Gran escándalo en la tarde de los maestros
En la segunda corrida fallera se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq para Paco Camino (bronca y división con saludos), El Viti (aplausos y saludos, y palmas) y Angel Teruel (oreja y bronca).
Al final el público estalló en una bronca increíble, lluvia impresionante de almohadillas sobre el ruedo, todos los improperios del mundo, responsabilidades que se pedían a la empresa, a los lidiadores y a la autoridad; la afición valenciana estaba hasta la coronilla de maestros que lo son para que les echen lo más insignificante y lo más indefenso de cuanto se cría: entre nuestras ganaderías de bravo.Y, mientras tanto, el toro, un torillo de juguete, permanecía tumbado en la arena, cuan largo era o cuan corto, porque de largo, nada, y Teruel, sin perder nunca sus aires estirados de galán de opereta, le mostraba la muleta, por si le provocaba achucharla, o aunque sólo fuera olerla. Pero las fatigas del animalucho no estaban para esos trotes, aunque ya en su posición normal a cuatro patas, tardó en volver a caer, pues el diestro, sartenazo va, mandoble viene, no le encontraba la muerte.
El público estuvo toda la tarde contenido, a la espera de que los maestros hiciesen algo que justificase su maestría. Y la tarde se fue de rositas, sin toros, que no los hubo: todos eran romos, todos rodaron por los suelos, ninguno tuvo aliento para repetir dos embestidas con viveza, ninguno llevaba en su estampa el trapío que supone debe tener el toro de lidia, y más en corrida de lujo. Y sin toreros. Porque de una faena larguísima de Teruel, que le valió una oreja, una vez terminada no que daban en el recuerdo más que unos pases de tirón para llevarse con suavidad al animalito hasta los medios y un remate. Y de cuanto hizo El Viti, inasequible al desaliento en insistir una vez, y otra, y todas., en el mismo de rechazo y en el mismo natural, un par de verónicas y un gran pase de pecho con la izquierda. Y de la tarea de Camino, aparte del afán con que venteó las moscas del primero, a la huída porque tenía geniecillo, el aplomo con que, después de tres coladas por el pitón izquierdo del cuarto -el único que ofreció verdaderas dificultades, por manso y por su clara querencia a tablas- volvió a citarle al natural para ligar una tanda con bastante temple.
Pero lo más lamentable fue verlos a los tres con los papeles perdidos en algo que es el abecé del toreo. Un ejemplo: los cuatro primeros torillos arrebataron de salida el capote a los maestros de muy chusca maestría y los hicieron correr, y en el caso de Camino, hasta tomar precipitadamente el olivo.
¿Tenían casta los toros? Los eruditos a la violeta, propuesta tan capital cuestión, habrán pasado la noche en vela tratando de conciliar el fracaso de los maestros con la guasa que tiene pegarle pases a un animalito moribundo pero con la casta que mamó. Mas para mí, como si definen el sexo de los ángeles. Pues si la corrida salió muerta sería por culpa de algún vivo, o más de uno, y ahí es donde habría que meter el brazo hasta sacar a la vergüenza pública a los responsables y darles el escarmiento que merecen. ¿Que Camino está en la cumbre de la torería actual y que El Viti sabe ejecutar un toreo hondo y que Teruel abriga posibilidades bastantes como para no desmerecer demasiado de los otros dos?. Muy bien, pero esa es la novela que nos vienen contando, un día sí y otro también, para dar por bueno el género deleznable que les sueltan, como ayer, y enmascarar la tomadura de pelo. Porque hay otra realidad, que es el toreo con toro. El miércoles, Nimeño II, a un novillo que tenía más trapío y más astas que todos los juanpedros de ayer juntos, y siete gatos en la barriga, le aguantó gañafones, le dominó y le tumbó patas arriba de un espadazo fulminante. Y no se trataba de un niñosabio ni un sumajestad, sino de un francés; lo que son las cosas.
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