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Escaso entusiasmo en Bélgica ante las próximas elecciones

A una semana de las elecciones anticipadas, la campaña electoral sufre el paréntesis de las vacaciones de Pascua. Los partidos políticos preparan la ofensiva final para convencer al elector antes del próximo domingo, fecha de la consulta electoral obligatoria, para los belgas mayores de veintiún años.Las elecciones, que llegan con un año de adelanto en relación con el término de la legislatura normal, no entusiasman al ciudadano de este país. Las expresiones «todo seguirá igual» o «las dificultades continuarán» son corrientes entre la opinión pública.

Bélgica ha demostrado en las últimas consultas electorales contar con cierta estabilidad en el voto. Flandes es, un feudo de la Democracia Cristiana, y Valonia cuenta con atractivo para los socialistas. A mitad del camino se mueven las formaciones liberales y los federalistas. Los comunistas y la extrema izquierda son minoritarios.

A pesar ala estabilidad del voto, tres factores prometen dar cierto ambiente a la cita electoral: los problemas sociales, surgidos de la crisis económica, la radicalización de ciertos partidos y la problemática de la zona de Bruselas, en el contexto de la lucha regional o federalista, entre las dos grandes comunidades lingüísticas del país.

El voto sindical

La crisis afecta a Bélgica como a todos los países industrializados. Por vez primera las dos grandes centrales sindicales, de inspiración socialista y socialcristiana, formaron recientemente un frente común en defensa de sus intereses. Una serie de huelgas que movilizaron durante tres viernes a más de medió millón de personas contribuyeron en parte a la actual crisis política que ha conducido a la anticipación de las elecciones.

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¿Cómo votarán los trabajadores? Es probable que terminen alineándose en sus partidos tradiciónales. Sin embargo contarán con alternativas en pequeñas formaciones, que desde los maoistas hasta los cristianos de izquierda, se presentan como «verdaderos defensores de la clase trabajadora».

Las grandes corrientes ideológicas tradicionales conservarán probablemente sus niveles clásicos. Los social cristianos (al que pertenece el primer ministro saliente, Leo Tindemans) prometen reformas sociales, pero acuden a las urnas con la mala imagen, obligada por la crisis, de haber tenido que aumentar los impuestos a pocas semanas de los comicios.

Los socialistas acusan a los cristianos flamencos

Los socialistas radicalizan su acción contra el Gobierno cristiano liberal y acusan, principalmente, a los social cristianos flamencos de constituir un «Estado CVP», es decir, de controlar la política belga. Es probable que los socialistas formen parte de la nueva coalición de «salvación nacional», que uniría, una vez más, a socialistas y socialcristianos en el poder.

Los liberales constituyen una incógnita. Hay que recordar su pérdida de electores en los últimos tiempos, aunque pueden remontar la pendiente, sobre todo en ciertas zonas del país donde bresentan personalidades de primer orden.

A la batalla ideológica de partidos hay que sumar la batalla lingüística que da origen a partidos regionalistas o federalistas, defensores de una independencia para Flandes, o de un federalismo que tenga en cuenta la realidad de las tres zonas definidas del país: Flandes, Valonia y la aglomeración bruselense. Aunque sus votos serán menos importantes, a escala nacional, que los partidos tradicionales, alguna de las tres formaciones federalistas podría servir de complemento para una futura coalición gubernamental.

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