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De la llamada final de esta noche

El Barcelona-Atlético de Madrid es uno de los partidos que merecen el título de final dentro de la Liga Juegan los dos equipos que se disputan el primer puesto directamente y, por si ello fuese poco, el encuentro está aureolado por la serie de sucesos previos que todos recordamos, expulsiones, lesiones árbitros en entredicho, notas tronitonantes que cada uno de los «finalistas» lleva en arras al partido en cuestión. No ha faltado, siquiera que al parecer y por ventura desmentida, una comunicación de un belicoso «escamot» azulgrana que amenaza con la expulsión violenta de los partidarios del Atlético que osen tremolar una bandera de sus colores u ostentar escarapela, gorra o prenda distintiva alguna dentro del recinto sagrado del Camp Nou.Cuando faltan diez partidos a cada equipo para rematar su campaña en la Liga resulta metafórico hablar de final alguna. Cualquiera de los dos beligerantes del sábado noche pueden perder el partido y ganar la Liga, sobre todo el Atlético, de Madrid, que a lo más que se expondría con la derrota, si no se produce por más de dos goles de diferencia, es que el Barcelona le iguale en la puntuación. Y lo que se dice respecto a la pérdida del en cuentro vale asimismo para la ganancia con relación al Barcelona. Si vencieséel Atlético de Madrid y se pusiese en cuatro puntos de ventaja, ya sería otro cantar. Bien administrados cuatro puntos, entrando en marzo, son otra cosa.

Por ello se colige que el encuentro no es igualado en perspectivas, que es lo que requiere en el fútbol lo que se llama una final, término copero que equivale a.decir que -al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga y se acabó la cuestión, Lo que tiene de final, si es que tiene algo, sólo se entiende respecto a las perspectivas del Atlético de Madrid, que se puede colocar, en caso de victoria, con buenas perspectivas de cara al «rush» final de abril. Equivaldría para él a tomar la cabeza faltando cuatro vueltas en una carrera de 10.000 metros sobre la pista del estadio y no sólo por tomar la cabeza, sino por la fuerza y moral que le sobrevendría.

Es sabido hasta por los más sordos que ambos equipos juegan con bajas sensibles y por tanto el resultado puede estar en función de tal circunstancia. La de Cruyff -por su culpa, culpita- se ha revelado letal para el Barcelona, que ha perdido los dos encuentros que ha jugado sin el concurso del holandés, en Salamanca y lo que es más sensible, en su mismo terreno ante el Athletic de Bilbao el domingo pasado. Luego, por si fuese poco, también le faltará en el encuentro Migueli, el corpulento «stopper» que se ha asentado en las formaciones del equipo. Pero esta baja concreta en un partido en que presumiblemente será de dominio barcelonistitiene menor importancia, salvo en lo que afecta a la facultad que posee Migueli de subir a rematar saques de esquina, como sus,colegas británicos, porque para el fútbol inglés y escocés se requieren en su puesto y pensando entre otras cosas, en ello, mozos que rebasen los seis pies de estatura. Si Reina hubiese estado en su lugar, esto pasaría más inadvertido, pero como un cafre, que habita en Vizcaya según todos los indicios, le ha lesionado hace semana y pico, he aquí que se descubre uno de los puntos críticos del encuentro.

Reina es la única baja del Atlético, porque de Leivinha sólo se puede hablae a efectos de propaganda, ya que la excelente campaña rojiblanca que le lleva a la final pregonada con un par de puntos de ventaja (y eso tras de dejarse uno ante el Español en su campo no hace siete días aún) se ha conseguido sin el brasileño, pero una baja que en la producción del equipo es tan sensible como la de Cruyff.

Al menos cabe suponerlo así en el enfoque teórico del partido. Ya se ha demostrado que el Barcelona sin Cruyff juega poco y pesa menos en ataque con dos partidos sin hacer tantos en casa ni fuera. La baja de Reina está aún por demostrar en su aspecto depresivo porque falta experimentarla fuera de casa frente a un equipo atacante, pese a sus menguas, que meterá a Heredia al frente de la vanguardia, no obstante su numeración y al que le soplará en popa el fragor ambiental para sus abordajes. Si Pacheco pierde su timidez de suplente y se destapa, este factor se anulará, pero no se puede descartar apriori. El Barcelona tiene un agujero y otro el Atlético que se tocan y complementan. Eso es todo.

¿Empate?, en ese aspecto sí, y no se puede descartar del todo del marcador final con lo que ello supondría para el equipo madrileño. El Barcelona jugará a fructificar sus achuchones y el Atlético a restarlos y asomar la gaita en contraataque presumiblemente. Y esta es la llamada final de hoy, televisada y que terminará casi a la hora de las brujas, a la que el resultado de seis días hace ha restado dramatismo y habrá enseñado a los barcelonistas que los partidos y las Ligas se ganan con goles y buenjuego y no con la parafernalia de «senyeres» y otras erupciones que llevan en ocasiones a bailar con la más fea, sino al que hasta ahora, que se sepa, sólo ha escapado Rexach por vía de compensación.

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