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El Atlético, a un punto del título

El Atlético de Madrid al vencer con toda justicia al Zaragoza en La Romareda, se encuentra ya a un solo punto del título de Liga. Se mostró siempre superior. pero también debió agradecer mucho que este paso casi decisivo lo pudo dar en condiciones muy favorables. En efecto, el cuadro mano, diezmado por las lesiones, con una debilidad en todas sus líneas evidente y el peligro del descenso reducido -pasase lo que pasase ante el líder- al último encuentro con el Celta, dentro de dos semanas era el enemigo ideal. El ambiente, pleno de conformismo con la difícil situación del equipo local, colaboró también eficazmente a que un importante encuentro. «fuera de casa», no resultara tan problemático.A la mala racha del equipo de Luis, no arreglada con la goleada al Santander, más extraña que otra cosa le vino estupendamente un partido sin dificultades. El Zaragoza-Atlético fue un choque cómodo. de guante blanco. El colmo zaragocista fue que ni siquiera exhibió dureza. Si un once veterano, con limitadas posibilidades físicas, no utiliza tampoco recursos de experimentado, a bien poco puede aspirar.

La clave de la victoria rojiblanca. tal vez porque en esta temporada se haya convertido en el eje de toda su maquinaria, estuvo en el magnífico partido realizado por Alberto. Fue el amo del centro del campo y gozó de libertad plena, porque además García Castany -sustituido tras el segundo gol por Víctor- ni le marcó ni jugó para ordenar nada. El Zaragoza, que perdió el concurso de Planas en el último momento, se encontró roto por el centro desde el principio. Duñabeltia, su instituto, sólo se dedicó al semirecuperado Leivínha. La ausencia de Planas le supuso perder a su único tirador de garantías fuera del área. No fue extraño, con todo ello, que sus ataques se redujesen a centros sobre el punto de penalti, siempre con ventaja,para la defensa rival. Más inocencia, imposible.

El Atlético, planteado así el juego, se movió a placer. Para terminar de atar al rival cambió de lado a Marcelino y Capón y los dedicó, respectivamente, a Jordao y Juanjo. El portugués, que empezó con mucha movilidad y llevó el único peligro zaragocista de jugada, acabó aburrido por Marcelino un lateral que parece predestinado a la internacionalidad perpetua. El Vogts español, vamos, con más que aprender, pero con muchos años por delante.

El partido no fue de ocasiones, porque sin ir más lejos hasta bien avanzada la segunda parte no pasaron de tres los tiros a puerta por cada equipo. Antes del gran gol de Rubén Cano -lo único que hizo en todo el partido. una vez más- sólo un cabezazo de Ayala, a centro de Alberto, pudo ser gol. Cinco minutos después del descanso, un córner de Leal, muy cerrado, dio en el larguero. Era la contestación a un tirazo de Heredia, al fin de la primera parte, que repelió la escuadra derecha de Reina. También fue sintomático. Un defensa, el único tirador local. Porta tuvo una ocasión que solucionó Pereira por entretenerse. y Jordao, curioso, dos de cabeza tras los goles.

El interés por el resultado mantuvo a su vez el del partido. Antes de marcar el segundo gol el Atlético en La Romareda, aún quedaban esperanzas de empate. Con la derrota céltica en Sevilla y la esperada -previa al partido nocturnodel Santander en el Bernabéu, suponía al irienos un punto de avance sobre los dos directos rivales para el descenso. Después del segundo gol, quizá no quedaba nada, pero el público se conformó con una ejemplaridad increíble. Se rindió ante un líder con todas las-de-la ley,que jugó a sus anchas. El Atlético empleó el contraataque y si no tuvo demasiadas ocasiones, porque la defensa del Zaragoza marcó de cerca -salvo Heredia a Leal- sin seguir a los delanteros atléticos, pero ordenadamente, por zonas, sí enlazó al primer toque como mandan los cánones. El primer gol, por ejemplo, fue todo un curso de ello.

Las cosas no pueden estar ya mejor para el cuadro del Manzanares. En dos partidos sin salir de Madrid debe conseguir un punto únicamente por cuatro del Barcelona. El Bernabéu puede ser ya el domingo próximo una fiesta rojiblanca. El partido de los eternos rivales tendrá en esta ocasión un aliciente inusitado.

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