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El Rayo sufrió ante el Granada

El Granada hizo sufrir al Rayo durante los noventa minutos del encuentro. A tan solo seis jorna das del final los jugadores rayis tas parecen atenazados con la responsabilidad del ascenso y se muestran imprecisos y fallones hasta límites insospechados. Sólo esto podría disculpar, aunque inínimamente, el mal juego del Rayo en el encuentro de la última jornada. Los aficionados de Vallecas sólo pudieron celebrar la victoria tras el silbato final del colegiado; el grito de «a primera» sonó esta vez con poca convicción, sería inuy difícil que eso sucediera si el final de la Liga estuviera más le jos, a tenor del juego pobre y sin ideas que exhibió el Rayo ante el Granada.

Los primeros minutos del encuentro fueron anárquicos por completo. Los de Vallecas se es forzaban, sin conseguirlo, en en contrar una posición en el campo y, sobre todo, un camino hacia la meta granadina, sin embargo, nada les salió bien. Lo primero,por el amontonamiento en el centro del campo y por el empeño en dar pases cortos y olvidar de todo punto los extremos; lo segundo, por la buena labor del centro del campo de los Visitantes rojiblancos.

El gol de González, a los quince minutos, vino a ser una explicación de cómo, aun jugando mal, el Rayo gana un partido. La indecisión de la defensa granadina y, tal vez, la situación del árbitro, que pudo molestar a un defensor, permitieron que González, totalmente solo, marcara casi a placer en una de las escasísimas veces que el juego se había acercado al área granadina.

Las cosas no cambiaron mucho, y el juego continuó en el centro del campo, pues si bien el Granada comenzó a presionar un poco su delantera se mostró con muy pocas ideas para acercarse a la meta de Alcázar. El ex rayista Dueñas estuvo totalmente anula do por la.buena labor de Anero, y sólo Lorenzo, ayudado por el la teral Gerardo, conseguía burlar repetidamente a Luna y llegar justo hasta Uceda, que en esta ocasión tuvo más trabajo y supo cumplir. Los escasos centros que llegaron al área rayista tampoco tenían rematador, ya que Parits, el más combativo de los rojiblancos, altrnaba sus incursiones ofensivas con la tarea de vigilar a Guzmán, y el ariete Insfrán estuvo totalmente retraído.

Tras el descanso, los granadi nos conseguían el empate en un de las muchas ocasiones que Luna se vio desbordado por Lorenzo y Gerardo a la par. Hasta el gol definitivo de la victoria rayista, que vendría diez minutos más tarde, hubo desconcierto total para el Rayo, y si el Granada no hizo algún gol más fue por su timidez a abandonar el centro del terreno y atacar con más decisión. Esos diez minutos fueron caricaturescos para un Rayo atenazado por los nervios, que fallaba infantiles entregas de balón, de lo que no se salvó ni Alcázar, que entregó a un visitante un balón que sacó con la mano de puerta.

El gol de la victoria no vino más que a acrecentar el juego defensivo de un Rayo lanzado ya a la tarea de conservar la diferencia que señalaba el marcador. Macua sustituyó. entonces a Francisco, la media punta de ataque perdió un hombre y lo ganó la defensa. Por último, Potele sustituyó a Alvarito, que se mostró más torpe que nunca en su especialidad de correr la banda.

Esto terminó de sentenciar la pesadez del encuentro. Hubo alguna incursión más por parte vallecana, pero el potente Edison y el veterano Grande supieron abortarlas cuando no lo hacían los mismos delanteros rayistas, obligados a tirar de lejos y con muy mala puntería. Pero ahí está el Rayo, encaramado en los primeros lugares, dispuesto al ascenso, lo que realmente seria un éxito sin prece dentes en la historia del club de la barriada de Vallecas. El equipo vallecano no realiza a estas alturas un juego brillante, pero sí positivo y práctico.

A pesar de todo, el Rayo nos debe confiar y esperar únicamente en su propio esfuerzo. To do hay que buscarlo, hasta la suerte. El deporte también es cuestión de suerte. Habrá qué esperar a la tranquilidad que puedan proporcionar próximas jornadas. Hasta entonces, y a estas alturas, no se puede permitir un descuido.

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