos lo más rápido posible. El censo les sería facilitado, en efecto. Pero les sería facilitado en papel, en toneladas de papel, de donde sacar las listas convenientes. Y, además, se les entregaría con un tiempo no demasiado amplio. Y el tiempo, ya se sabe, vale más que el oro.Los partidos políticos dispusieron del censo electoral a partir del 19 de mayo pasado. Tenían menos de un mes para sacar las listas, preparar las cartas, comprar los sobres, enviar a los domicilios, etcétera, en el caso de que desearan hacer publicidad directa.

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Todos los partidos estaban en esta igualdad de condiciones. Todos seguirían así hasta el final. Todos, menos los que pudieran conseguir las cintas magnéticas.

Medio censo en cinta

Sucede que, aproximadamente la la mitad del censo electoral no sólo está impreso en papel sino grabado en cinta magnéfica. Esta, al ser pasada adecuadamente por un ordenador electrónico, en cuestión de minutos empieza a soltar miles de direcciones de electores impresas ya en cartulinas adhesivas que no hay que hacer más que pegar en su correspondiente sobre. No sólo se gana muchísimo tiempo con este sistema, sino dinero.

El censo español cuenta con la mitad del mismo grabado en cinta magnética, por la sencilla razón de que, en algunas provincias, a los encargados de hacer el censo, por su cuenta y riesgo, se les ocurrió utilizar las ventajas de la técnica moderna y comprendieron que era conveniente grabarlo. Así, tienen grabado su censo las siguientes veintisiete provincias: Alicante, Cádiz, Guipúzcoa, Huelva, Huesca, León, Lérida, Logroño, Madrid, Murcia, Navarra, Oviedo, Málaga, Pontevedra, Salamanca, Santander, Santa Cruz de Tenerife, Barcelona, Gerona, Burgos, Baleares, Tarragona, Valencia, Vizcaya, Zaragoza, Ceuta y Avila. De estas provincias faltan algunos pueblos por grabar. No obstante supone un total de 11.602.769 electores.

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Los pícaros de turno

Ya antes de que se iniciara la campaña electoral, pero con vistas a ella, por la sede de algunos partidos políticos menudearon las visitas de varios vendedores de las cintas magnéticas del censo. Dado que el censo electoral -ni impreso, ni grabado- es público, resulta irregular que el censo magnético esté en la calle para ser comercializado. ¿De dónde salieron las cintas que se han ido ofreciendo?

Los pícaros de turno de este negocio, en principio, pedían por el total de las cintas la cantidad de quinientos millones de pesetas. Y por el de Madrid sólo, treinta millones.

Los partidos políticos a los que les hubiera interesado tales cintas, al conocer el precio, se negaron en rotundo. Corrían el riesgo de que algún otro partido las comprara, o, incluso, de que ya las tuviera. Pero la cifra era excesiva.En vista de ello, lo que hicieron algunos partidos fue solicitara la Junta Electoral Central que les facilitase las cintas magnéticas de aquellas provincias donde las hubiera. Sin embargo, la Junta se negó. La razón de la negativa es que lo legislado habla de da:r el censo impreso. Se le hizo ver que tales grabaciones, al pasarlas por ordenador, se convertían en letra impresa, pero no sirvió.

La solución para el partido interesado en hacerse con una cinta sin pagarla de estraperlo fue llevar sus argumentos a las juntas electorales de zona, y, de este modo, se consiguieron algunas.

El juego se complica

La existencia de las cintas magnéticas hace pensar a algunos partidos que ellos, por su cuenta, podrían mandar a grabar las listas de papel que les han sido facilitadas por la Junta Central Electoral. Almenos, si no todas, algunas. Es decir, aquellas provincias que más les interesen.

Esto da lugar a una curiosa complicación: si un partido da a grabar a una empresa idónea un par de provincias, por ejemplo, y otro partido da a grabar otras dos, ambos se encontrarán con que alguna de las provincias encargadas se retrasa en la entrega. Mientras tanto, curiosamente, los vendedoresantes citados vuelven a aparecer por la sede de estos partidos ofreciéndoles, precisamente, la provincia que han encargado grabar y que no les llega.

