_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La democracia no llega a Madrid

Para los franceses, la batalla política más interesante del momento en su país es la campaña para la elección del alcalde de París. Ningún otro hecho concita iguales controversias y pasiones. Los resultados del plan económico de Barre, las divisiones en las fuerzas que ostentan el poder, son temas que han quedado oscurecidos ante el arrollador entusiasmo puesto por Jacques Chirac, antiguo primer ministro del Gobierno de Giscard d'Estaing, para conseguir la alIcaldía de la capital gala y demostrar, al mismo tiempo, la importancia política del cargo.La contemplación de este hecho sugiere no pocos elementos de meditación aquí, en Madrid, la capital española, donde, al menos por el momento, no nos va a ser posible contemplar ni participar en fenómenos de liza política como los parisienses. Mientras todos los españoles han alcanzado en muy pocos meses niveles de politización muy estimables, que les van a permitir la elección de sus representantes para la Administración y el Gobierno del Estado, los madrilenos, también españoles, no van a poder hacer lo mismo con el máximo gobernante de la primera ciudad española.

No deja de ser una paradoja que, cuando desde las más altas instancias oficiales se reconoce la soberanía popular y, es más, se apela a ella para que todos colaboremos en la conducción del país, sigan existiendo restricciones para que una comunidad mucho más reducida que la nacional, y, por supuesto, con problemas más concretos y específicos, no pueda decidir libremente quien puede mejor solucionar aquellos. Las cartas especiales de Madrid y Barcelona encorsetan esta posibilidad; y la situación se mantiene aún después de la entra.da en vigor de la nueva ley de Régimen Local, que sigue confiriendo al Jefe del Estado la última decisión sobre la persona que ocupe las alcaldías de Madrid y Barcelona. Si de lo que se trata, con muchos esfuerzos, es de conseguir la democracia, los madrileños nos vamos a quedar en la'mitad del camino en lo que al gobierno de la ciudad concierne.

Es preciso señalar, no obstante, que tampoco hacen gran cosa los partidos políticos por denunciar estas incongruencias, ni por ocuparse de resoverlas. Salvo alusiones menores, no se conoce que ninguno de los grupos del actual espectro político español haya pensado en incluir soluciones con cretas al problema de la representatividad de los alcaldes de Madrid y Barcelona en sus programas, Muchos de los actuales líderes de los partidos aspiran, honestamente, a ejercer el poder como presidentes, ministros, subsecretarios y demás. No hay nadie que, hasta el momento, se haya presentado ante sus futuros electores como aspirante a la alcaldía de Madrid. Y no puede ser porque ser administrador supremo de la capital de. una nación sea algo poco importante. Aquí, los alcaldes de Madrid y Barcelona han sido siempre más importantes que algunos ministros. Y no hace falta volver al ejemplo francés, donde todo un ex primer ministro lucha en los barrios, en las fábricas, en los medios de información, por ser alcalde de París. Es evidente que, ahora mismo, tanto la Administración como los partidos políticos tienen temas más genéricos, de trascendencia más general en los que ocuparse, siempre pensando en la normalización democrática del país. Pero con las elecciones a la vista, es posible que vaya siendo hora de llamar la atención de Gobierno y Oposición sobre la circunstancia que comentamos: la ciudad donde se está fraguando una nueva era de España, donde se van a decidir la circunstancias de las primeras, elecciones democráticas de los últimos cuarenta años, donde tienen sus sedes los partidos que más han luchado por la democracia, tiene unas estructuras de gobierno no democráticas. Es un contrasentido.

Y una última consideración. Después de ocho lustros de no tener más política que la oficial, todo en este país es hoy Política, con mayúsculas. Esa política ha de llegar a una ciudad como Madrid, llena de problemas. Y si la situación económica, la institucionalización de las regiones, o la plena incorporación española al mundo occidental se ha de hacer mediante formulaciones políticas en las que participen. todos los españoles a través de sus representantes libremente elegidos, no habrá otra solución que trasladar idénticas fórmulas a esta ciudad si alguna .vez se quiere llegar a hacerla simplemente habitable. Creo, por tanto, que a Madrid le ha llegado también la hora de la democracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_