Los obispos y las elecciones
Hoy no se puede reconocer un ateísmo químicamente puro en un cien por cien en ninguno de los partidos políticos para tener derecho y creerse en el deber de condenar o de reprobar ningún partido en nombre de la autoridad episcopal. Hasta los partidos formalmente más distantes de la profesión cristiana de la fe incluyen, consciente o inconscientemente, en sus programas valores cristianos, los que quizás andan como hijos pródigos fuera de casa.Por ello, resulta improcedente que se alcen voces episcopales negando a los cristianos el derecho a decidir según su propia conciencia el grupo político al que deben votar.
La jerarquía de la Iglesia no puede ni debe descender al terreno concreto de la política para dar recetas a la hora de votar en unas elecciones.
Lo que más podrán hacer es apelar solamente a la conciencia cristiana o de los cristianos, para que cada católico, de acuerdo a esa conciencia, juzgue y decida por sí a qué partido votar. Si los obispos creen que los católicos son tan Iglesia como ellos, y están seguros que han contribuido a formar debidamente la conciencia de los mismos en los principios de la fe, a la hora de unas elecciones no deben tratarlos como menores de edad y fiarse del Espíritu que sigue iluminando las conciencias para saber discernir en dónde se defienden los valores cristianos y en dónde no. Porque valores cristianos se encuentran en todos los partidos. En unos más, en otros menos, pero en todos existen posturas y actitudes, postulados y aspiraciones, que están de acuerdo con el pensamiento de Jesucristo.
Por todo esto opinamos que en la hipótesis irreal de oponerse a un ateísmo total, o parcial, habría igualmente que denunciar los «ateísmos camuflados»: esos ateísmos inconfesados, no controlados, de contrabando bajo la etiqueta de dinero o de poder, incluso con etiqueta cristiana, que son los más peligrosos y a los que más habría que desenmascarar.
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