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Las próximas elecciones británicas decidirán el porvenir de la "lady de acero"

Juan Cruz

El porvenir de Margaret Thatcher, la líder conservadora, depende ahora del éxito o del fracaso que su partido obtenga en tres acontecimientos políticos que ocurrirán en Gran Bretaña en el curso de las próximas seis semanas.

El 31 de marzo se celebra en Stechford, Birmingham, la elección para cubrir el escaño que dejó vacante en el Parlamento el laborista Roy Jenkins al hacerse cargo de la presidencia de la Comisión de la CEE. Los conservadores esperan ganar.Después, a principios de mayo, tendrán lugar las elecciones municipales en Inglaterra y, en Escocia. Por ese tiempo se tendrá que cubrir la vacante parlamentaria que dejó Anthony Crosland, fallecido en febrero, en la ciudad de Grimsby.

Para los conservadores, la prueba que tiene que pasar la «lady de acero» como se llama a la señora Thatcher, es muy importante porque demostrará si en efecto la derrota sufrida el miércoles en el Parlamento en su intento de acabar con el Gobierno de Callaghan es o no un reflejo de lo que se piensa en el país acerca de la oportunidad de unas elecciones generales.

De cara a su porvenir como jefe del conservadurismo, el test es también trascendental porque hasta el momento Margaret Thatcher no ha logrado ningún éxito espectacular que acabe con la sombra de su antecesor, el ex primer ministro Edward Heath. Paradójicamente, además, el respeto británico por la figura política de Heath ha crecido.

A pesar de que logró que Heath hiciera una declaración conciliadora en la última asamblea general del Partido Conservador, Margaret Thatcher no ha podido convencer ni a Heath ni a los parlamentarios del grupo del ex líder para que se unan con entusiasmo a la sucesora.

La búsqueda del apoyo sindical

En un momento en que el país ha padecido una grave crisis económica y cuando el Gobierno laborista se enfrentaba a índices catastróficos de desempleo, la líder conservadora se preocupó sobre todo de la política exterior. Sus propios colegas señalan que quizá en el extranjero se conocen mejor sus puntos de vista que en el propio Reino Unido, aunque señale el contenido de esos discursos como reflejo de una mentalidad viva y preocupada por los intereses que suele defender el conservadurismo británico. Sus discursos sobre la violación de los derechos humanos en el bloque soviético y la amenaza socialista que pesa sobre su país y sobre Europa en general han sido sus temas principales.En los últimos tiempos ha intentado cambiar la imagen. Usando a su ministro más moderado, James Prior, un antiguo amigo de Heath, inició un acercamiento a los sindicatos. El propósito ha fracasado de momento sobre todo a raíz de la última moción de censura que presentó contra el Gobierno de Callaghan. Los sindicalistas se olvidaron de sus compromisos con Margaret Thatcher en cuanto ella puso en peligro a un Gobierno cuya supervivencia es un propósito declarado de los Trade Unions. Los líderes sindicales habrían visto con mejores ojos que hubiera sido el propio Callaghan el que disolviera el Parlamento y convocara elecciones.

Aparte de cambiar de tácticas, a la líder conservadora le piden sus propios compañeros que cambie de imagen personal para acercarse al electorado como una inglesa, más. A pesar de que sus orígenes no son precisamente los de una mujer de la alta sociedad británica, en su comportamiento público Margaret Thatcher no parece ya aquella hija de un tendero inglés que se interesó por la política escuchando hablar a los parroquianos que acudían a la tienda. Del cambio de imagen de su líder y de la consolidación de una teoría económica menos preocupada por los mitos del capitalismo moderno depende la vuelta al poder del Partido Conservador, que ya tendrá que esperar por las elecciones al menos hasta que los laboristas empiecen a recoger los frutos del mar del Norte.

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