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Tribuna:Ciudades de ancianos: una dudosa "obra social"/ y 2
Tribuna
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Los internados no pueden olvidar su medio habitual

Pero ni siquiera este sistema se ha revelado eficaz. La Diputación está al borde de sus posibilidades económicas, y las ciudades de ancianos absorben un tanto por ciento elevado. No hay más remedio que restringir gastos, y ya se nota un cierto abandono en las instalaciones, los servicios, e incluso en el personal. Por ejemplo, el sistema de aire acondicionado mencionado anteriormente, lleva un par de años sin funcionar, porque no se ha podido reparar unas averías.Incongruencias

La comida, que en un principio era realmente buena, ha llegado la semana pasada a ser origen de un plante de los ancianos de uno de los comedores, que se negaron a consumirla. Los servicios individuales en la habitación han pasado a ser colectivos, y alguna habitación ha permanecido vacía durante meses. La residencia de la carretera de Colmenar ha pasado de albergar 638 ancianos en 1970, a 537 en 1974.. Lo más graves son las reducciones de personal. Actualmente cuando una plaza queda libre, no se vuelve a convocar, a no ser que sea de las absolutamente imprescindibles. En la residencia de Alcalá de Henares, por ejemplo, de existir tres plazas de asistentes sociales se ha pasado una, con el consiguiente deterioro del servicio.

En otras residencias, faltan cuidadoras de noche. Una o dos personas están al cuidado de todas las plantas. Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los ancianos pasan de los 75 años, y que no es extraño que varios de ellos-, casi simultáneamente, necesiten una visita nocturna.

Esta falta de personal origina una deficiente vigilancia sobre los ancianos que sufren molestias físicas, que a su edad pueden degenerar rápidamente, en una situación de gravedad. Se han dado casos de personas que se han encontrado muertas en sus habitaciones dos, e incluso cuatro días después de ocurrido el fallecimiento.

El carácter triunfalista de estas construcciones, el hecho de que se hayan realizado en gran parte pensando en la imagen exterior, aparte de la sinceridad de la atención al anciano, que nadie duda origina entre otros, tipos de incongruencias, o de fallos de funcionamiento. En general., se echa en falta un estudio y una Planificación del mismo edificio, de acuerdo con sus necesidades reales. Por ejemplo, en la de la carretera de Colmenar Viejo, una de las alas más soleadas, está dedicada a mortuorios y salas de espera de los familiares, en otras varias, los ancianos imposibilitados no pueden asistir al cine, o a misa... porque el acceso a las salas se hace por escaleras, sin rampa alguna.

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Grave es también el hecho de que las habitaciones no tengan timbre para llamar en caso de necesidad. Existe sólo una luz roja que da la señal de aviso, pero ocurre que la planta es circular, y que el pasillo es sólo visible en una pequeña parte, lo que obliga a las cuidadoras a estar dando . vueltas continuamente para ver todas las puertas.

Convivencia

Los baños tampoco se han hecho de acuerdo con la falta de agilidad que suele padecer una persona de ochenta años.

Se puede afirmar con cierta convicción -siempre habrá opiniones dispares- que la convivencia de los ancianos y su grado de satisfacción personal no depende sólo de la convergencia de una serie de comodidades.

Las peculiares características de estas personas hace a su vez que los problemas tengan soluciones a veces muy complicadas. Es el caso de los matrimonios que ocupan habitaciones dobles, por ejemplo. Cuando uno de los cónyuges muere, la habitación es utilizada sólo por el otro, lo que significa un desaprovechamiento de espacio. Tampoco se la puede trasladar a una habitación sim ple, porque ya están ocupadas, y si hay alguna libre en otra residencia, los ancianos se resisten al cambio de lugar, pues ya han he cho sus amistades en aquélla. La única solución encontrada es meter a una persona en la ha bitación. Personas que puede que ni se conocieran, y que a esa edad se las obliga a convivir juntos, han originado a veces verdaderas pe leas y enemistades, que tienen muchos ribetes tragicómicos. Por otra parte, salvo la de Aranjuez, todas las demás están construidas en las afueras de los pueblos, por lo que no es frecuente que salgan o que reciban visitas, y de hecho sufren un aislamiento a veces muy duro. «A los, viejos -nos decía una vigilanta- no les gusta ver sólo viejos a su alrededor.» Aunque disponen de bibliotecas, y de cine, se echa de menos fmentar las actividades creativas y culturales realizados por ellos mismos. No ha sido posible ha cerlo, ya sea por falta de prepara cióndel personal, ya porque la misma dirección de los centros no ha facilitado los medios necesarios.

Estas consideraciones ponen en entredicho el sistema mismo de los grandes centros de ancianos (morideros de viejos, como crudamente se les ha definido en alguna ocasión). Pero las alterna tivas a esta solución son muy difíciles de precisar. Apuntan a la no separación del anciano del ambiente en que ha desenvuelto su vida, y al mismo tiempo es imprescindible elevar el nivel de vida de ese ambiente. De nada sirve enviar un anciano de un barrio pobre a una lujosa residencia a esperar que muera, De nada sirve tampoco dejarle en su barrio si éste no tiene centros de reunión, actividades orientadas a su con dición, parques, asistencia geriátrica.

Es la falta de condiciones ambientales, unido a las ridículas, por no decir injustas jubilaciones que les asigna el Estado lo que les hace recurrir a un asilo o a una ciudad de ancianos.

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