¿Estamos ante una estafa de diversas ramificaciones Y dimensiones? El último detalle de este affaire es, sin duda, de ese carácter. Veamos: Madrid son dos millones de electores; cada dirección, obtenida por medio de cinta magnética pasada por ordenador, puede costar de tres a cinco pesetas. Pues bien, se ha comprobado cómo una cinta de las ofrecidas por los vendedores de ocasión -y rebajada ya al precie de 1.200.000 pesetas- estaba trucada. Cada cuatro registros (cada cuatro direcciones) uno salía en blanco. Es decir, 250.000 etiquetas inútiles, pero que serían cobradas. Un montante de más de un millón de pesetas estafadas. Pero aún hay más. Se da la circunstancia de que tal cinta tabulaba en una determinada dirección madrileña, correspondiente a un edificio de no más de veinte pisos, la existencia de más de 2.000 electores. Resulta difícil creer que en la calle de Orense, número 1.05 (es un ejemplo) puedan vivir 2.000 electores. El resultado es que todas las cartas enviadas a esas serias serían devueltas.

¿Quién es el beneficiario?

Ante tanta picaresca y conIusión, enredo en el que, además de utilizar de modo irregular un documento estatal, se ha entorpecido o se ha pretendido entorpecer la tarea electoral de algunos partidos políticos, en éstos ha nacido una pregunta: «¿A quién beneficia este asunto?» El beneficio económico, está claro, va a parar a. aquellos que consiguieron hacerse, con las cintas magnéticas para venderlas. Pero podría existir otro beneficio: el político.Al no disponer los partidos de las cintas de forma ortodoxa, se fomenta una comercialización abusiva y se torpedea la magnetización del censo editado en papel. Esto sólo podría beneficiar a quien dispusiera con la debida antelación de las reiteradas cintas o a quien estuviera en posibilidad de pagar el exorbitante precio que, en principio, se pedía por ellas. También beneficiaría a algún partido interesado en que algún otro no llevase a cabo una fuerte campaña de publicidad directa. A raíz del plan de Unión de Centro Democrático de enviar una carta personal del presidente-candidato Suárez a todos los españoles -emulando al líder de Alianza Popular, Fraga- se desveló la dificultad que tenía esta coalición política para llevar a cabo su idea. UCD, así como otros partidos, intentó "conseguir las cintas magnéticas a través de la Junta Electoral Central, sin conseguirlo. También su sede ha sido visitada por los vendedores piratas. Y, finalmente, torpedeados varios intentos de obtener utillaje necesario para el plan de las cartas -como abastecimiento suficiente de sobres y papel-, lo cual hará, probablemente, que no todas las misivas lleguen a sus destinatarios.

Madrid, 1975

Además de ser el censo de Madrid una de las piezas claves para la campaña electoral, es también un caso similar al del resto de las provincias cuyo, censo fue grabado. Oficialmente, el Ayuntamiento de Madrid, como ningún otro, no parece haberse inmutado por el hecho de que una cinta magnética de su censo circule a la venta ilegal.

La razón de su inhibición en el caso estaría en el hecho de que el censo de 1976 se puso, terminado, a información pública el 15 de marzo pasado, y hasta el día 21 del mismo mes, tras lo que se hicieron 100.000 modificaciones de otros tantos errores. Por tanto, hasta finales de mayo no estuvo definitivamente terminado, y, aun a primeros de junio, hubo secciones que fueron rectificadas. Por tanto, se estima que la cinta magnética de Madrid, ilegalmente comercializada, sería la correspondiente al censo de 1975, arbitrado para el referéndum, y del que posteriormente se tabularon 600.000 errores. Por otra parte, ese censo, grabado en cinta por la empresa Fraser, SA, fue facilitado a la Secretaría General del Movimiento y al Gobierno Civil, para que realizaran la campaña del referéndum.

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